El goce y la pena


LOS SENTIMIENTOS OBJETIVOS Y LOS REPRESENTATIVOS

Es bien difícil llegar a precisar lo que son el goce y la pena. Se trata de dos sentimientos vagos y que presentan múltiples matices Esto hace difícil el separarlos de fenómenos semejantes con los que tienen relación. Así, el goce es vecino del placer como el sufrimiento lo es del dolor. Sin embargo, no hay que confundirlos. Analizando los contrastes que presentan, se ha llegado a establecer que el placer se traduce por un acercamiento al objeto que lo motiva; mientras que el dolor, siendo un signo de advertencia, de un daño, se resuelve en un alejamiento.

El goce y el sufrimiento son más bien representativos: así, el primero aparece en condiciones favorables para el hombre como, por ejemplo, cuando se trata del aumento de su fortuna, el halago de su reputación o el encomio de su honor. El sufrimiento o la pena moral se producen en circunstancias opuestas, cuando la salud o la vida están en peligro; cuando la reputación está comprometida o hay en perspectiva la pérdida de la libertad en virtud de una prisión posible. Si los hechos acontecen por lo que toca al factor tiempo, rápidamente, entonces se trata de estados emocionales que se producen con todo ardor y sacudimiento, como cuando un joven pide un beso a una dama y ésta se lo concede; o bien, cuando se trata de un estudiante con pocos o ningunos conocimientos y que es reprobado. En cambio, cuando el beso es aplazado o cuando se trata de la larga preparación de un bachillerato, entonces, en virtud de la duración, los estados de conciencia se modifican, y por su prolongación, se trata de sentimientos propiamente dichos. La afección está acortada en un caso, evoluciona en serie en el otro, y aquélla puede convertirse en ésta.


CONDICIONES CORPORALES E INTECTUALES

Desde hace aproximadamente 50 años se ha pretendido llegar a una solución muy particular, tanto del goce como del sufrimiento, pues al examinarlos se ha significado que hay alteraciones de la inteligencia, de la motilidad y viscerales. Se ha dicho que el que goza tiene las ideas claras, ágil su cuerpo y sus funciones llevándose a cabo sin perturbación alguna; mientras que el que sufre no tiene su inteligencia normal, está agitado, a veces sobrevienen convulsiones y los órganos padecen. Con este motivo hay una carta de James llena de detalles en la que se describe el resultado de un temblor de tierra que sufrieron los habitantes de San Francisco, muchos de los cuales quedaron sin casa y tuvieron que irse al campo. No podían dormir, habiéndose presentado en ellos, en su excitación, una locuacidad exagerada en la que comentaban el siniestro. Esta locuacidad a veces tomaba el aspecto de una gritería ensordecedora, acompañada de perturbaciones motoras, de ademanes y hasta de accidentes convulsivos. En ellos no faltaron perturbaciones de las funciones viscerales.


REFUTACIÓN DE LA TEORÍA DE JAMES-LANGE

Antes de pasar adelante, y para hacer justicia, es conveniente recordar que estas últimas perturbaciones ya habían sido señaladas en la filosofía cartesiana y por Malebranche, a quien se puede considerar como el padre de la psicología francesa. Ya desde aquel entonces se presentía lo que más tarde habían de desarrollar James y Lange, cuando estos dos pensadores, cada uno por su parte, asentaron que las emociones dependen de las alteraciones viscerales, y que hay una participación muy interesante, una contribución de los reflejos vasomotores. La teoría de James-Lange ha sido exagerada, principalmente por sus discípulos, aconteciendo en la ciencia lo que pasa en la política, en donde los prosélitos abultan los hechos. Del mismo modo, los alumnos hacen decir a sus maestros lo que éstos no han expresado. James sólo ha hablado refiriéndose a emociones sutiles. Contra él se ha desencadenado una discusión formidable, recibiendo muchos ataques, entre ellos los de Baldwin. Los sentimientos tienen una tonalidad especial, que hacen, por su interés, que no quepa discusión posible.

Desde hace bastante tiempo, en Europa Ribot, y en América Titchener, han trabajado en los laboratorios, en donde se han efectuado múltiples experimentos, siendo la razón de ser de las investigaciones, la misma, aproximadamente, que tenía Charcot cuando dormía a las histéricas en sus célebres sesiones de hipnotismo, es decir, tener una ocupación. Los laboratorios necesitan dinero, una gran cantidad de instrumentos y asuntos sobre qué investigar. James ha dado el bagaje, así como un gran número de fisiólogos que constantemente están tomando las gráficas de la circulación y de la respiración, la presión sanguínea, etcétera.14

Sería prolijo detallar el número de esfigmógrafos, cardiógrafos, esfigmomanómetros, oscilómetros (de Pachon u otros), etc., o sea los aparatos que usan, tratando de encontrar las variaciones de los fenómenos fisiológicos que acompañan a las emociones. Ellos en cierto modo se burlan de nosotros porque no podemos cortar una arteria, seccionar un nervio o mutilar un organismo humano como se puede hacer in anima vili: en un gato, verbi gratia. Sin embargo, los resultados obtenidos por ellos son mediocres. No convencen los argumentos dados por Lassegue, por James y por Lange, que son de escaso valor. A saber:

1. La supresión por la imaginación de los fenómenos secundarios viscerales hace que no quede nada en la esfera de las emociones y de los sentimientos. A esta apreciación contestaríamos que no hay derecho para hacer experimentos con la imaginación, suprimiendo fenómenos.

2. Se pueden hacer nacer los fenómenos viscerales por la acción de tóxicos como el alcohol. Esto es cierto sólo en parte; el alcohol produce algunas modificaciones, pero no produce otras que son de esfera esencialmente imaginativa.


EL MÉTODO DE VARIACIONES CONCOMITANTES DESTRUYE EL PARALELISMO PSICO-ORGÁNICO

Para resolver la cuestión, vamos a hacer una comparación entre los dos fenómenos: el del sufrimiento y el de los actos periféricos que se dicen acompañarlo. Para esto hay que aplicar el método de variaciones concomitantes y él nos indica que no podemos demostrar que varíen paralelamente en ascenso, en descenso, o recíprocamente. Montanelli, en el estado por oposición que ha hecho de las emociones, nos dice que los fenómenos viscerales presentan el mismo antagonismo, pero nada más.

Basquid ha estudiado el tiempo de aparición de los fenómenos representativos y de los viscerales y ha encontrado que los tiempos de reacción son diversos. Así, por ejemplo, a la par que ha escrito las palabras de las personas que se quejan, ha registrado los fenómenos viscerales y ha encontrado que éstos se presentan retardados. La conciencia ha hablado más pronto que las vísceras.15 Por otra parte, no se ha podido demostrar que la supresión de los fenómenos corporales haga desaparecer la parte afectiva. La prueba podría hacerse con una histérica llena de sensibilidad, a quien se le suprimiese esta hiperestesia, y viendo si la anestesia consecutiva, provocada, hacía desaparecer los sentimientos. Esto no es posible porque la anestesia histérica es una anestesia de creencia, que en sí no es verdadera, y por lo tanto deja a la sensibilidad intacta.16 A este particular, Rageot ha descrito experiencias muy curiosas como ésta: a una señora suprimirle la sensibilidad, y una vez logrado, comunicarle que su padre ha muerto. Ella no dice nada. A continuación, sugestionarla, ordenándole: "os doy la sensibilidad", y en seguida comunicarle la misma tremenda noticia, la muerte del padre. Entonces la dama en cuestión se queja. Tales condiciones se prestan a muchas meditaciones y a más de una interrogación.

OPINIÓN DE SHERRINGTON

Sherrington, de quien ya hemos hablado en varias ocasiones, ha podido comprobar en sus perros, a quienes les ha quitado el cerebro, que estos desgraciados animales con sus nervios trozados, pero conservando su simpático, en esas condiciones, tienen sus emociones, conservan sus simpatías y antipatías. Estos perros descerebrados, por ejemplo, rechazan la carne de perro. Lo anterior demuestra que la supresión de los fenómenos viscerales no trae como consecuencia la pérdida de los sentimientos.

Ya para nosotros esto no es cosa nueva, porque como contraprueba hemos visto en la historia de Claudina que en el sentimiento de vacío que podríamos llamar también "ausencia de todo sentimiento", no obstante, hay alteraciones corporales.

LA ESCUELA DE CHICAGO Y LA EXPERIENCIA

El problema es el mismo que desarrolla la escuela pragmatista de Chicago, que ha indicado que en el goce y en la pena hay otra gran cantidad de fenómenos que son hereditarios y constituyen una experiencia pretérita. Como en la cólera: cerrar los puños. Esto es la traducción de una defensa del cuerpo hecha en la especie. Del mismo modo los animales elevan el labio superior y muestran los caninos, porque análogas acciones las han efectuado sus antepasados. La escuela de Chicago se refiere a tics de los ancestros y a actos antediluvianos, mientras que, en resumen, nuestros sentimientos pasan hoy, y por lo tanto son diferentes: son actuales. El error de la escuela es haber estudiado el pasado y no la acción que se hace en el presente.17


EL INTELECTUALISMO

Existe otra escuela, la intelectualista de Viena, que da una grande influencia a la razón o a la lógica: Nohlowski la representa.

En este criterio, las acciones combaten entre sí: hay inhibiciones, hay ideas que pueden considerarse como esquemáticas. Las ideas son acciones pequeñas, como telegráficas. Es un criterio parcial sobre la interpretación activa de los sentimientos. En suma: seguimos frente al problema de la aceleración y retardo o frenación de la acción. Sobre esto tendremos que insistir ulteriormente.



14 La crítica irónica de Janet tenía justificación ante una fisiología que balbuceaba y se planteaba, con las técnicas a su alcance, experiencias tentativas y simplistas sobre temas que los filósofos o los psicólogos teóricos y de la introspección manejaban desde otro enfoque y sobre todo con otro lenguaje y nivel epistémico. No obstante, no hubiera sido extraño que Janet hubiera ejercido ese saludable escepticismo aún en nuestros días en los que el desarrollo de la neuropsicofisiología ha alcanzado un desarrollo tan espectacular. No es raro imaginar la crítica que hubiera lanzado contra Skinner, a pesar de que el planteamiento inicial de Janet de lo que era la psicología lo hace aparecer en cierta forma como un "preconductista".

15 En medicina psicosomática se observa exactamente lo contrario.

16 Idea generalmente aceptada por todos los autores de esa época (y por muchos actuales). Una experiencia clásica que la contradice es la de Hernández Peón, R.; Chávez Ibarra, G.; Aguilar Figueroa, E.: "Somatic evoked potentials in one case of Hysterical Anesthesia", Electroenceph. Clin. Neurphysiol, 1963.15 (pp. 889-892). Ver asimismo: Ludwig, A. M.; Lexington, K.: "Hysteria. A Neurobiological Theory". Arch. Gen. Psychiat. V, 27. Dec., 1972 (pp. 771-777).

17 Tal afirmación pareciera contradecir una concepción genetista que Janet había sostenido previamente. Más bien critica aquí las explicaciones abusivas y reduccionistas a ultranza de tal escuela de la misma manera que en nuestros días se podrían criticar los excesos de algunas posiciones de los etólogos o los "sociobiólogos".