El ideal de paz en el derecho que Ju�rez proclam� ha cobrado nueva vida en los conflictos que hoy confronta la humanidad entera. Las razones de esta lucha han invadido lo mismo el �ntimo c�rculo de los hombres que la esfera total de las naciones. Hay una nueva f�rmula de paz en el mundo: la paz armada, que erige sobre cada hombre y sobre cada pueblo el filo terrible de una consigna: �D�jame existir para que existas t�!
La coexistencia es la f�rmula de una paz f�sica, aceptada y vivida por el temor. En cambio, la paz que Ju�rez buscaba no era una paz para coexistir sino para convivir, es decir, para vivir plenamente. Y la convivencia humana requiere un armonioso concierto de las voluntades y de los esp�ritus. Es una paz que no puede ganarse con la sola delimitaci�n de fronteras, el dominio de zonas de influencia y la amenaza de las nuevas armas nucleares. Es una paz basada en los valores de la conducta.
Por eso la voluntad de Ju�rez, despu�s de muerto, es todav�a una voluntad que delibera y lucha. Por eso cuando termina la �ltima guerra y la Conferencia Interamericana resuelve "como un homenaje de todas naciones del continente al pueblo y al gobierno de los Estados Unidos Mexicanos", efectuar un acto p�blico ante la estatua del Benem�rito de las Am�ricas, licenciado Benito Ju�rez, es porque en la declaraci�n de M�xico triunfa en sus preceptos fundamentales el pensamiento de Ju�rez. Para confirmarlo, leamos estas declaraciones del Acta de Chapultepec:
Los Estados americanos no reconocen la validez de
la conquista territorial.
Los Estados americanos reiteran su ferviente adhesi�n a los principios
democr�ticos, que consideran esenciales para la paz de Am�rica.
El fin del Estado es la felicidad del hombre dentro de la sociedad.
Deben armonizarse los intereses de la colectividad con los derechos
del individuo.
El hombre americano no concibe vivir sin justicia. tampoco concibe
vivir sin libertad.
Asimismo, cuando las naciones de Am�rica firman en R�o de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Rec�proca, el pensamiento de Ju�rez ilumina sus principios:
El orden internacional est� esencialmente constituido
por el respeto a la personalidad, soberan�a e independencia de los
Estados y por el fiel cumplimiento de las obligaciones emanadas de
los tratados y de otras fuentes del derecho internacional.
Los Estados americanos condenan la guerra de agresi�n: la victoria
no da derechos.
La agresi�n a un Estado americano constituye una agresi�n a todos
los dem�s Estados americanos.
Para comprobar la exacta coincidencia de los nuevos principios americanos con el pensamiento de Ju�rez, basta recordar la honrosa constancia que el Benem�rito dej� al rendir su Informe ante el Congreso, al abrir �ste su primer periodo de sesiones el 15 de abril de 1862:
Las rep�blicas americanas dan muestras de comprender que los sucesos de que M�xico est� siendo teatro, afectan algo m�s que la nacionalidad mexicana, y que el golpe que contra ella se asesta herir�a no s�lo a una naci�n sino a todo un continente.
Por eso mismo tambi�n, M�xico luch� dignamente porque la vigencia de esos principios quedase consagrada en la Carta de los Estados Americanos suscrita en Bogot�.
Todo lo que significan las ideas de Ju�rez dentro de nuestra Constituci�n como norma de respeto a las garant�as individuales, en el campo internacional, cobran esp�ritu y cuerpo en la Carta de Bogot�, al declarar:
El orden internacional est� esencialmente constituido
por el respeto a la personalidad de los Estados.
Todo Estado americano tiene el deber de respetar los derechos de que
disfrutan los dem�s Estados, de acuerdo con el derecho internacional.
El derecho que tiene el Estado de proteger y desarrollar su existencia,
no lo autoriza a ejecutar actos injustos contra otro Estado.
Tambi�n en la patria de Bol�var se alz� la voz de M�xico en la D�cima Conferencia Interamericana, para se�alar que "la liberaci�n del temor, la liberaci�n de la necesidad, la libertad de credos religiosos y de pensamientos, fueron estandartes de la lucha que gallardamente sostuvieron las Naciones Unidas. Y que su negaci�n o su olvido retardar�a y ensombrecer�a la evoluci�n pol�tica de nuestros pueblos".
Consciente de estos peligros, la voz de los mexicanos record� a los pa�ses de Am�rica las palabras del presidente Ruiz Cortines, en la presa Falc�n, dictadas por una profunda convicci�n juarista:
Debemos contribuir a que la atm�sfera de crisis que predomina en los asuntos mundiales no divida a los pa�ses de este continente. Deseamos que, fieles al pensamiento de nuestros h�roes y patricios, resueltos todos a engrandecer nuestras democracias con el ejercicio efectivo de la democracia, permanezcamos unidos en el culto de la soberan�a de los pueblos y del derecho inviolable que les asiste al pleno goce de sus libertades civiles y pol�ticas.
La misma voz mexicana se�al� a los representantes de los pa�ses americanos la conducta que el presidente Ruiz Cortines ha dado a su gobierno, guiado por su fervoroso credo de respeto a las libertades del hombre, al expresar ante este Congreso:
Estoy cierto de que menores males causa a la Rep�blica el abuso de las libertades ciudadanas, que el m�s moderado ejercicio de una dictadura.
Yo considero, por ello, que no s�lo por el alto deber de su cargo sino por un noble derecho ganado por su alentadora firmeza c�vica, don Adolfo Ruiz Cortines, como presidente y como digno ciudadano, presente o ausente, acompa�a y preside en todos estos actos la devoci�n juarista de su pueblo.
Recuerdo que al hablar a su nombre en la ciudad de Oaxaca expres� su saludo a la multitud ciudadana, diciendo que as� como ellos viv�an en esos momentos a la sombra frondosa de sus laureles centenarios, la Rep�blica viv�a a la sombra eterna del pensamiento del indio Benem�rito.
Al d�a siguiente, al hablar nuevamente en Huajuapan de Le�n y al darme instrucciones para pronunciar el discurso, me orden� con cari�osa y en�rgica sencillez:
D�gales que no solamente vivimos a la sombra del pensamiento de Ju�rez, sino bajo el mandato de su ejemplo. Que si ellos me han otorgado el t�tulo honroso de ciudadano oaxaque�o, es porque saben que soy juarista y, si me sienten juarista, es porque saben que por ser presidente de M�xico soy servidor del pueblo y un soldado de la Constituci�n.
Por decisi�n expresa del presidente Ruiz Cortines, nuestro representante en la Asamblea de Caracas hizo una justa s�ntesis de los deberes a que deben dar cumplimiento los pa�ses de este continente:
Nuestro programa de acci�n ha de ser: defender la democracia sin coartar su ejercicio efectivo, proteger nuestras instituciones sin conculcar la libertad y el respeto a los derechos humanos, robustecer la solidaridad continental sin menoscabar la soberan�a y la independencia de cada Estado. Podemos y debemos desarrollar este programa mediante la aplicaci�n de m�todos y procedimientos dignos de nuestra �poca, alejada ya por ventura de la inquisici�n, de los autos de fe, de los intentos siempre fallidos de reglamentar la conciencia y el pensamiento de la humanidad.
Igualmente, en la �ltima Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando al tratarse el tema de Argelia el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, urgiendo la soluci�n del conflicto, emiti� las palabras de don Benito Ju�rez: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", como un ejemplo para poder llegar a un acuerdo en este caso, el representante de M�xico ante dicho organismo mundial, al hacer la explicaci�n del voto de M�xico, agradeci� al canciller de Francia aquella cita, y expres� que la misma puede servir como norma para la soluci�n , no solamente del caso de Argelia, sino de cualquier conflicto entre naciones, para que la humanidad goce de una m�s justa convivencia.
A la luz de tales testimonios hemos declarado, al iniciar este discurso que honrar la muerte de Ju�rez es honrar la vida del m�s universal de los mexicanos. Y lo es, precisamente, por ser tan profundamente mexicano. En ninguna voluntad de mexicano se ha dado, como en la de Ju�rez, la voluntad estoica de su pueblo; en ning�n rostro de mexicano como en el de Ju�rez, se ha dado el rostro humilde y recio del pueblo mexicano; en ning�n esp�ritu se ha dado, como en el de Ju�rez, la fuerza heroica y tenaz del alma mexicana. El pueblo es la naturaleza de Ju�rez y Ju�rez es el �rbol glorioso donde florecen todas las virtudes de su pueblo.
Y habremos de proclamarlo siempre: en la teor�a de los fundadores de M�xico, Cuauht�moc es el gesto, Hidalgo es la fe, Morelos es la acci�n, y Ju�rez es la conciencia de la patria.