Los atene�stas necesitaban a la Universidad tanto como la Universidad necesit� de ellos en el momento de iniciar sus actividades el 21 de septiembre de 1910. En Pasado inmediato, Alfonso Reyes Precisa que "la ocupaci�n de la Universidad" fue una de las batallas que formaron parte de la segunda campa�a que emprendi� su generaci�n, definitivamente identificada como "del Ateneo".
La llegada a M�xico, en 1906, del joven dominicano Pedro Henr�quez Ure�a, le dio un sentido diferente a las reuniones que sol�an tener los intelectuales, las cuales oscilaban entre la tertulia y la bohemia. Con un rigor poco usual, un grupo de j�venes lectores comenz� a celebrar aut�nticos seminarios alrededor de las lecturas que hac�an en com�n. Con ello mitigaban la frustraci�n de tener que acudir a la Escuela de Jurisprudencia, la m�s parecida a una "facultad de Humanidades". La lectura de cl�sicos y contempor�neos les permit�a amanecerse en el estudio de Jes�s T. Acevedo o en la biblioteca de Antonio Caso. Aunque se trataba de una minor�a, hac�a patente la necesidad de una Universidad y, dentro de ella, de una Escuela de Altos Estudios, en el cual la literatura y la filosof�a fueran asunto de ense�anza y aprendizaje.1
Justo Sierra tuvo en los atene�stas la respuesta que hab�a buscado durante muchos a�os. Con ellos, que alrededor de 1908 ya hab�an concluido sus estudios profesionales, se pod�a enriquecer la planta docente de la Escuela Nacional de Altos Estudios. Los primeros pasos, sin embargo, fueron dif�ciles. Al principio no hab�a alumnos, a pesar de la excelencia de profesores invitados como Franz Boas, y hubo que sortear los ataques originados en el cen�culo de la ortodoxia comtiana, la Revista Positiva de Agust�n Arag�n, quien lleg� a presentar solicitud a la C�mara de Diputados de clausurar la nueva instituci�n, y particularmente la Escuela de Altos Estudios. Arag�n y Horacio Barreda hijo del introductor del positivismo en M�xico consideraban que la nueva instituci�n y su consecuencia eran elitistas y metaf�sicas, por lo que deb�an ser erradicadas. Los diputados cayeron en el juego y el asunto pas� a debate. La Universidad fue defendida por F�lix F. Palavicini, Rafael de la Mora y Alfonso Cabrera en la XXVI Legislatura Federal, en plena era maderista.2
Los j�venes del Ateneo se identificaron, en su mayor�a, con la Universidad. Su combate al positivismo les dio una clara significaci�n. La Universidad, por s� sola, era una instituci�n antipositivista, tal como se presentaba en su nueva versi�n de 1910. La Universidad ten�a en los atene�stas a colaboradores muy valiosos y ellos ten�an en la Universidad un �mbito donde desarrollar un magisterio y tratar de profesionalizar el estudio de la filosof�a y las letras. Para llevar a cabo su labor de difusi�n cultural, crearon en el propio 1912 la Universidad Popular Mexicana, con la cual llegaron a n�cleos mayoritarios. En Altos Estudios har�an, en un plan formal, lo que hab�an iniciado desde 1907 con sus reuniones, en las cuales se improvisaron en maestros de ellos mismos, habiendo tomado un papel determinante Henr�quez Ure�a, reconocido entre sus cong�neres por sus dotes de maestro, no en el sentido de gran catedr�tico de lecciones magistrales, como Antonio Caso, sino por el rigor de su ense�anza, por la manera como atend�a al alumno y lo hac�a llegar a la autocr�tica, a conocer a trav�s de fuentes directas y a ser sistem�tico en su proceder.
Los a�os de la Sociedad de Conferencias y los iniciales de Ateneo fueron preparatorios para lo que entre 1910 y 1914 ser�a una actividad decisiva dentro del �mbito universitario. La "facultad de Humanidades" que hab�an improvisado rendir�a frutos en los a�os que van del invierno del porfiriato a la ca�da del huertismo.
Henr�quez Ure�a encontr� en la reci�n inaugurada Universidad Nacional de M�xico el lugar id�neo para continuar sus "horas de estudio". Al llegar a M�xico, tra�a consigo el bachillerato, que estudi� en el Instituto Profesional de la Rep�blica Dominicana, concluido en enero de 1901 y revalidado por la Escuela Nacional Preparatoria, lo que le permiti� matricularse, como todos, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, despu�s de haber estudiado Teor�a General del Derecho en la Universidad de Nueva York.
El 22 de septiembre es oficial de la Secretar�a de la Universidad y en ese puesto habr� de permanecer salvo licencia concedida del 1� de mayo al 15 de julio de 1911 hasta marzo de 1914, cuando volvi� a solicitar licencia, ahora indefinida y sin goce de sueldo, para viajar a Santo Domingo y a Europa.3 En esa etapa concluye sus estudios de licenciatura y presenta una tesis cuyo tema es, precisamente, La Universidad.