Pues en el cap�tulo de suso escrito se dijo de la contenci�n de los p�jaros nocturnos y murci�lagos, quiero concluir con los dichos murci�lagos. E digo que en Tierra-Firme hay muchos de ellos, que fueron muy peligrosos a los cristianos a los principios que a aquella tierra pasaron con el adelantado Vasco N��ez de Balboa y con el bachiller Enciso, cuando se gan� el Darien; porque, por no saberse entonces el f�cil y seguro remedio que hay contra la morderura del murci�lago, algunos cristianos murieron entonces, y otros estuvieron en peligro de morir, hasta que de los indios se supo la manera de c�mo se hab�a de curar el que fuese picado de ellos. Estos murci�lagos son ni m�s ni menos que los de ac�, y acostumbran picar de noche, com�nmente por la mayor parte pican del pico de la nariz, o de las yemas de las cabezas de los dedos de las manos o de los pies, y sacan tanta sangre de la mordedura, que es cosa para no se poder creer sin verlo. Tienen otra propiedad, y es, que si entre cien personas pican a un hombre una noche, despu�s la siguiente o otra no pica el murci�lago sino al mismo que ya hubo picado, aunque est� entre muchos hombres. El remedio de esta mordedura es tomar un poco de rescoldo de la brasa, cuanto se pueda sufrir, y ponerlo en el bocado. Hay asimismo otro remedio , y es tomar agua caliene, y cuando se pueda sufrir la calor de ella, lavar la mordedura, y luego cesa la sangre y el peligro, y se cura muy presto la llaga de la picadura, la cual es peque�a, y saca el murci�lago un bocadico redondo de la carne. A m� me han mordido, y me he curado con el agua de la manera que he dicho. Otros murci�lagos hay en la isla de San Juan, que los comen, y est�n muy gordos, y en agua muy caliente se desuellan f�cilmente, y quedan de la manera de los pajaritos de ca�uela, y muy blancos y muy gordos y de buen sabor, seg�n dicen los indios, y aun algunos cristianos, que los comen tambi�n, en especial aquellos que son amigos de probar lo que ven hacer a otros.