A VECES los libros se convierten en gu�as para un turismo imposible que nos lleva a lugares que ya no existen y nos presenta con personas que ya no viven. Aunque la inmensa ciudad de M�xico est� asentada sobre el mismo espacio geogr�fico que ocupara la gran Tenochtitlan, es evidente —y lamentable— que el Valle de An�huac ya no cuenta con las faccciones ni el semblante que definieron su belleza de hace siglos. S�lo por libros sabemos que este majestuoso valle, que se eleva a m�s de dos kil�metros por encima del nivel del mar, mostraba un limpio paisaje de lagos como espejos, bosques como alfombras e imponentes monta�as y volcanes nevados que se dejaban ver sin el estorbo de la moderna contaminaci�n.

FONDO 2000 presenta aqu� una selecci�n del c�lebre libro Tenochtitlan en una isla, de Ignacio Bernal, quien, a trav�s de hondas investigaciones entre los restos de nuestra memoria prehisp�nica y gracias tambi�n a incansables lecturas de las primeras cr�nicas espa�olas de la Conquista, realiz� una de las mejores descripciones de lo que �l mismo defini� como "un cuadro de fant�stica belleza". M�s que hacer un minucioso paneg�rico de las grandezas de la civilizaci�n azteca, Bernal se preocup� por desentra�ar las diversas etapas en el poblamiento del Valle de An�huac que precedieron a la �poca del esplendor mexica, realizando un recorrido historiogr�fico, por las sucesivas generaciones que "perecieron v�ctimas de sus locuras y destrozadas por los eternos b�rbaros".

Nacido en la ciudad de M�xico en 1910, Ignacio Bernal dedic� su vida al estudio de la antropolog�a y lleg� a se director general del Instituto Nacional de Antropolog�a e Historia de 1968 a 1970; ocup� en dos ocasiones la direcci�n del Museo Nacional de Antropolog�a (1962-68 y 1970-76) y desempe�� diversos encargos diplom�ticos. Prol�fico autor de art�culos, ensayos y libros, Bernal fue miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua as� como de la de Historia. En 1969 recibi� el Premio Nacional y a lo largo de su vida obtuvo numerosas distinciones internacionales.

Como un moderno Bernal D�az del Castillo, Ignacio Bernal es un testigo privilegiado del grandioso paisaje de nuestro pasado. El lector de estas p�ginas recorrer� los espacios de un paisaje sumergido en la noche de los tiempos, una planicie ahora sembrada de edificios y cuadriculada por miles de kil�metros de asfalto, que antiguamente mostraban maravillosos lagos y f�rtiles tierras, los cuales, en palabras del propio autor, "son tambi�n los creadores y destructores de los pueblos que all� vivieron. Ahora, secos, cobran venganza de la ciudad haciendo de ella un barco que se hunde lentamente".

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