Que los oficios de los indios eran olleros y carpinteros, los
cuales, por hacer ídolos de barro y madera, con muchos ayunos
y observancias, ganaban mucho. Había también cirujanos
o, por mejor decir, hechiceros, los cuales curaban con yerbas y muchas
supersticiones; y así de todos los demás oficios. El oficio
a que más inclinados estaban es el de mercaderes llevando sal,
y ropa y esclavos a tierra de Ulúa y Tabasco, trocándolo
todo por cacao y cuentas de piedra que eran su moneda, y con ésta
solían comprar esclavos u otras cuentas más finas y buenas,
las cuales traían sobre sí los señores como joyas
en las fiestas; y tenían por moneda y joyas otras hechas de ciertas
conchas coloradas, y las traían en sus bolsas de red que tenían,
y en los mercados trataban todas cuantas cosas había en esa tierra.
Fiaban, prestaban y pagaban cortésmente y sin usura, y sobre
todos eran los labradores y los que se ponen a coger el maíz
y las demás semillas, las cuales guardan en muy lindos silos
y trojes para vender a su tiempo. Sus mulas y bueyes son la gente. Suelen,
de costumbre, sembrar para cada casado con su mujer, medida de 400 pies
lo cual llaman hum uinic, medida con vara de 20 pies, 20 en ancho
y 20 en largo.
Que los indios tienen la buena costumbre de ayudarse unos a otros en
todos sus trabajos. En tiempo de sus sementeras, los que no tienen gente
suya para hacerlas, júntanse de 20 en 20 o más o menos,
y hacen todos juntos por su medida y tasa la labor de todos y no la
dejan hasta cumplir con todos. Las tierras, por ahora, son de común
y así el que primero las ocupa las posee. Siembran en muchas
partes, por si una faltare supla la otra. En labrar la tierra no hacen
sino coger la basura y quemarla para después sembrar, y desde
mediados de enero hasta abril labran y entonces con las lluvias siembran,
lo que hacen trayendo un taleguillo a cuestas, y con un palo puntiagudo
hacen un agujero en la tierra y ponen en él cinco o seis granos
que cubren con el mismo palo. Y en lloviendo, espanto es cómo
nace. Júntanse también para la caza de cincuenta en cincuenta
más o menos, y asan en parrillas la carne del venado para que
no se les gaste y venidos al pueblo hacen sus presentes al señor
y distribuyen [el resto] como amigos y lo mismo hacen con la pesca.
Que los indios, en sus visitas, siempre llevan consigo don que dar según
su calidad; y el visitado, con otro don, satisface al otro, y los terceros
de estas visitas hablan y escuchan curiosamente conforme a la persona
con quien hablan, no obstante que todos se llaman de tú porque
en el progreso de sus pláticas, el menor, por curiosidad, suele
repetir el nombre del oficio o dignidad del mayor. Y usan mucho ir ayudando
a los que les dan los mensajes [con] un sonsonete hecho con la aspiración
en la garganta, que es como decir hasta que o así que.
Las mujeres son cortas en sus razonamientos y no acostumbran a negociar
por sí [mismas], especialmente si son pobres, y por eso los señores
se mofaban de los frailes que daban oído a pobres y ricos sin
distinción.
Que los agravios que hacían unos a otros mandaba satisfacer el
señor del pueblo del dañador; y si no, era ocasión
e instrumento de más pasiones. Y si eran de un mismo pueblo lo
comunicaban al juez que era árbitro. Y examinado el daño
mandaba la satisfacción; y si no era suficiente para la satisfacción,
los amigos y parientes le ayudaban. Las causas de que solían
hacer estas satisfacciones eran si mataban a alguno casualmente, o cuando
se ahorcaba la mujer o el marido con alguna culpa o haberle dado ocasión
para ello, o cuando eran causa de algún incendio de casas o heredades,
de colmenas o trojes de maíz. Los otros agravios hechos con malicia
los satisfacían siempre con sangre y puñadas.
Que los yucatanenses son muy partidos y hospitalarios porque no entra
nadie en su casa a quien no den de la comida o bebida que tienen; de
día de sus bebidas y de noche de sus comidas. Y si no tienen,
buscando por la vecindad; y por los caminos, si se les junta gente,
a todas han de dar aunque [a ellos], por eso, les quepa mucho menos.
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