es de cómo los infantes de Lara se despidieron
de su madre y vieron malos agüeros
En las sierras de Altamira,
que dicen del Arabiana,
aguardaba don Rodrigo
a los hijos de su hermana:
no se tardan los infantes
y el traidor mal se quejaba;
grande jura estaba haciendo
sobre la cruz de su espada,
quien detiene a los infantes
él le sacaría el alma.
Deteníalos su ayo,
muy buen consejo les daba,
el viejo Nuño Salido,
el que los agüeros cata.
Ya todos aconsejados,
con ellos él caminaba;
con ellos va la su madre
una muy larga jornada:
¡Adiós, adiós, los mis hijos,
presta sea vuestra tornada!
Ya se parten de la madre;
en Canicosa el pinar
agüeros contrarios vieron
que no son para pasar:
encima de un seco pino
una aguililla caudal,
mal la aquejaba de muerte
el traidor del gavilán.
Vido el agüero don Nuño:
Salimos por nuestro mal,
siete celadas de moros
aguardándonos están.
Por Dios os ruego, señores,
el río no heis de pasar,
que aquel que el río pasare
a Salas no volverá.
Respondióle Gonzalvico
con ánimo singular,
era menor en los días,
mas muy fuerte en pelear:
No digas eso, mi ayo,
que allá hemos de llegar.
Dio de espuelas al caballo,
el río fuera pasar.
|
|