SALVADOR DÍAZ MIRÓN nació en el puerto de Veracruz en 1853. Allí mismo inició sus estudios y los continuó en Jalapa. Al cumplir los 23 años publica sus primeras colaboraciones en el periódico El Pueblo. Ese mismo año, su padre es nombrado secretario de la legación mexicana en Washington D.C., por lo que se traslada a la capital norteamericana, dónde permanece hasta 1878. A su regreso a México es elegido diputado a la legislatura local por el distrito de Jalacingo, y al año siguiente inicia una columna periodística en La opinión de El Pueblo, desde donde reta a duelo —sin conseguirlo— al gobernador de Veracruz, Luis Mier y Terán. Fue diputado federal de 1884 a 1886; sostuvo acalorados debates y destacadas intervenciones, entre ellas, una en la que rindió homenaje a Víctor Hugo. Vuelve a la actividad periodística en 1888, a través de El Diario Comercial y, nuevamente al Congreso de la Unión, como diputado, en 1890. Sin abandonar su vocación literaria, intensifica su vida política con numerosas comisiones y participaciones importantes. Así, para principios de este siglo había fundado el diario El Orden y, en 1901, publica su libro Lascas, al tiempo que había sido nombrado, por la Secretaría de Gobernación, revisor de todos los reglamentos del Distrito Federal.

Esta combinación de la vida política y la pasión poética lo hace participar como orador en la inauguración de la Columna de la Independencia —donde lee el poema "Al buen cura" durante las fiestas del Centenario— y perseguir al bandolero veracruzano Santa Ana Rodríguez, "Santanón"; por la zona de Acayucan. A finales de ese año, Díaz Mirón agrede al diputado C. Chapital, por lo que es desaforado y encarcelado durante nueve meses.

En 1913 acepta la dirección del periódico
El Imparcial, puesto que ocupa durante un año, para luego embarcarse a España, donde permanece hasta 1916. En ese año viaja a Cuba y se instala en La Habana, donde se mantiene como profesor de historia, francés y literatura. Tres años después regresa a México, con autorización del presidente Venustiano Carranza, y se instala en Veracruz. Los últimos años de su vida, Díaz Mirón rehusó no sólo un homenaje nacional en su honor, sino una pensión que le ofreció el presidente Álvaro Obregón. Al morir en 1928, en Veracruz se hicieron rápidas gestiones para que su cuerpo fuera trasladado a la ciudad de México y sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Hombre violento en su vida pública, Díaz Mirón era a la vez un poeta pasional. A lo largo de su vida mató a dos hombres, en defensa propia, retó a duelo a otros tantos e incluso llegó a golpear a un alumno siendo director del Colegio Preparatoriano de Veracruz, incidente que suscitó una huelga. Fue también el hombre que vivió intensamente la preocupación por encontrar una expresión poética perfecta. Como lo ha definido Francisco Monterde, "en la lucha con la palabra escrita, Díaz Mirón libra sus últimas batallas como poeta, que lo conducen al extremo de considerar cada verso aislado en sí mismo: diamante verbal que talla como el artífice que, al pulir la piedra preciosa, llega a olvidarse del conjunto: de la obra a la cual está destinada".

FONDO 2000 presenta
La giganta y otras damas, una selección de las poesías de Salvador Díaz Mirón dirigidas o inspiradas por la figura femenina. Musas, mujeres de carne y hueso, sensuales y diabólicas, etéreas o palpables, las protagonistas de estos versos encarnan la pasión romántica y la lírica encendida de uno de los más reconocidos poetas de México.