136 En esta casa de Tlaxcala en el año
de 1536 vi un ofrecimiento que en ninguna otra parte de la Nueva España
he visto ni creo que le hay; el cual para escribir y notar era menester
otra mejor habilidad que la mía, para estimar y encarecer lo que
creo que Dios tiene y estima en mucho; y fue que desde el jueves santo
comienzan los indios a ofrecer en la iglesia de la Madre de Dios, delante
de las gradas adonde está el Santísimo Sacramento, y este
día y el viernes santo siempre vienen ofreciendo poco a poco; pero
desde el sábado santo a vísperas y la noche en peso, es
tanta la gente que viene que parece que en toda la provincia no queda
nadie. La ofrenda es algunas 2 mantas de
las con que se cubren; otros pobres traen
unas mantillas de cuatro o cinco palmos en largo y poco menos de ancho,
que valdrá cada una dos o tres maravedíes, y algunos más
pobres ofrecen otras más pequeñas. Otras mujeres ofrecen
unos paños como paños de portapaz 3
y de eso sirven después; son todos tejidos de labores de algodón
y de pelo de conejo; y éstos son de muchas maneras. Las más
tienen una cruz en el medio, y estas cruces muy diferentes unas de otras.
Otros de aquellos paños traen en medio un escudo con las cinco
plagas, 4 tejido de colores. Otros el nombre
de Jesús o de María con sus caireles o labores a la redonda,
otros son de flores y rosas tejidas y bien asentadas. Y en este año
ofreció una mujer en un paño de éstos un crucifijo
tejido a dos haces, aunque la una de cerca parecía ser más
la haz que la otra, y era tan bien hecho que todos los que lo vieron,
así frailes como seglares españoles, lo tuvieron en mucho,
diciendo, que quien aquél hizo también tejería tapicería.
Estas mantas y paños tráenlas cogidas, y llegando cerca
de las gradas hincan las rodillas, y hecho su acatamiento, sacan y descogen
su manta y tómanla por los cabos con ambas manos extendida, y levantada
hacia la frente levantan las manos dos o tres veces, y luego asientan
la manta en las gradas y retráense un poco, tomando a hincar las
rodillas como los capellanes que han dado paz a algún gran señor,
y allí rezan un poco, y muchos de ellos traen consigo niños
por quien también traen ofrenda, y dánsela en las manos
y amuéstranles cómo tienen
de ofrecer, y a hincar las rodillas; que ver con el recogimiento y devoción
que esto hacen, es para poner espíritu a los muertos. Otros ofrecen
de aquel copalli o incienso, y muchas candelas; unos ofrecen una
vela razonable. Otros más pequeña, otros su candela delgada
de dos o tres palmos, otros menor, otros una candelilla como el dedo;
que vérselas ofrecer y allí rezar parecen ofrendas como
la de la viuda que delante [de] Dios fue muy acepta, 5
porque todas son quitadas de su propia sustancia, 6
y las dan con tanta simplicidad y encogimiento, como si allí estuviese
visible el Señor de la tierra. Otros traen cruces pequeñas
de palmo, o palmo y medio, y mayores, cubiertas de oro y pluma, o de plata
y pluma. También ofrecen ciriales bien labrados, de ellos cubiertos
de oro y pluma bien vistosos, con su argentería colgando, y algunas
plumas verdes de precio. Otros traen alguna comida guisada, puesta en
sus platos y escudillas, y ofrécenla entre las otras ofrendas.
En este mismo año trajeron un cordero y dos puercos grandes vivos;
traía cada uno de los que ofrecían puerco, atado en sus
palos como ellos traen las otras cargas, y así entraban en la iglesia,
y allegados cerca de las gradas, verlos tomar los puercos y ponerlos entre
los brazos y así ofrecerlos, era cosa de reír. También
ofrecían gallinas y palomas, y todo
en grandísima cantidad; tanto que los frailes y los españoles
estaban espantados, y yo mismo fui muchas veces a mirar, y me espantaba
de ver cosa tan nueva en tan viejo mundo; y eran tantos los que entraban
a ofrecer y salían, que a veces no podía caber por la puerta.
137 Para recoger y guardar esta ofrenda hay personas diputadas,
lo cual se lleva para los pobres del hospital que de nuevo se ha hecho,7
al modo de los buenos de España, y le tienen ya razonablemente
dotado, y hay aparejo para curar muchos pobres. De la cera que se ofrece
hay tanta que basta para gastar todo el año. Luego el día
de pascua antes que amanezca hacen su procesión muy solemne, y
con mucho regocijo de danzas y bailes. Este día salieron unos niños
con una danza, y por ser tan chiquitos, que otros mayores que ellos aun
no han dejado la teta, hacían tantas y tan buenas vueltas, que
los españoles no se podían valer de risa y de alegría.
Luego acabado esto, les predican y dicen su misa con gran solemnidad.
138 Maravíllanse algunos españoles y son muy incrédulos
en creer el aprovechamiento de los indios, en especial los que no salen
de los pueblos en que residen españoles, o algunos recién
venidos de España, y como no lo han visto, piensan que debe ser
fingido lo que de los indios se dice, y
la penitencia que hacen, y también se maravillan que de lejos se
vengan a bautizar, casar y confesar, y en las fiestas a oír misa,
pero vistas estas cosas es muy de notar la fe de estos tan nuevos cristianos.
Y ¿por qué no dará Dios a éstos que a su imagen
formó su gracia y gloria, disponiéndose tan bien como nosotros?
Estos nunca vieron alanzar demonios, ni sanar cojos, ni vieron quién
diese el oír a los sordos, ni la vista a los ciegos, ni resucitar
muertos, y lo que los predicadores les predican y dicen es una cifra,
8 como los panes de San Felipe, que no les
cabe a migaja; sino que Dios multiplica su palabra, y la engrandece en
sus ánimas y entendimientos, y es mucho más el fruto que
Dios hace y lo que se multiplica y sobra, que lo que se les administra.
139 Estos indios que en sí no tienen estorbo que les impida
para ganar el cielo, de los muchos que los españoles tenemos y
nos tienen sumidos, porque su vida se contenta con muy poco, y tan poco,
que apenas tienen con qué se vestir ni alimentar. Su comida es
muy paupérrima, y lo mismo es el vestido; para dormir, la mayor
parte de ellos aún no alcanza una estera sana. No se desvelan en
adquirir ni guardar riquezas, ni se matan por alcanzar estados ni dignidades.
Con su pobre manta se acuestan, y en despertando están aparejados
para servir a Dios, y si se quieren disciplinar, no tienen estorbo ni
embarazo de vestirse y desnudarse. Son pacientes, sufridos sobre manera,
mansos como ovejas; nunca me acuerdo haberlos visto guardar injuria; humildes,
a todos obedientes, ya de necesidad, ya de voluntad, no saben sino servir
y trabajar. Todos saben labrar una pared y hacer una casa, torcer un cordel,
y todos los oficios que no requieren mucha arte. Es mucha la paciencia
y sufrimiento que en las enfermedades tienen; sus colchones es la dura
tierra, sin ropa ninguna; cuando mucho, tienen una estera rota, y por
cabecera una piedra o un pedazo de madero, y muchos ninguna cabecera,
sino la tierra desnuda. Sus casas son muy pequeñas, algunas cubiertas
de un solo terrado, muy bajo, algunas de paja, otras como la celda de
aquel santo abad Hilarión, que más parecen sepultura que
no casa; las riquezas que en tales casas pueden caber, dan testimonio
de sus tesoros. Están estos indios y moran en sus casillas, padres,
hijos y nietos; comen y beben sin mucho ruido ni voces. Sin rencillas
ni enemistades pasan su tiempo y vida, y salen a buscar el mantenimiento
a la vida humana necesario, y no más.
Si a alguno le duele la cabeza o cae enfermo, si algún médico
entre ellos fácilmente se puede haber, sin mucho ruido ni costa,
valo a ver, y si no, más paciencia tiene que Job; no es como en
México, que cuando algún vecino adolece y muere, habiendo
estado veinte días en cama, para pagar la botica y el médico
ha menester cuanta hacienda tiene, que apenas le queda para el entierro;
que de responsos y pausas 9 y vigilias le
llevan tantos derechos, o tuertos, que queda adeudada la mujer, y si la
mujer muere queda el marido perdido. Oí decir a un casado, hombre
sabio, que cuando enfermase alguno de los dos, teniendo cierta la muerte,
luego el marido había de matar a la mujer, y la mujer al marido,
y trabajar de enterrar el uno al otro en
cualquier cementerio por no quedar pobres, solos y adeudados; todas estas
cosas ahorra esta gente.
140 Si alguna de estas indias está de parto, tienen muy
cerca la partera, porque todas lo son; y si es primeriza va a la primera
vecina o parienta que la ayude, y esperando con paciencia a que la naturaleza
obre; paren con menos trabajo y dolor que las nuestras españolas,
de las cuales muchas por haberlas puesto en el parto antes de tiempo y
poner fuerza, han peligrado y quedan lijadas 10
y quebrantadas para no poder parir más; y si los hijos son dos
de un vientre, luego que ha pasado un día natural, y en partes,
dos días, no les dan leche, y los toma la madre después,
el uno con el un brazo y el otro con el otro, y les da la teta, que no
se les mueren, ni les buscan amas que los amamanten, y adelante conoce
despertando cada uno su teta; ni para el parto tienen aparejadas torrejas,
ni miel, ni otros regalos de parida, sino el primer beneficio que a sus
hijos hace es lavarlos luego con agua fría, sin temor que les haga
daño; y con todo esto vemos y conocemos que muchos de éstos
así criados desnudos, viven buenos y sanos, y bien dispuestos,
recios, fuertes, alegres, ligeros y hábiles para cuanto de ellos
quieren hacer; y lo que más hace a el caso es, que ya que han
venido en conocimiento de Dios, tienen pocos impedimentos para seguir
y guardar la vida y ley de Jesucristo.
141 Cuando yo considero los enredos y embarazos de los españoles,
querría tener gracia para me compadecer de ellos, y mucho más
y primero de mí. Ver con cuánta pesadumbre se levanta un
español de su cama muelle, y muchas veces le echa de ella la claridad
del sol, y luego se pone un monjilazo, 11
porque no le toque el viento, y pide de vestir, como si no tuviese manos
para lo tomar, y así le están vistiendo como a manco, y
atacándose 12 está rezando;
ya podéis ver la atención que tendrá; y porque le
ha dado un poco de frío o de aire, vase al fuego mientras que le
limpian el sayo y la gorra; y porque está muy desmayado desde la
cama a el fuego, no se puede peinar, sino que ha de haber otro que le
peine; después, hasta que vienen los zapatos o pantuflos y la capa,
tañen a misa y a las veces va almorzado, y el caballo no está
acabado de aderezar; ya veréis en qué son irá a la
misa; pero como alcance a ver a Dios, o que no hayan consumido, 13
queda contento, por no topar con algún sacerdote que diga un poco
despacio la misa, porque no le quebrante las rodillas. Algunos hay que
no traen maldito el escrúpulo aunque sea domingo o fiesta; luego
de vuelta, la comida ha de estar muy a punto, si no, no hay paciencia,
y después reposa y duerme; ya veréis si será menester
lo que resta del día para entender en pleitos y cuentas, en proveer
en las minas y granjerías; y antes que estos negocios se acaben
es hora de cenar, y a las veces se comienza a dormir sobremesa, sino deshecha
el sueño con algún juego; y si este fuese un año
o dos y después se enmendase la vida, allá pasaría;
pero así se acaba la vida creciendo cada año más
la codicia y los vicios, de manera que el día y la noche y casi
toda la vida se les va sin acordarse de Dios ni de su ánima, sino
con algunos buenos deseos que nunca hay tiempo para los poner por obra.
Pues qué diremos de los que en diversos vicios y pecados están
encenagados y viven en pecado mortal guardando la enmienda para el tiempo
de la muerte, cuando son tan terribles los dolores y trabajos, y las asechanzas
y tentaciones del demonio, que son tantas y tan recias, que entonces apenas
se pueden acordar de sus ánimas, y esto les viene de justo juicio
de Dios, porque el viviendo no se acuerda de Dios, muriendo no se acuerde
de sí.
142 Tienen los tales mucha confianza en los testamentos, y aunque
algo o mucho deban y lo puedan pagar, con los testamentos piensan que
cumplen; y ellos serán también cumplidos por sus hijos como
los mismos cumplieron los de los padres; entonces la cercana pena y tormentos
le abrirán los ojos que en la vida los deleites y penas cerraron
y tuvieron ciegos. Esto se entiende de los descuidados de su propia salvación,
para que con tiempo miren por sí y se pongan en estado seguro de
gracia, y de caridad y matrimonio, como muchos ya por la voluntad de Dios
viven en esta Nueva España, amigos de sus ánimas, y cuidadosos
de su salvación, y caritativos con sus prójimos; y con esto
es tiempo de volver a nuestra historia.
1
Cf. supra, nota 1 al cap. 13.
2 A partir de esta palabra, el MS
del Escorial traspone todo el resto del capítulo y todo lo del
siguiente, hasta la palabra "grandes" donde está la
llamada correspondiente a la nota 8 del capítulo 15. Los trozos
traspuestos aparecen en el trat. II, caps. 7 y 8 de la numeración
del MS del Escorial.
3 Velo rectangular para cubrir la lámina
con que se da en las iglesias la paz, haciéndola besar a los
fieles.
4 Es decir, "llagas"; las cinco
que ostenta el escudo de la orden de San Francisco en conmemoración
de los estigmas de su fundador.
5 San Lucas,
XXI, 2-4.
6 Es decir, de su modo de sustento.
7 Referencia al hospital llamado de la Encarnación
en Tlaxcala. Cf. infra, trat. II, cap. 8, nota 4.
8 En el sentido de compendio
9 Pausa: los altos a intervalos que hacía
la procesión fúnebre en que se rezaba la plegaria pública
por el alma del finado.
10 Posiblemente
ligadas, en el sentido de forzadas a no poder tener más hijos,
o lisiadas, que viene a lo mismo.
11 Monjilazo: aumentativo de monjil, traje
de lana que usaban las mujeres que visten el hábito o que llevan
luto. Aquí esta empleado en el sentido de bata.
12 Atacarse: abrocharse o abotonarse.
13 Es decir, que llegue a misa a la hora
de la elevación o antes de haber comulgado el sacerdote.
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