LA SABIDURÍA DE ISRAEL

El padre Garibay, que así ahondó en creaciones —las de griegos y las de nahuas— tan distintas, aunque afines por humanas, quiso acercarnos también a la intuición que llamó "sabiduría de Israel". Los textos que escogió y tradujo del hebreo al castellano son igualmente diálogo del corazón, contraste de luz y tinieblas, divinas palabras y fe que también es misterio. El mensaje del pueblo escogido, aunque diferente, no es opuesto a la afirmación del logos griego, de la diké que es la justicia y de la eufrosine, el anhelo de gozo pleno. También las flores y los cantos, el deseo de la amistad, el temor a la muerte, y, por encima de todos los dioses, la figura de T1oque Nahuaque, Moyocoyani, el Inventor de sí mismo y dueño del cerca y del junto, hubieran tenido un sentido para el seguidor de Jahvé. Del libro del Qohélet, que llamamos Eclesiastés, hizo traducción Garibay y para nosotros continuó el diálogo universal y de verdad humano.

Dulce es, empero, la luz y grato a los ojos ver al Sol;
aun cuando viviere el hombre muchos años y en todos ellos
gozare, recuerde los días de tinieblas, que serán muchos,
y cuanto acaeciere, será vanidad...
Acuérdate de tu creador
en los días de tu juventud, antes que venga el
tiempo malo y se acerquen los años de los cuales habrás
de decir "¡No hay en ellos placer para mí!"
Antes que se entenebrezca el Sol,
y la luz y la Luna y las estrellas,
y retornen las nubes después de la lluvia...
y se cierren las dos hojas exteriores de la puerta
y se amortigüe el son del molino,
y se acalle la voz del pájaro
y se debiliten las hijas del canto...
Antes que se rompa el cordel de plata
y se quiebre el vaso de oro
y se despedace el cántaro en el pozo
y se precipite la garrucha en el aljibe.
Y vuelva el polvo a la tierra, cual era antes, y el
hálito vital retorne a Dios que lo dio.
¡Vanidad de vanidades —decía Qohélet— todo vanidad!6


Así puso él a nuestro alcance, vuelta sentimiento de su espíritu, la sabiduría de esas tres formas de vivir y pensar. En nuestra realidad de pueblo mestizo, indígena e hispánico a la vez, lo náhuatl, lo griego y lo judío ciertamente son raíz y antecedente. Para no extraviar el camino, había que volver a los orígenes. Para el común de los mortales sería tarea imposible querer llegar por sí solo, con paso firme y sin rodeos, a mundos tan distintos de cultura. Pero el sabio que escogió para sí la soledad, con el trabajo de una vida hizo posible un nuevo acercamiento. En su obra tenemos, a la medida nuestra, el mensaje de tantas voces. Repensar el antiguo verbo fue su verdad, comunicarlo fue su poesía.

6 Sabiduría de Israel..., op. cit., pp. 53-54.