UN ATISBO DE SU PROPIO PENSAMIENTO

Quien tuvo tanto que decir no rehuyó expresar también en ocasiones lo que llegó a ser el pensamiento suyo propio. Éste aflora sin cesar en sus introducciones y comentarios, en sus célebres lecciones sacras y profanas, y en multitud de ensayos. A su obra más íntima y personal pertenecen los poemas que escribió y de los cuales sólo unos pocos quiso publicar. Entre ellos están los sonetos que integran su Poema de los árboles. Escojo y leo aquel en que canta al ahuehuete, porque tal vez en él está la metáfora de lo que para sí mismo deseaba:

 Patriarca de los árboles, tus frondas
sacudidas por vientos milenarios,
asemejan jirones de sudarios
o nupciales, deshechas, blancas blondas.
¿Quién dirá los recuerdos que tú escondas?,
¿quién los archivos hallará en tus varios
enormes troncos?, ¿quién en los santuarios
penetrará de tus raíces hondas?
Tú guardas el silencio de los siglos,
de mil razas repites el lenguaje
y, año tras año, inconmovible avanzas.
Fingen tus ramas lúgubres vestigios,
más tu florido trémulo follaje
es un plumón cuajado de esperanzas.7


Del maestro que, cumplida con creces su misión en la Tierra, dejó este mundo el 19 de octubre de 1967, bien puede decirse, aplicando a su alma su poema, que fue patriarca entre los hombres. Alma de cristiano, abierta y sacudida por vientos milenarios del bíblico Israel, de Grecia y Roma, de la Hispania y del Anáhuac. ¿Quién dirá los recuerdos que allegó? ¿Quién los archivos y santuarios donde estuvo en busca de raíces?

Reanudando, más allá de nuestra temporal miseria, el viejo y siempre nuevo diálogo con el maestro, quiero terminar diciendo: padre Garibay, tu espíritu, ahora en posesión del logos, misterio de verdad y de belleza que a lo largo de tu vida sin cesar buscaste, para nosotros sigue repitiendo de muchos pueblos el lenguaje y, año tras año, en este mundo que has dejado, tu vida y tu obra permanecerán inconmovibles como ejemplo de realidad henchida de esperanza.

7 Garibay, Poema de los árboles, México, 1932, p. 23.