Cap�tulo XIII.
Del �rbol maguey y de sus provechos

ENTRE estas frutas podremos poner el �rbol que los espa�oles llaman maguey y los indios chuchau, por los muchos provechos que de �l se sacan, de los cuales hemos hecho menci�n en otra parte. Pero el padre Blas Valera dice otras muchas m�s virtudes de chuchau y no es raz�n que se callen, aunque las diremos m�s brevemente que su paternidad.

Dice que es feo a la vista y que el madero es liviano, que tiene una corteza y que son largos de a 20 pies y gruesos como el brazo y la pierna, el meollo esponjoso y muy liviano, del cual usan los pintores y escultores de im�genes.

Las hojas son gruesas y largas de media braza. Nacen todas al pie, como las del cardo hortense y, por ende, lo llaman los espa�oles card�n. Y las hojas con m�s propiedad podr�amos llamar pencas. Tienen espinas tambi�n, como las hojas del cardo.
El zumo de ellas es muy amargo. Sirve de quitar las manchas de la ropa y de curar las llagas canceradas o inflamadas y de extirpar los gusanos de las llagas. El mismo zumo, cocido con sus propias ra�ces en agua llovediza, es muy bueno para quitar el cansancio al que se lavare con ella y para hacer diversos lavatorios medicinales.
De las hojas que se sazonan y secan al pie del tronco sacan c��amo fort�simo, del que hacen las suelas del calzado y las sogas, j�quimas y cabestros y otras cosas groseras. De las que cortan antes de que se sequen (majadas, las ponen a las corrientes de los arroyos para que se laven y pierdan la viscosidad que tienen) sacan otro c��amo menos grosero que el pasado, de que hac�an ondas que tra�an en la cabeza y hac�an ropa de vestir d�nde hab�a falta de lana o de algod�n. Parec�a el anjeo que traen de Flandes o a la estopa m�s basta que tejen en Espa�a.
Otro c��amo sacan m�s sutil que los que hemos dicho, de que hacen muy lindo hilo para redes con que cazan los p�jaros. P�nenlas en algunas quebradas angostas entre cerro y cerro, asidas de un �rbol a otro y ojean por la parte baja los p�jaros que hallan, los cuales huyendo de la gente caen en las redes, que son muy sutiles y te�idas de verde para que con el verdor del campo y de los �rboles no se parezcan las redes y caigan los p�jaros en ellas con m�s facilidad. [Hacen las redes largas de 6, 8, 12, 15 y 20 brazas y m�s de largo.]
Las hojas del maguey son acanaladas y en ellas se recoge agua llovediza. Es provechosa para diversas enfermedades. Los indios la cogen y de ella hacen brebaje fort�simo mezcl�ndola con el ma�z o con la quinua o con la semilla del �rbol mulli. Tambi�n hacen de ella miel y vinagre. Las ra�ces del chuchau muelen y hacen de ellas panecillos de jab�n con que las indias se lavan las cabezas, quitan el dolor de ellas y las manchas de la cara, cr�an los cabellos y los ponen muy negros.

Hasta aqu� es del padre Valera. S�lo a�ad� yo el largo de las redes, por ser cosa notable y porque �l no lo dice. Ahora diremos c�mo cr�an los cabellos y c�mo los ennegrecen, que es cosa b�rbara y espantable.

Las indias del Per� todas traen el cabello largo y suelto sin tocado alguno. Cuando mucho traen una cinta ancha como el dedo pulgar, con que ci�en la cabeza, si no son las collas, que por el mucho fr�o que en la tierra de ellas hace la traen cubierta. Son las indias naturalmente amic�simas del cabello muy negro y muy largo, porque lo traen al descubierto. Cuando se les pone de color casta�o o se les ahorquilla o se les cae al peinar, lo cuecen al fuego en una caldera de agua con hierbas dentro.

(Una de las hierbas deb�a de ser la ra�z del chuchau que el padre Valera dice. Que seg�n yo lo vi hacer algunas veces, m�s de una echaban. Empero, como muchacho y ni�o, ni ped�a cuenta de cu�ntas eran las hierbas ni cu�les eran.)

Para meter los cabellos dentro de la caldera que con los menjurjes herv�a al fuego, se echaba la india de espaldas. Al pescuezo le pon�an alg�n reparo para que el fuego no le ofendiese. Ten�an cuenta con que el agua que herv�a no llegase a la cabeza para que no cociese las carnes. Para los cabellos que quedaban fuera del agua tambi�n los mojaban con ella para que gozasen de la virtud de las hierbas del cocimiento.

De esta manera estaban en aquel tormento voluntario, estoy por decir casi dos horas. Aunque como muchacho no lo not� entonces con cuidado para poderlo decir ahora ajustadamente, m�s no dej� de admirarme del hecho por parecerme riguroso contra las mismas que lo hac�an. Pero en Espa�a he perdido la admiraci�n, viendo lo que muchas damas hacen para enrubiar sus cabellos: que los perfuman con azufre y los mojan con agua fuerte de dorar y los ponen al sol en medio del d�a —por los caniculares— y hacen otros condumios que ellas se saben. Que no se sabe cu�l es peor y m�s da�oso para la salud, si esto o aquello.

Las indias, habiendo hecho otros lavatorios para quitar las horruras del cocimiento, sacaban sus cabellos m�s negros y lustrosos que las plumas del cuervo reci�n mudado.

�Tanto como esto —y mucho m�s— puede el deseo de la hermosura!

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