Espejo de zozobra

ME MIRO frente a mí, rendido, 
escuchando latir mi propia sangre, 
con la atención desnuda 
del que espera encontrarse en un espejo 
o en el fondo del agua 
cuando, tendiendo el cuerpo, ve acercarse 
su sombra, lenta e inclinada, 
a la suprema conjunción 
de dos pulsos perdidos en sí mismos, 
como doble sueño o palabra 
inserta en eco hasta llegar 
a la primera orilla del silencio. 

En espejo de sueños estoy junto a mí mismo 
y mi imagen se asoma alargando los brazos, 
buscando asir lo inasidero, 
lo que dentro de mí resuena 
como sombra apresada en las tinieblas 
que quisiera hallar una luz
para poder nacer. 
Estoy junto a la sombra que proyecta mi sombra, 
dentro de mí, sitiado, 
intacto, descansando leve 
sobre mi propia forma: mi agonía, 
y en vano quiero ya cerrar los ojos, 
dejar los brazos a su propio peso 
o que el agua del silencio lave mi cuerpo, 
pues ya mi sueño frente a mí me nombra, 
ya destroza el espejo en que se guarda 
y reclina su voz sobre la mía: 
ya estoy frente a la muerte.

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