�AY DE m�! Cuantas veces, arrobado
en la contemplaci�n de una quimera,
me olvid� de la noble compa�era
que Dios puso a mi lado.
�Siempre est�s distra�do! me dec�a;
y yo, tras mis fantasmas estelares,
por escrutar lejanos luminares
el �ntimo lucero no ve�a.
Qu� insensatos antojos
los de mirar, como en tus versos, Hugo,
las estrellas en vez de ver sus ojos,
desde�ando, en mi triste desatino,
la cordial lucecita que a Dios plugo
encenderme en la sombra del camino...
Hoy que parti� por siempre del amor m�o,
no me importan los astros, pues sin ella
para m� el universo est� vac�o.
Antes, era remota cada estrella:
hoy, su alma es la remota, porque en vano
lo buscan mi mirada y mi deseo.
Ella, que iba conmigo de la mano,
es hoy lo m�s lejano:
los astros est�n cerca, pues los veo.
9
de abril de 1912 |