Corresponde a la sesi�n de GA 16. LAS BUENAS CONCIENCIAS
El siglo XX se caracteriza por ser una �poca de contrastes: descubrimientos cient�ficos, guerras mundiales, cambios en los sistemas de gobierno, incremento y progreso de la econom�a de algunos pa�ses, cambios sociales y pol�ticos, renovaci�n de las artes, etc�tera.
La literatura se ve afectada tambi�n por todos estos cambios. En M�xico, a principios de siglo, se escribe sobre la Revoluci�n Mexicana; se trata de explicar cu�les fueron las causas que propiciaron este movimiento y cu�les sus consecuencias. Algunos de los escritores de esta �poca participaron activamente en la lucha armada y esto les proporciona el tema de sus novelas, como Mariano Azuela, quien escribe Los de abajo o Mart�n Luis Guzm�n con su novela La sombra del caudillo. Hay una etapa posrevolucionaria en la que se retoma el pasado para explicar el presente. Entre los escritores de esta �poca se encuentran: Agust�n Y��ez con Al filo del agua, Juan Rulfo con Pedro P�ramo y Carlos Fuentes, autor de Las buenas conciencias.
En los dem�s pa�ses latinoamericanos se escribe novela regionalista que explica la relaci�n del hombre con su medio ambiente. Do�a B�rbara de R�mulo Gallegos es muestra de esta novela, trata el problema de la posesi�n de la tierra por los caciques y el despojo a los pobres.
A partir de la segunda mitad de este siglo, la creaci�n literaria en Am�rica Latina es vasta y magn�fica y las obras, sobre todo las novelas, son traducidas a varios idiomas, imprimi�ndose un gran n�mero de ejemplares. Este fen�meno se conoce como el boom latinoamericano. Las novelas representativas de este periodo son: Cien a�os de soledad, del colombiano Gabriel Garc�a M�rquez; Rayuela , del argentino Julio Cort�zar; La ciudad y los perros, del peruano Mario Vargas Llosa y El siglo de las luces, del cubano Alejo Carpentier.
Carlos Fuentes, novelista mexicano, retrata en Las buenas conciencias (1959) a la sociedad burguesa mexicana de la posrevoluci�n. El personaje principal rompe con muchas costumbres y tradiciones de su familia, los Ceballos Balc�rcel. Se presentan, a lo largo de la obra, episodios muy interesantes que dan cuenta de la evoluci�n que sufre el adolescente Jaime Ceballos. El padre de �ste, Rodolfo, es un hombre d�bil cuya hermana, Asunci�n, lo obliga a abandonar a su esposa y poner al ni�o (Jaime) bajo su cuidado para satisfacer su maternidad frustrada. El t�o Juan Balc�rcel se dedica a amasar una fortuna y cuidar el "orden" y "moralidad" de su casa. En la preparatoria conoce a otro joven, Juan Manuel Lorenzo, con quien traba una gran amistad, comparten sus inquietudes e ideales. Jaime ejerce el camino del buen orden, su amigo en cambio, el de la lucha constante. Sin embargo, queda el recuerdo de la bella amistad que cultivaron en esa etapa de su vida.
A continuaci�n, lee un fragmento de esta novela de Carlos Fuentes en donde se muestra la amistad que un�a a los dos j�venes.
Todas las tardes de los s�bados -como �sta-- Juan Manuel caminaba con Jaime por los callejones y plazas de Guanajuato. "Para�so cerrado para muchos": as� sent�a el joven Lorenzo su ciudad de Guanajuato, peque�o habit�culo del tama�o del hombre, ciudad a prop�sito para la conversaci�n y el paseo lentos, m�gica en sus laberintos de piedra y en sus cambiantes colores definidos por el paso del d�a y de la noche.
Tal era la academia del despertar inteligente de los dos amigos. Pues �cu�l sino �sta es la primera y verdadera escuela del descubrimiento personal: los paseos largos y casi silenciosos con el amigo de la adolescencia, el primero que nos da trato de hombre, el primero que comparte con nosotros una lectura, una idea en germen, un nuevo proyecto de vida? Esto era lo que Juan Manuel y Jaime se daban, el uno al otro, en su semanal callejoneo.
Juan Manuel le hab�a prestado a Jaime la novela de Stendhal el s�bado pasado. Al muchacho rico le era m�s dif�cil comprar libros que al pobre, pues �ste contaba con la m�nima independencia de la cual aqu�l carec�a en absoluto. Los Balc�rcel, por lo dem�s, ejerc�an su estricta censura. Por esto, el joven deb�a meter de contrabando, s�bado a s�bado, el volumen que el amigo le prestaba. Era siempre un volumen anotado, subrayado, de la m�s pobre edici�n, pronto a desprenderse de sus protectoras camisas de cartulina.
-�Lo has le�do... mi libro? - pregunt� Juan Manuel cuando Jaime sali� a la plaza y le puso una mano sobre el hombro.
-Me lo confiscaron los t�os. Dicen que est� prohibido.
Los dos tomaron el consabido camino del Callej�n de los Cantaritos. Juan Manuel iba en silencio, con una expresi�n triste, pero Jaime - aunque sinti� el impulso- no se atrevi� a ofrecerle un nuevo ejemplar.
-Tus t�os, Ceballos... �comprender�n de una manera tan clara... lo que explica ese libro?
Llamarse por los apellidos era uno de los convenios t�citos de esta amistad juvenil. Los desplantes individuales -de pedanter�a, de reserva, de rebeli�n, de burla, de singularidad externa-- que entre nosotros reciben el nombre gen�rico de la "edad de la punzada", no son sino maneras de afirmarse a los ojos de quienes no conceden personalidad al adolescente. Esta actitud, entre amigos, se traduce en un instintivo af�n de respeto mutuo, que Jaime y Juan Manuel aplicaban, particularmente, de este modo. A Ceballos, al principio, se le hac�a dif�cil darle la categor�a correspondiente al compa�ero con el patron�mico que no parec�a tal. Sin embargo, Juan Manuel no dec�a "Lorenzo" como si se tratase de un nombre de santoral: quebraba la palabra en la segunda s�laba, la acentuaba, y despu�s dejaba fluir la �ltima como un suspiro.
"Lorenzo" Jaime aprendi� a pronunciarla as�, y el joven ind�gena se lo agradec�a con un fugaz brillo de los ojos.
-�Qu� es lo que m�s te ha... impresionado... expl�citamente?
-Sabes, Lorenzo... - Jaime dobl� los brazos sobre el pecho y frunci� el ce�o. Hay una parte donde dice que toda gran acci�n es extremista cuando un hombre grande la emprende y luego dice que s�lo cuando se ha cumplido les parece grande a los mediocres.
Los amigos tambi�n se demostraban su mutuo respeto mediante esta expresi�n cuidadosa, casi rebuscada, de las citas e ideas.
Jaime frunci� peculiarmente la nariz: - Me parece una buena regla, �no crees?
Los dos amigos compart�an amistad, lecturas, inquietudes e ideales. Finalmente, habr�an de separarse, pero para ambos qued� el recuerdo de aquel tiempo en el que los paseos eran el pretexto para estar juntos y empezar a comportarse como adultos.
Despu�s de realizar una lectura, es conveniente hacer un comentario para reflexionar y opinar sobre lo que se ley�. El procedimiento para realizar el comentario de una lectura es formular preguntas de acuerdo con tres niveles de comprensi�n:
1.Nivel literal, el cual se refiere al contenido de la obra (resumen). Ejemplo: �qui�nes eran Jaime y Juan Manuel?
2. Nivel interpretativo, que permite deducir lo que no est� dicho a partir de la informaci�n que se ha dado. Ejemplo: �por qu� se identificaban tanto Jaime y Juan Manuel?
3. Nivel valorativo, el cual posibilita expresar un juicio sobre los hechos que se presentan. Ejemplo: �qu� representaban para ellos los paseos por Guanajuato?
Respondiendo las preguntas en los tres niveles se puede elaborar un comentario fundamentado. Ejemplos:
Jaime Ceballos y Juan Manuel Lorenzo eran dos adolescentes amigos que recorr�an las calles de Guanajuato intercambiando opiniones, se identificaban por su edad y porque ten�an una forma de pensar semejante; los paseos que realizaban cada semana representaban poder estar juntos, tratarse y reconocerse a s� mismos como adultos y platicar de lo que, con sus parientes, no pod�an hacer.
Considero que la actitud de estos j�venes de principios de siglo es muy parecida a la de los actuales, pues buscan amigos igualmente j�venes para contarse hasta los pensamientos m�s �ntimos, sabiendo que el que los escucha dar� su punto de vista tratando de que el amigo encuentre una soluci�n al problema o asunto planteado.