Corresponde a la sesi�n de GA 1. UN CABALLERO ANDANTE
Los siglos XVI y XVII en Espa�a representan el momento de mayor florecimiento de las artes, debido a su gran riqueza cultural, representada por las creaciones del Renacimiento y el Barroco; a este periodo se le conoce como Siglo de Oro.
El auge de las manifestaciones art�sticas permite que se produzcan singulares obras de arte en arquitectura, escultura, pintura, m�sica y, por supuesto, en literatura, en la cual se cultivan todos los g�neros: en la l�rica, los poetas m�sticos escriben poemas de gran elevaci�n; los conquistadores relatan sus haza�as en cr�nicas hist�ricas; el teatro entusiasma al pueblo, ya que se identifica con sus personajes; en el g�nero narrativo se escriben novelas de caballer�a y picarescas que reflejan con acierto la sociedad espa�ola de esa �poca.
Durante el Siglo de Oro se escribe tambi�n la obra cumbre de la literatura espa�ola, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha; la importancia de esta novela radica en que con ella se consolida el idioma espa�ol y se fijan sus reglas gramaticales; a trav�s de la pluma de Miguel de Cervantes Saavedra, el espa�ol adquiere categor�a y dimensi�n universales.
Miguel de Cervantes ejerci� varios oficios durante su vida, entre ellos el de soldado; como tal, tom� parte en la Batalla de Lepanto, donde result� herido en la mano izquierda, por lo que se le conoce como "El manco de Lepanto" Cervantes fue dramaturgo, poeta y novelista; destac� m�s en este �ltimo g�nero por su profundo conocimiento del ser humano y de la sociedad del siglo XVII.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es una novela que incluye varias historias de diverso tipo: pastoriles, sentimentales, picarescas, moriscas y de caballer�a; en ellas hay minuciosas descripciones de lugares y objetos, as� como interesantes di�logos entre los personajes.
En esta obra se relatan las haza�as de un hidalgo y su escudero, quienes recorren los caminos de la Mancha "deshaciendo entuertos" y emulando los actos heroicos de los caballeros andantes narrados en los libros de caballer�a. Al igual que ellos, Don Quijote necesita una dama de la cual enamorarse, "porque caballero sin dama es corno �rbol sin hojas". Con el recuerdo de una muchacha campesina crea en su imaginaci�n a Dulcinea del Toboso, su dama ideal.
La novela est� dividida en dos partes. La primera, publicada en 1605, consta de 52 cap�tulos. En ella se narran dos salidas de Don Quijote: va solo en la primera y acompa�ado de su fiel escudero Sancho Panza, en la segunda. En 1615 sale a la luz la segunda parte, es decir, diez a�os despu�s de la primera; consta de 74 cap�tulos en donde se relata la �ltima salida del Quijote y su regreso a casa para morir, despu�s de haber recobrado la cordura.
Don Quijote representa el idealismo y los sentimientos m�s elevados del ser humano; su extraordinaria locura abunda en valores humanos como la justicia, la bondad, la belleza y la libertad. Montado en un flaco caballo al que llama Rocinante y enfundado en una vieja armadura recorre los campos de la Mancha, acompa�ado de su fiel Sancho Panza, quien simboliza el realismo y las virtudes y defectos del pueblo espa�ol: es sencillo, aut�ntico, realista, avaro y chismoso. Conforme transcurren los cap�tulos de la obra, Sancho va quedando contagiado del idealismo de su se�or y los personajes se van transformando hasta el punto en que Don Quijote aprende de Sancho a poner los pies en la tierra y Sancho, por influencia de su se�or, comienza a descubrir ideales y a creer en sus propios sue�os.
Uno de los valores m�s grandes de esta obra es la exaltaci�n que Cervantes hace de los valores universales del hombre, tales como: el respeto hacia la mujer y su idealizaci�n, la libertad, la justicia y la ayuda y protecci�n al d�bil y necesitado.
Para concluir, se presenta un fragmento del primer cap�tulo de la novela, para disfrute del lector.
Que trata de la condici�n y ejercicio del famoso hidalgo
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viv�a un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, roc�n flaco y galgo corredor. Una olla de algo m�s vaca que carnero, salpic�n las m�s noches, duelos y quebrantos los s�bados, lentejas los viernes, alg�n palomino de a�adidura los domingos, consum�an las tres partes de su hacienda. El resto de ella conclu�an sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los d�as de entre semana se honraba con su vellor� de lo m�s fino. Ten�a en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veintes, y un mozo de campo y plaza, que as� ensillaba el roc�n como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta a�os; era de complexi�n recia, seco de carnes, enjunto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que ten�a el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben; aunque por conjeturas veros�miles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narraci�n de �l no se salga un punto de la verdad...