121 La manera de los templos de esta tierra
de Anáhuac, o Nueva España, nunca fue vista ni oída,
así de su grandeza y labor, como de todo lo demás; y la
cosa que mucho sube en altura también requiere tener gran cimiento;
y de esta manera eran los templos y altares de esta tierra, de los cuales
había infinitos, de los cuales se hace aquí memoria para
los que a esta tierra vinieren de aquí en adelante, que lo sepan,
porque ya va casi pereciendo la memoria de todos ellos. 1
Llámanse estos templos teucallis; y hallamos en toda esta
tierra, que en lo mejor del pueblo hacían un gran patio cuadrado;
en los grandes pueblos tenía de esquina a esquina un tiro de ballesta
y en los menores pueblos eran menores los patios. Este patio cercábanle
de pared, y muchos de ellos eran almenados; guardaban sus puertas a las
calles y caminos principales, que todos los hacían que fuesen a
dar al patio, y por honrar más sus templos sacaban los caminos
muy derechos por cordel, de una y de dos leguas, que era cosa harto de
ver desde lo alto del principal templo, cómo venían de todos
los pueblos menores y barrios salían los caminos muy derechos y
iban a dar al patio de los teucallis. En lo más eminente
de este patio hacían una gran cepa cuadrada y esquinada, que para
escribir esto medí una de un pueblo mediano que se dice Tenayuca
y hallé que tenía cuarenta brazas de esquina a esquina,
lo cual todo henchían de pared maciza, y por la parte de fuera
iba su pared de piedra: lo de dentro henchíanlo de piedra, lodo
o de barro y adobe; otros de tierra bien tapiada; y como la obra iba subiendo,
íbanse metiendo adentro, y de braza y media o de dos brazas en
alto iba haciendo y guardando unos relejes metiéndose adentro,
porque no labraban a nivel; y por más firme labraban siempre para
adentro, esto es, el cimiento ancho, y yendo subiendo la pared iban ensangostando;
de manera que cuando iban en lo alto del teucalli habían
ensangostádose y metiéndose adentro, así por los
relejes como por la pared hasta siete o ocho brazas de cada parte; quedaba
la cepa en lo alto de treinta y cuatro o treinta y cinco brazas. A la
parte de occidente dejaban las gradas, y subida, y arriba en lo alto hacían
dos altares grandes allegándolos hacia oriente, que no quedaba
más espacio detrás de cuanto se podían andar; el
uno de los altares a mano derecha y el otro a mano izquierda, y cada uno
por sí y tenía sus paredes y casa cubierta como capilla.
En los grandes teucallis tenían dos altares, y en los otros
uno, y cada uno de estos altares tenían sus sobrados; los grandes
tenían tres sobrados encima de los altares, todos de terrados y
bien altos, y la cepa también era muy alta; parecíanse desde
muy lejos. Cada capilla de éstas se andaba a la redonda y tenía
sus paredes por sí. Delante de estos altares dejaban grande espacio,
adonde se hacían los sacrificios, y sola aquella cepa era tan alta,
como una gran torre, sin los sobrados que cubrían los altares.
Tenía el teucalli de México, según me han
dicho algunos que lo vieron, más de cien gradas; yo bien las vi
y las conté más de una vez, mas no me acuerdo. El de Tezcuco
tenía cinco o seis gradas más que el de México. La
capilla de San Francisco de México, que es de bóveda y razonable
de alta, subiendo encima y mirando a México, hacíale mucha
ventaja el templo del demonio en altura, y era muy de ver desde allí
a todo México y a los pueblos de la redonda.
122 En los mismos patios de los pueblos principales había
otros cada doce o quince teucallis harto grandes, unos mayores
que otros; pero no allegaban al principal con mucho. Unos [tenían]
el rostro y gradas hacia otros; otros las tenían a oriente, otros
a mediodía y en cada uno de éstos no había más
de un altar con su capilla, y para cada uno había sus salas y aposentos
adonde estaban aquellos tlamacazques o ministros, y que eran muchos
y los que servían de traer agua y leña; porque delante
de todos estos altares había braseros que toda la noche ardían,
y en las salas también tenían sus fuegos. Tenían
todos aquellos teucallis muy blancos, y bruñidos y limpios,
y en algunos había huertecillos con flores y árboles. Había
en todos los más de estos grandes patios un otro templo, que después
de levantada aquella cepa cuadrada, hecho su altar, cubríanlo con
una pared redonda, alta y cubierta con su chapitel; éste era del
dios del Aire, del cual dijimos tener su principal silla en Cholola,
y en toda esta provincia 2 había muchos
de éstos. A este dios del aire llamaban en su lengua Quezalcoatlch,
y decían que era hijo de aquel dios de la grande estatua 3
y natural de Tula, y que de allí había salido a edificar
ciertas provincias adonde desapareció y siempre le esperaban que
había de volver; y cuando parecieron los navíos del marqués
del Valle don Hernando Cortés, que esta Nueva España conquistó,
viéndolos venir a la vela de lejos decían que ya venía
su dios; y por las velas blancas y altas decían que traía
por la mar teucallis; mas cuando después desembarcaron decían
que no era su dios sino que eran muchos dioses. No se contentaba el demonio
con los teucallis ya dichos, sino que en cada pueblo, en cada barrio,
y a cuarto de legua, tenían otros patios pequeños adonde
había tres o cuatro teucallis, en algunos más, en
otras partes sólo uno, y en cada mogote o cerrejón uno o
dos; y por los caminos y entre los maizales había otros muchos
pequeños, y todos estaban blancos y encalados, que parecían
y abultaban mucho, que en la tierra bien poblada
parecía que todo estaba lleno de casas, en especial de los patios
del demonio, que eran muy de ver, y había harto que mirar entrando
dentro de ellos, y sobre todos hacían ventaja los de Tezcuco
y México.
123 Los chololas comenzaron un teucalli extremadísimo
de grande, que sólo la cepa de él que ahora parece tendrá
de esquina a esquina un buen tiro de ballesta, y desde el pie a lo alto
ha de ser buena la ballesta que echare un pasador; 4
y aun los indios naturales de Cholola señalan que tenía
de cepa mucho más, y que era mucho más alto que ahora parece;
el cual comenzaron para le hacer más alto que la más alta
sierra de esta tierra, aunque están a vista las más altas
sierras que hay en toda la Nueva España, que son el volcán
y la sierra blanca, que siempre tiene nieve. Y como éstos porfiasen
a salir con su locura, confundiólos Dios, como a los que edificaban
la torre de Babel, con una gran piedra que en figura de sapo cayó
con una terrible tempestad que sobre aquel lugar vino, y desde allí
cesaron de más labrar en él. Y hoy día es tan de
ver este edificio, que si no pareciese la obra ser piedra y barro, y a
partes de cal y canto, y de adobes, nadie creería sino que era
alguna sierra pequeña. Andan en él muchos conejos y víboras,
y en algunas partes están sementeras de maizales. En lo alto estaba
un teucalli viejo y pequeño, y desbaratáronle, y
pusieron una cruz alta, la cual quebró un rayo, y tomado a poner
otra, y otra, también las quebró, y a la tercera yo fui
presente, que fue el año pasado de 1535, 5
por lo cual descopetaron y cavaron mucho de lo alto, a do hallaron muchos
ídolos e idolatrías ofrecidas al demonio; y por ello yo
confundía a los indios, diciendo: que por los pecados en aquel
lugar cometidos no quería Dios que allí
estuviese su cruz. Después pusieron allí una gran campana
bendita, y no han venido más tempestades ni rayos después
que la pusieron.
124 Aunque los españoles conquistaron esta tierra por armas,
en la cual conquista Dios mostró muchas maravillas en ser ganada
de tan pocos una tan gran tierra, teniendo los naturales muchas armas,
así ofensivas como defensivas de las de Castilla; 6
y aunque los españoles quemaron algunos ídolos, fue muy
poca cosa en comparación de los que quedaron, y por esto ha mostrado
Dios más su potencia en haber conservado esta tierra con tan poca
gente, como fueron los españoles; porque muchas veces que los naturales
han tenido tiempo para tornar a cobrar su tierra con mucho aparejo y facilidad,
Dios les ha cegado el entendimiento, y otras veces que para esto han estado
todos ligados y unidos, y todos los naturales uniformes, Dios maravillosamente
ha desbaratado su consejo; y si Dios permitiera que lo comenzaran, fácilmente
pudieran salir con ello, por ser todos a una, y estar muy conformes, y
por tener muchas armas de Castilla; que cuando
la tierra en el principio se conquistó había en ella mucha
división y estaban unos contra otros, porque estaban divisos, los
mexicanos, a una parte contra los de Mechuacan, y los tlaxcaltecas
contra los mexicanos, y a otra parte los guastecas de Pango o Pánuco;
pero ya que Dios los trajo al gremio de su iglesia, y los sujetó
a la obediencia del rey de España, Él traerá los
demás que faltan, y no permitirá que en esta tierra se pierdan
y condenen más ánimas, ni haya más idolatrias.7
125 Los tres años primeros o cuatro después que se
ganó México, en sólo en el monasterio de San Francisco
había Sacramento, y después el segundo lugar en que se puso
fue en Tezcuco; y así como se iban haciendo las iglesias
de los monasterios iban poniendo el Santísimo Sacramento y cesando
las apariciones e ilusiones del demonio, que antes muchas veces aparecía,
engañaba y espantaba a muchos, y los traía en mil maneras
de errores, diciendo a los indios "que por qué no le servían
y adoraban como solían, pues era su dios, y que los cristianos
presto se habían de volver a su tierra";
y a esta causa los primeros años siempre tuvieron creído
y esperaban su ida, y de cierto pensaban que los españoles no estaban
de asiento, por lo que el demonio les decía. Otras veces les decía
el demonio que aquel año quería matar a los cristianos,
y como no lo podía hacer, decíales que se levantasen contra
los españoles y que él les ayudaría; y a esta causa
se movieron algunos pueblos y provincias, y les costó caro, porque
luego iban los españoles sobre ellos con indios que tenían
por amigos, y los destruían y hacían esclavos. 8
Otras veces les decía el demonio que no les había de dar
agua ni llover, porque le tenían enojado; y esto se pareció
más claramente ser mentira y falsedad, porque [nunca] tanto ha
llovido ni tan buenos temporales han tenido como después que se
puso el Santísimo Sacramento en esta tierra, porque antes tenían
muchos años estériles y trabajosos; por lo cual conocido
de los indios, está esta tierra en tanta serenidad y paz, como
si nunca en ella se hubiera invocado el demonio. Los natural[es] de ver
con cuánta quietud gozan de sus haciendas, y con cuánta
solemnidad y alegría se trata el Santísimo Sacramento, y
las solemnes fiestas que para esto se hacen, ayuntando los más
sacerdotes que se pueden haber y los mejores ornamentos; el pueblo adonde
de nuevo se pone Sacramento, convida y hace mucha fiesta a los otros pueblos
sus vecinos y amigos, y unos a otros se animan y despiertan para el servicio
del verdadero Dios nuestro.
126 Pónese el Santísimo Sacramento reverente y devotamente
en sus custodias bien hechas de plata, y demás de esto los sagrarios
atavían de dentro y de fuera muy graciosamente con labores muy
lucidas de oro y plumas, que de esta obra en esta tierra hay muy primos
maestros, tanto que en España y en Italia los tendrían por
muy primos, y los estarían mirando la boca abierta, como lo hacen
los que nuevamente acá vienen; y si alguna de estas obras ha ido
a España imperfecta y con figuras feas, halo causado la imperfección
de los pintores que sacan primero la muestra o dibujo, y después
el amantecatlh, que así se llama el maestro de esta obra
que asienta la pluma; y de este nombre tomaron los españoles de
llamar a todos los oficiales amantecas; mas propiamente no pertenece
sino a éstos de la pluma, que los otros oficiales cada uno tiene
su nombre, y si a estos amantecas les dan buena muestra de pincel
tal sacan su obra de pluma, y como ya los pintores
se han perfeccionado, hacen muy hermosas y perfectas imágenes y
dibujos de pluma y oro. Las iglesias atavían muy bien, y cada día
se van más esmerando, y los templos que primero hicieron pequeños
y no bien hechos, se van enmendando y haciendo grandes; y sobre todo el
relicario del Santísimo Sacramento [hacen] tan pulido y rico, que
sobrepuja a los de España, y aunque los indios casi todos son pobres,
los señores dan liberalmente de lo que tienen para ataviar adonde
se tiene de poner el Corpus Christi; y los que no tienen, entre
todos lo reparten y lo buscan de su trabajo.9
1
Esto fue escrito en 1536. Cf. infra, nota 5.
2 Tlaxcala.
3 Camaxtle. Cf supra, cap. 10,
parrafo 113.
4 Especie de saeta.
5 Esta referencia
documenta el hecho de que Motolinía se hallaba en 1535 en Cholula,
y que este capítulo es de 1536. Gabriel de Rojas en su Relación
de la ciudad de Cholula (1581) refiere el mismo episodio y aludiendo
a Motolinía dice que el fenómeno tiene una explicación
natural y no milagrosa.
6 Lo dirá por las armas que los indios
lograrían quitar a los españoles; o bien quiere decir
que los indios tenían armas ofensivas y defensivas contra las
de Castilla.
7 Aquí debería
terminar el capítulo, según lo ofrecido en su título.
Los dos largos párrafos siguientes forman en Memoriales
un capítulo distinto que, por su asunto, deberían haber
quedado incluidos en el tratado II, o sea el relativo a la conversión
de los indios a la fe cristiana y a su aprovechamiento en ella. Esta
conclusión queda autorizada por el hecho de que esos dos párrafos
forman en Memoriales (1, cap. 33) un capítulo independiente
en cuyo título se ofrece hablar del tiempo en que se puso el
santísimo sacramento en Anáhuac. A este capítulo
precede, también en los Memoriales, el que trata del acabamiento
del culto idolátrico, capítulo que, en la Historia,
fue agregado al final del tratado III con el número de capítulo
20, pero con la advertencia de que debería pasarse al tratado
II. Cf . infra, trat. III, cap. 20, notas 1 y 2. En conclusión,
de acuerdo con la secuencia en Memoriales, el capítulo
20 del trat, III debería aparecer como cap. 1 del trat. II, y
los párrafos 125 y 126 (que están incluídos en
este cap. 12, trat. I) deberían formar el cap. 2 del trat. II
con el título que trae el capítulo correspondiente en
Memoriales (I, cap. 33), o sea el siguiente: "De cuando
se puso el santísimo sacramento en esta tierra de Anáhuac,
y cómo los naturales de ella atavían mucho los relicarios,
y de la solemnidad que hacen en los pueblos que de nuevo se pone este
sacramento". Estas trasposiciones acusan una organización
peculiar a la Historia.
8 La más
importante de estas rebeliones fue la de los indios de Jalisco en 1540
en que perdió la vida don Pedro de Alvarado. Por auto de 31 de
mayo de ese año, la Audiencia de México autorizó
que se hicieran esclavos a los indios rebeldes que fueren hechos prisioneros.
Cf. Pérez Bustamante, Mendoza, p. 169.
9 Todo lo contenido en este párrafo
y en el anterior (números 125 y 126) está trastocado y,
según explicamos en la nota 7, debería formar el capítulo
2 del tratado II.
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