EL REGRESO A ESPAÑA

El gran cúmulo de tareas realizadas y los problemas a los que de continuo debió hacer frente Ramírez de Fuenleal llegaron a quebrantar su salud que, según lo decía éste en varias de sus cartas, era bastante precaria. Encontramos así en sus comunicaciones al emperador y a la reina Juana la expresión de sus frecuentes súplicas en el sentido que se le permitiera regresar a España tan pronto como fuera posible. La llegada de don Antonio de Mendoza a fines de 1535, en calidad de virrey de la Nueva España, trajo consigo la deseada autorización. A principios de 1536, y después de haber asistido todavía a la apertura del Colegio de Santa Cruz, en Santiago Tlatelolco, don Sebastián emprendió el viaje a la península. Otro testimonio de su interés de auténtico humanista nos lo da el hecho de que consigo llevara entonces varios papeles y códices indígenas que habrían de ser estudiados más tarde, por encargo suyo, al tiempo en que ocupó el puesto de presidente de la Chancillería de Valladolid.

Los años que pasó don Sebastián en su patria hasta su muerte, acaecida en 1547, aunque lo llevaron a vincularse mucho más con los intereses propios de la administración eclesiástica y civil de España, no fueron periodo en que dejara de participar en asuntos relacionados con el Nuevo Mundo y en particular con México. Gracias a don Pedro Girón, autor de una de las crónicas del reinado de Carlos V, sabemos que don Sebastián comenzó a actuar como colaborador del cardenal arzobispo de Toledo. Al quedar vacante en 1538 la sede episcopal de Tuy, en Galicia, y asimismo la presidencia de la Chancillería de Granada, el propio cardenal propuso a Fuenleal para asumirlas. La universal estimación de que gozaba el antiguo presidente de la Audiencia de México se trasluce en las palabras que a este respecto escribió su contemporáneo Pedro Girón. Era él


hombre de buenas letras y conciencia y mucha experiencia. Era servidor del cardenal y, así porque en su persona había méritos como porque a la sazón había pocos prelados hombres letrados que pudiesen residir en aquel oficio, el cardenal dijo al Emperador que sería servicio suyo ponerlo en aquella Audiencia por presidente, y también el Consejo, en la segunda consulta que con Su Majestad se tuvo, le hizo relación de los méritos de la persona del obispo y que Su Majestad sería bien servido de él en aquel oficio.15


Aunque no conocemos pormenores sobre el modo como desempeñó estos cargos, cabe suponer dedicación y acierto, pues consta que, dos años después, en 1540, don Sebastián fue promovido a la silla episcopal de León. Y juntamente con ello pronto se le encomendó también la presidencia de la Chancillería de Valladolid. Y si queda por investigar lo que fue su gestión al frente de esta última audiencia, debe mencionarse al menos su importante participación en la junta que, en la misma Valladolid, se celebró en 1542 como antecedente inmediato de la promulgación de las llamadas Leyes Nuevas. Tuvo entonces ocasión de aportar sus puntos de vista en las deliberaciones al lado de personajes como el presidente del Consejo de Indias, fray García de Loayza y de su antiguo conocido y amigo fray Bartolomé de Las Casas. La experiencia americana y las ideas de don Sebastián quedaron nuevamente de manifiesto en la actitud que asumió a propósito de la requerida supresión de las encomiendas.

El 25 de julio del mismo año de 1542, tuvo la nueva satisfacción de que se le confiara el obispado de Cuenca, en cuya jurisdicción estaba su propio lugar de origen, Villaescusa de Haro. Continuó asimismo por algún tiempo como presidente en Valladolid. Y precisamente del año de 1543 proviene la noticia, a la que ya hemos aludido, del estudio llevado a cabo en esta ciudad sobre algunos de los papeles y códices que Fuenleal había traído consigo desde la Nueva España. Una obra, aunque breve, muy importante, se conserva como resultado de este empeño. Se trata de la Historia de los mexicanos por sus pinturas, al principio de la cual se lee: "Esta relación saqué de la pintura que trujo Ramírez obispo de Cuenca, presidente de la Chancillería".l6 Ese trabajo, sobre cuyo origen y contenido hemos tratado en un estudio aparte, fue, en pocas palabras, una de las aportaciones más tempranas y valiosas acerca de las antigüedades mexicanas.17

Poco es ya lo que podemos añadir sobre los últimos años de la vida de Ramírez de Fuenleal. En los papeles que hemos consultado en Villaescusa de Haro encontramos feliz resumen acerca de esto


vino a España sin traer oro ni plata y luego inmediatamente que llegó le condecoró el Emperador con la presidencia de Granada y Obispado de Tuy, y poco tiempo después fue trasladado a la Santa Iglesia de León, juntamente con la presidencia de Valladolid, y vacante poco después la silla del Obispado de Cuenca, fue electo de aquella ciudad y obispado, de que tomó posesión en 25 de julio de 1542, continuando en la presidencia de Valladolid [...] De las muchas buenas obras que hizo don Sebastián, propias de su piedad, de su religiosidad y su celo, fue una de ellas el magnífico y célebre convento de Santa Cruz de la orden de Santo Domingo que fundó en Villaescusa de Haro, su patria, que enriqueció con muchos ornamentos y con toda su librería que se componía de muchos y buenos libros de todas facultades y especialmente del derecho civil, en que fue muy eminente este insigne varón, y sin duda lo hubiese enriquecido mucho más si no le hubiera faltado la vida tan pronto. Murió en 22 de enero de 1547 y fue trasladado su cuerpo a su convento de Villaescusa en cuya iglesia está sepultado, como consta por escrituras del convento.18

Si en el texto citado tenemos un resumen de lo que fue su actuación en España, pensamos que en las palabras, también ya aducidas, de don Justo Sierra, se nos da el meollo de lo que significó Ramírez de Fuenleal para México:


Puso todo el poder de la autoridad en la promulgación del bienestar y en la redención de los indios, y el que inauguró (en los tiempos novohispanos) la casi nunca interrumpida era de paz en que se formó lentamente la nacionalidad mexicana...


La recordación de este insigne humanista, hijo del Colegio de Santa Cruz de Valladolid y antiguo presidente de la primera Chancillería de Castilla, como antes lo fue de la Real Audiencia de México, es lección de acercamiento a genuinos valores y raíces de nuestra historia. Evocando figuras como las de Sebastián Ramírez de Fuenleal, Toribio de Benavente Motolinía, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Andrés de Olmos, Bernardino de Sahagún y Bartolomé de Las Casas, podemos afirmar que si España, para penetrar en el Nuevo Mundo, empleó las armas del conquistador, para hacer realidad el nacimiento de naciones, en las que lo indígena y lo hispánico se fundieron para siempre, envió a muchos de sus grandes humanistas, formados en la tradición de su más auténtico Renacimiento. Por ello los vínculos de nuestra historia en común, la de Hispanoamérica y España, han sido y son indisolubles, pues están fincados no sólo en la sangre sino, por encima de todo, en el espíritu y en la cultura.

15 Pedro Girón, Crónica del Emperador Carlos V, edición de Juan Sánchez Montes, Consejo Superior de Investigaciones científicas, Madrid, 1964, p. 127.

16 Publicada por Joaquín García Icazbalceta, Historia de los mexicanos por sus pinturas, en Anales del Museo Nacional de México, primera serie, vol. II (México, 1882), pp. 83 y ss.
También: Nueva colección de documentos para la historia de México, vol. III. Pomar, Zurita, Relaciones antiguas, México, 1891. Reproducción de la edición anterior, Editorial Salvador Chávez Hayhoe, México, 1942, pp. 207-240.

17 Miguel León-Portilla, "Ramírez de Fuenleal y las antigüedades mexicanas", Estudios de cultura náhuatl, Instituto de Investigaciones Históricas, México, vol. III, 1969, pp. 9-49.

18 Véase fray León García Carreño, Compendio histórico de Villaescusa de Haro, obra inédita que se conserva en la biblioteca particular de don Francisco Hermosillo, alcalde de Villaescusa en 1968.