Corresponde a la sesi�n de GA 3.2 DE LA RECOLECCI�N A LA AGRICULTURA
La necesidad natural del hombre por proveerse de alimento y asegurar su subsistencia, lo ha llevado a conocer y a aprovechar los recursos que su medio puede ofrecerle. Los primeros grupos humanos no fueron la excepci�n. Gracias a sus primitivas herramientas como hachas, navajas, raspadores y perforadores, las comunidades prehist�ricas pudieron adaptarse con mayor facilidad al medio que los rodeaba.
Hace miles de a�os, entre el a�o 600 000 y el 10 000 antes de nuestra era (a.n.e.), el planeta sufri� enfriamientos que modificaron la flora y la fauna; estos cambios, conocidos como glaciaciones, provocaron una expansi�n del hielo de los polos y de las altas zonas monta�osas que lleg� a cubrir enormes extensiones del planeta. De este modo, mamuts, rinocerontes lanudos, ciervos y otros animales que en grandes manadas poblaban el planeta, emigraron hacia regiones con climas menos fr�os, buscando llanuras o bosques m�s templados donde habitar y reproducirse.
Los cambios clim�ticos tambi�n afectaron las costumbres del hombre. Al agotarse la vegetaci�n, disminuy� notablemente la recolecci�n, uno de sus principales medios de adquirir alimento. Sin frutos silvestres de qu� alimentarse, el hombre tuvo que recurrir a la cacer�a para su subsistencia y se dispuso a seguir a los animales que emigraban hacia climas m�s benignos. De esta manera, esos grupos de recolectores cazadores -llamados n�madas- iniciaron una serie de migraciones que les llevaron a recorrer continentes enteros.
Fue precisamente en estos primeros grupos donde se inici� la organizaci�n familiar, que asegur� la reproducci�n y protecci�n de los miembros de cada familia. Posteriormente, la uni�n de varias familias dio lugar a un tipo de comunidad m�s compleja y numerosa: el clan.
Dentro de los clanes, la organizaci�n del trabajo era de la siguiente manera: los hombres se dedicaron a la caza, la pesca y a la elaboraci�n de sus armas y utensilios; las mujeres, a la recolecci�n de frutos silvestres, a la cester�a, a recoger le�a para el fuego y al cuidado de los ni�os, quienes participaban en el trabajo colaborando en las labores femeninas.
Sin embargo, a partir del a�o 10 000 a.n.e., las cosas empezaron a cambiar. Nuevas transformaciones clim�ticas trajeron una temperatura m�s c�lida y estable, tal y como la conocemos ahora. Los hielos empezaron a derretirse, permaneciendo solamente en los polos y en lugares muy elevados. La conformaci�n del planeta se hab�a transformado. El deshielo de los glaciares dej� al descubierto extensas zonas boscosas y provoc� la aparici�n de enormes lagos. A su vez, antiguas regiones selv�ticas y boscosas se convirtieron en llanuras y desiertos.
Una vez m�s, las grandes manadas emigraron, esta vez hacia el norte, buscando bosques m�s fr�os a los cuales ya estaban habituados. Su lugar en las llanuras y bosques templados fueron ocupados por otras especies; asnos, venados y toros; fueron propag�ndose cereales silvestres como el mijo y el arroz, en Asia; el trigo y la cebada, en Medio Oriente; y el ma�z, en Am�rica.
Gracias a la experiencia acumulada por la observaci�n de los animales, de las plantas y de las estaciones del a�o, el hombre inici� lentamente su transici�n de cazador recolector a ganadero agricultor.
La agricultura se origin� seleccionando cereales silvestres cuyas espigas tuvieran granos abundantes y firmes, cultiv�ndolos posteriormente.
Los primeros cultivos se realizaron mediante diferentes m�todos, dependiendo de las condiciones del suelo; ciertas evidencias sugieren que �stos se realizaban hurgando la tierra con una estaca y, m�s tarde, labrando con una azada -una hoja de piedra o una asta de ciervo sujeta a un palo- con la que se horadaba la tierra.
La ganader�a, es decir, la cr�a de animales dom�sticos, surgi� a partir del control de las manadas salvajes de cabras, toros y otros animales, de los cuales el hombre obten�a carne, huesos y piel. Seleccionando aquellos ejemplares m�s d�ciles y cuyas caracter�sticas se adecuaban a los intereses del clan para su supervivencia, el hombre propici� cambios en los animales salvajes, originando los ganados actuales.
La agricultura y la ganader�a dom�stica eran dos actividades que requer�an, necesariamente, de campamentos fijos para que la comunidad pudiera dedicarse a ellas. Esto favoreci� el establecimiento permanente de los hombres en peque�as aldeas, es decir, se hicieron sedentarios. Las tiendas de piel que formaban los campamentos n�madas fueron reemplazadas por construcciones de troncos y ramas y, finalmente, por peque�as casas de adobe.
Muchos cambios se dieron a partir del asentamiento de las poblaciones; debido a que las fuentes alimenticias se volvieron regulares y constantes, la poblaci�n aument� en n�mero. Esto provoc� que los clanes aumentaran sus miembros formando pueblos unidos por lazos familiares y por la cooperaci�n en el trabajo.
En esta etapa, la organizaci�n del trabajo fue la siguiente: la caza, la cr�a de ganado y la elaboraci�n de herramientas eran actividades masculinas; en las mujeres reca�an las responsabilidades de la recolecci�n, el cultivo, los trabajos dom�sticos y la alfarer�a. La agricultura era una actividad compartida entre hombres y mujeres, aunque la participaci�n femenina fue determinante ya que se aprovech� su experiencia en la recolecci�n de frutos y semillas.
A partir de la agricultura, las primeras sociedades crecer�an tanto en n�mero como en complejidad. La recolecci�n y la caza disminuyeron en importancia debido a que los granos cosechados pod�an almacenarse y el ganado representaba una fuente segura de carne. De los peque�os asentamientos sedentarios nacer�an pueblos m�s grandes. Nuevas necesidades aparecer�an para estas sociedades y su organizaci�n dejar�a de depender de los lazos familiares. La cultura de las grandes urbes estaba casi a la puerta.