Que su contar es de 5 en 5 hasta 20, y de 20 en 20 hasta 100,
y de 100 en 100 hasta 400, y de 400 en 400 hasta 8 mil; y de esta cuenta
se servían mucho para la contratación del cacao. Tienen
otras cuentas muy largas y que las extienden ad infinitum contando
8 mil 20 veces, que son 160 mil, y tornando a 20, duplican estas 160
mil, y después de irlo así duplicando hasta que hacen
un incontable número, cuentan en el suelo o cosa llana.
Que tienen mucha cuenta con saber el origen de su linaje, especialmente
si vienen de alguna casa de Mayapán; y eso procuraban
saberlo de los sacerdotes, que es una de sus ciencias, y jáctanse
mucho de los varones señalados que ha habido en sus linajes.
Los nombres de los padres duran siempre en los hijos; en las hijas no.
A sus hijos e hijas los llamaban siempre por el nombre del padre y de
la madre; el del padre como propio, y el de la madre como apelativo;
de esta manera, el hijo de Chel y Chan llamaban Nachanchel,
que quiere decir hijos de fulanos y esta es la causa [por la cual] dicen
los indios que los de un nombre son deudos y se tratan por tales. Y
por eso cuando vienen a parte no conocida [y se ven] necesitados, acuden
luego al nombre, y si hay alguien [que lo lleve], luego con toda caridad
se reciben y tratan. Y así ninguna mujer u hombre se casaba con
otro del mismo nombre porque en ellos era gran infamia. Llámanse
ahora [por] los nombres de pila y los otros.
Que los indios no admitían que las hijas heredaran con los hermanos
sino era por vía de piedad o voluntad; y entonces dábanles
algo del montón y lo demás lo partían igualmente
los hermanos, salvo que al que más notablemente había
ayudado a allegar la hacienda, dábanle su equivalencia; y si
eran todas hijas, heredaban los hermanos [del padre] o [los] más
propincuos; y si eran de [tal] edad que no era prudente entregarles
la hacienda, dábanla a un tutor, deudo más cercano, el
cual daba a la madre para criarlos porque no usaban dejar nada en poder
de [las] madres, o quitábanles los niños, principalmente
siendo los tutores hermanos del difunto. Estos tutores daban a los herederos
lo que se les entregaba, y no hacerlo era gran fealdad entre ellos y
causa de muchas contiendas. Cuando así lo entregaban era delante
de los señores y principales, quitando lo que habían dado
para criarlos; y no daban de las cosechas de las heredades sino cuando
eran colmenares y algunos árboles de cacao, porque decían
que harto era tenerlas en pie. Si cuando el señor se moría
no estaban los hijos [en edad] de regir y tenía hermanos, regía
el mayor de los hermanos o el más desenvuelto, y mostraban al
heredero sus costumbres y fiestas para cuando fuese hombre; y estos
hermanos, aunque el heredero [tuviese ya la edad] para regir, mandaban
toda la vida; y si no había hermanos, los sacerdotes y gente
principal elegían un hombre suficiente para ello.
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