65. En Italia, todo el munto cre�a que el saqueo de Roma era un castigo infligido
por la providencia sobre esta ciudad perversa. Sin necesidad de recurrir a los
grandes testimonios, como el de Sadoleto o el del obispo de Fossombrone, una
de cuyas cartas traza un cuadro verdaderamente espantoso de la depravaci�n de
Roma (Opere di M.G. Guidiccioni, Barbera, col. I,
p. 193),
encontramos abundantes puntos de apoyo para formarnos esta persuasi�n con respecto
a los intolerables vicios de Roma, incluso en gentes ayunas de conciencia moral.
Aretino (La Cortigiana, final del acto I,
esc. XXIII)
escribe: Io mi credeva che il castigo, che I�ha data Cristo
per mano degli Spagnuoli, I�avesse fatta miliore, et � pi� scellerata che mai.
Y Bandello (Novelle, parte II, XXXVI),
aludiendo al
saqueo de Roma, apunta entre par�ntesis: benche y peccati di quella citt�
meritassero esser castigati. Despu�s de aducir dos testimonios como �stos,
creemos que desmerecer�a citar a un Trisino o un Vettori, quienes emplean, ambos,
vigorosas expresiones para hablar de las iniquidades de la Roma papal.