Por la gran riqueza que hemos visto en estas partes
podremos creer ser verdad lo que se dice de las muchas que tuvieron
los Incas; porque yo creo, lo que ya muchas veces tengo afirmado, que
en el mundo no hay tan rico reino de metal, pues cada día se
descubren tan grandes veneros, así de oro como de plata; y como
en muchas partes de las provincias cogiesen en los ríos oro y
en los cerros sacasen plata y todo era por un rey, pudo tener y poseer
tanta grandeza; y dello yo no me espanto de estas cosas, sino cómo
toda la ciudad del Cuzco y los templos suyos no eran hechos los edificios
de oro puro. Porque lo que hace a los príncipes tener necesidad
y no poder atesorar dineros es la guerra; y desto tenemos claro ejemplo
en lo que el emperador ha gastado desde el año que se coronó
hasta éste; pues aviendo más plata y oro que ovieron los
reyes d'España desde el rey don Rodrigo hasta él, ninguno
dellos tuvo tanta necesidad como S. M.; y si no tuviera guerras y su
asiento fuera en España, verdaderamente, con sus rentas y con
lo que ha venido de las Indias, toda España estuviera tan llena
de tesoros como lo estaba el Perú en tiempo de sus reyes.
Y esto tráigolo a comparación, que todo lo que los Incas
habían lo gastaban no en otra cosa que arreos de su persona y
ornamento de los templos y servicio de sus casas y aposentos; porque
en las guerras las provincias les daban toda la gente, armas y mantenimientos
que fuese necesario, y si a alguno de los mitimaes daban algunas pagas
de oro en alguna guerra que ellos tuviesen por dificultosa era poca
y que en un día lo sacaban de las minas; y como preciaron tanto
la plata y oro, y por ellos fuese tan estimada, mandaban sacar en muchas
partes de las provincias cantidad grande della, de la manera y con la
orden que adelanté se dirá.
Y sacando tanta suma y no pudiendo el hijo dejar que la memoria del
padre, que se entiende su casa y familiares con su bulto, estuviese
siempre entera, estaban de muchos años allegados tesoros, tanto
que todo el servicio de la casa del rey, así de cántaros
para su uso*como de cocina,
todo era oro y plata; y esto no en un lugar y en una parte lo tenía,
sino en muchas, especialmente en las cabeceras de las provincias, donde
había muchos plateros, los cuales trabajaban en hacer estas piezas;
y en los palacios y aposentos suyos había planchas destos metales
y sus ropas llenas de argentería y desmeraldas y turquesas y
otras piedras preciosas de gran valor. Pues para sus mujeres tenían
mayores riquezas para ornamento y servicio de sus personas y sus andas
todas estaban engastonadas en oro y plata y pedrería. Sin esto,
en los depósitos había grandísima cantidad de oro
en tejuelos y de plata en pasta y tenían mucha chaquira, pues
en extremo menuda, y otras joyas muchas y grandes para sus taquis y
borracheras; y para los sacrificios eran más lo que tenían
destos tesoros; y como tenían y guardaban aquella ceguedad de
enterrar con los difuntos tesoros es de creer que, cuando se hazían
los osequias y entierros destos reyes, que sería increíble
lo que meterían en las sepulturas. En fin, sus atambores y asentamientos
y estrumentos de música y armas para ellos eran deste metal;
y por engrandecer su señorío, paresciéndoles que
lo mucho que digo era poco, mandaban por ley que ningún oro ni
plata que entrase en la ciudad del Cuzco della pudiese salir, so pena
de muerte, lo cual ejecutaban luego en quien lo quebrantaba; y con esta
ley, siendo lo que entraba mucho y no saliendo nada, había tanto
que, si cuando entraron los españoles se dieran otras mañas
y tan presto no ejecutaran su crueldad en dar la muerte a Atahualípa,
no sé qué navíos bastaran a traer a las Españas
tan grandes tesoros como están perdidos en las entrañas
de la tierra y estarán, por ser ya muertos los que lo enterraron.
.
Y como se tuviesen en tanto estos Incas, mandaron más, que en
todo el año residiesen en su corte hijos de los señores
de las provincias de todo el reino, porque entendiesen la orden della
y viesen su magestad grande y fuesen avisados cómo le habían
de servir y obedecer de[s]que heredasen sus señoríos y
curacazgos; y si iban los de unas provincias, venían los de otras.
De tal manera se hacía esto que siempre estaba su corte muy rica
y acompañada; porque, sin esto, nunca dejaban de estar con él
muchos caballeros de los orejones y señores de los ancianos,
para tomar consejo en lo que se había de proveer y ordenar.
* Cántaras para su
vino, en un fragmento citado por Prescott . |