6. INTIMACIÓN DE LOS AQUEOS

Mientras ellos gozaban el torneado lecho,
buscaba Menelao como fiera en despecho
a Paris. No lo vieron ni troyanos ni aliados,
y ni de haberlo visto lo hubieran ocultado
al iracundo Atrida: como la negra muerte
les es ya aborrecible.
Y dijo de esta suerte,
hablando a los ejércitos, el rey Agamemnón: 
—¡Oh, troyanos y dárdanos y aliados, escuchad!
Menelao el de Ares venció, y es la verdad.
Que, además de pagársenos justa indemnización,
Helena y sus riquezas vuelvan a nuestras manos,
para futuro ejemplo de todos los humanos. 

Lo aprueban los aqueos con larga aclamación.

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