A UNA DAMA SEÑORA, HERMOSA POR LO RUBIO

Jácara
ALLÁ vas, jacarandina,
apicarada de tonos,
donde de motes y chistes
navega el Amor el golfo.
Dios te defienda de guardas,
que son vivientes escollos
de galanes, que festejan
a puro susto de toros,
del que, maridando arreo,
está amagando de novio,
como un Herodes, a niñas,
a viejas, como responso.
Vete de boga arrancada
al portento milagroso,
que con hermosura andante
vence pantasmas y monstros.
A la rubia de aventuras,
la que se peina bochornos,
de cuyas manos Charquías
llena de nieve sus pozos;
a la que, con Pelinegra,
lado a lado y hombro a hombro
animosa de tocado,
con guedejudos tesoros,
no recela los blasones
de la que nos dice a todos:
ébano y marfil me fecit,
en mujeres y escritorios,
dirásla que soy un hombre
de menos juros que votos,
bien prendido por justicia,
que es gala de los demonios.
Que son todas las estrellas
aprendices de sus ojos;
pues para estudiar sus rayos,
gastan muy rudo rescoldo.
Y el sol, ¿cuándo lo soñó,
planeta carirredondo,
que puede ser platicante
de las chispas de su rostro?
Al oro de su cabello
pidió limosna el de Colcos,
y Tíbar, envergonzante,
trocó a sus hebras su polvo.
Pues lléguese la mañana,
con sus perlas y sus ostros,
a sus dos labios, que allá
se lo dirán de piropos.
La nieve de su garganta
hace tiritar a agosto,
y el incendio de sus niñas
a enero le vuelve horno,
El no sé qué de su cara
me tiene a mí no sé cómo;
por lo bellido y traidor,
su talle es Vellido Dolfos.
Descartes de su hermosura,
que es decir nueves y ochos,
son las tales y las cuales
hermosurillas de corcho.
Lo culto de su tocado,
de su donaire lo docto,
lo discreto de su ceño
tienen al pecado absorto.
Cuando yo la considero
en lo interior y lo hondo,
me retientan los tarquinos,
menos reyes y más locos.
Parece que como incendios
al instante que la topo;
y todos los arremetes
me azuzan el dormitorio.
Si no soy yo, cuantos aman
en calles y locutorios,
a manera de rosarios
tienen amores de cocos.
Yo no soy galán de hachas,
pero soy galán de lomos;
yo me enciendo y me derrito:
de cereros me lo ahorro.
Ir de tormento a un estribo,
hecho verdugo con potro,
dando vueltas a mi dama,
es muy pesado negocio.
Yo seré amante casero,
como conejo, y, al proprio,
lo que perdiere por dulce,
lo desquitaré por gordo.
No soy goloso de señas,
mas soy glotón de retozo:
no quiero andar a billetes,
y gusto de andar al morro.
Gasto prosa con capilla,
por si hubiere gusto sordo,
conclusiones y argumentos
que prueban el daca y tomo.
Ya sé que tiene galanes
de mucha grandeza y toldo;
mas ágüelos con mi chanza
que yo aseguro mis sorbos.
Dila que sepa gozar
la ventura que la otorgo:
que lenguaje para damas
yo mismo me le perdono.