INFANCIA Y JUVENTUD |
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Ángel María Garibay Kintana nació
en la ciudad de Toluca el 18 de junio de 1892. Fue segundo hijo del
matrimonio formado por don Manuel Garibay y doña María
de la Soledad Kintana. La familia Garibay vivió siempre en forma
sencilla. "Mi padre así se expresaba don Ángel
era hombre de condición modesta; era un obrero, un mecánico,
aunque, eso sí, de grande habilidad." La familia integrada
por el matrimonio, una hermana mayor, María de la Luz, Ángel,
María y Natalia, la más pequeña, se había
establecido en el pueblo de Santa Fe, en las orillas del Distrito Federal.
Allí pasó su infancia el padre Garibay. De ese tiempo
data la siguiente anécdota que será como un símbolo
en su vida. Ángel María tenía aproximadamente cinco
años. Curioso e interesado por saberlo todo, recogía cuanto
papel impreso veía a su alrededor. Iba luego en busca de su hermana
mayor para pedirle que le leyera lo que decía el papel. Tantas
veces importunaba con esto a su hermana, que un día la madre
le dio un consejo válido para el resto de sus días: "No
ande preguntando le dijo, aprenda a leer y usted mismo sabrá
lo que dicen los papeles".
El tiempo de su formación sacerdotal en el Seminario
Conciliar de México fue para él doblemente fecundo en
experiencias. Por una parte, era ése un momento histórico
decisivo en la vida de México. Eran los años de la Revolución.
El estudiante Garibay siguió con profundo interés los
diversos hechos y episodios de la misma. Pero, por otra, fue también
entonces cuando pudo acercarse por primera vez al mundo de los clásicos
griegos y latinos, al estudio de la literatura y de la historia, de
la filosofía y la teología. Fue cuando se despertaron
en él los ideales que habría de cultivar el resto de su
vida. En el seminario fue nombrado bibliotecario. Aprovechando esto,
se pasaba largas horas leyendo toda clase de obras, en especial durante
los meses en que se suspendieron las clases debido a los trastornos
que traían consigo los hechos de armas de la Revolución.
Precisamente por ese tiempo comenzó el padre Garibay a interesarse
por la lengua y la cultura náhuatl. Su actitud primera fue la
duda: ¿sería posible realmente conocer algo del legado
intelectual del México antiguo? En la biblioteca del seminario
se conservaban reproducciones de algunos códices y de manuscritos
en idioma indígena. Sin auxilio ajeno, Garibay comenzó
a poner en práctica el consejo materno, aplicado esta vez al
caso del náhuatl: comenzó a estudiarlo para ver qué
decían los manuscritos.
De hecho, el padre Garibay no fue nunca ni a Italia, ni a ningún otro país, ya que siempre permaneció en México. Oportunidades de viajar no le faltaron. Numerosas veces fue invitado a visitar diversos países de Europa, incluyendo a Rusia. Pero, al igual que Sócrates, que no se alejó nunca de su ciudad natal, o que Kant, que permaneció siempre en Prusia, el padre Garibay no viajó más allá de unos 400 kilómetros de la ciudad de México en cualquier dirección. Con su pensamiento y sus estudios se acercó a culturas que han florecido en los más distantes tiempos y latitudes, pero físicamente tuvo siempre sus raíces en la región central de México. |