Unas culebras delgadas, y luengas de siete o ocho pies, he visto yo en Tierra-Firme; las cuales son tan coloradas, que de noche parecen una brasa viva, y de d�a son casi tan coloradas como sangre, �stas son asaz ponzo�osas, pero no tanto como las v�boras.
Hay otras m�s delgadas y cortas y negras, y �stas salen de los r�os, y andan en ellos y por tierra cuando quieren, y son asimismos harto ponzo�osas.
Otras culebras son pardas, y son poco mayores que las v�boras, y son nocivas y ponzo�osas.
Hay otras culebras pintadas y muy luengas. E yo vi una de �stas en el a�o de 1515 en la isla Espa�ola, cerca de la costa de la mar, al pie de la sierra que llaman de los Pedernales, y la med�, y ten�a m�s de veinte pies de luengo, y lo m�s grueso de ella era mucho m�s que un pu�o cerrado, y debiera de haber sido muerta aquel d�a, porque no hed�a y estaba la sangre fresca, y ten�a tres o cuatro cuchilladas. Estas culebras tales son de menos ponzo�a que todas las susodichas, salvo que por ser tan grandes ponen mucho temor el verlas. Acu�rdome que estando en el Darien, en Tierra-Firme, el a�o de 1522 a�os, vino del campo muy espantado un Pedro de la Calleja, monta��s, natural de Colindres, una legua de Laredo, hombre de cr�dito y hidalgo, el cual dijo que hab�a visto en una senda dentro de un maizal solamente la cabeza con poca parte del cuello de una culebra o serpiente, y que no pudo ver lo dem�s de ella a causa de la espesura del ma�z, y que la cabeza era muy mayor que la rodilla dobada de una pierna de un hombre mediano, y all� lo juraba, y que los ojos no le hab�an parecido menores que los de un becerro grande; y como lo vio desde algo apartado, no os� pasar, y se torn�; lo cual el susodicho cont� a muchos y a m�, y todos lo cre�mos por otras muchas que en aquellas partes hab�an visto algunos de los que al dicho Pedro de la Calleja le escuchaban lo que es dicho; y en aquella saz�n, pocos d�as despu�s de esto, en el mismo a�o, mat� una culebra un criado m�o, que desde la boca hasta la punta de la cola ten�a de luengo veinte y dos pies, y en lo m�s grueso de ella era m�s gorda que dos pu�os juntos de las manos de un hombre mediano, y la cabeza m�s gruesa que un pu�o, y la mayor parte del pueblo la vido; y el que la mat� se llama Francisco Rao y es natural de la villa de Madrid.