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CÍRCULO de las llamas. 
Águila de San Juan arrodillado. 
Alas en punta rígidas, antena 
de la revelación.

Y el adversario,


la bestia acuática, la oscura 
con el dardo a la espalda. 

Desde el veneno, de la hoguera 
del agua, desde el río 
seminal de blancura, desde el hondo 
hervor a tientas del volcán, viniendo. 

Yo tu vencido soy, la retorcida 
señal de tu victoria; 
yo tu alimento que tú comes. 

Bajo las doce estrellas, 
emergida del sol, embarazada, 
señora de la luna sobre el vientre, 
señora mi enemiga: vence a salvo 
en mi cuello tu pie. Yo, tu vencido. 

Tocado estoy de muerte, traspasado 
con mi propio veneno, con el filo 
de mi ponzoña en sesgo, atravesándome 
del espinazo al corazón. Mi fuerza, 
de amarte y darme muerte. 

Águila de la luz, dardo al acecho 
en la caverna derrumbada; 
amancillada altura, injerto 
de contrarios; reptante 
apéndice de saurio, precedido 
por herramientas para el vuelo. 

Tu pie sobre mi cuello; en tomo, el cerco 
de llamas: cárcel del suicidio. 
Y la rabia y la carne, y desde el agua 
mi maldición de nacimiento. 

Agua viviente, madre 
de arroyos primogénitos; inmóvil 
agua podrida, subyacente 
a su rostro de espejo; agua que baja 
restituida y múltiple y dispersa. 

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