15. Cleopatra en Veracruz


Corresponde a la sesi�n de GA 11.CANTO Y M�SICA VERACRUZANOS

Durante su juventud, el poeta Salvador D�az Mir�n (1853 - 1928), animado por una desbordante rebeld�a, retaba a duelo a los gobernantes que consideraba corruptos, lo cual le vali�, en una ocasi�n, perder la movilidad de un brazo y, en otra, ser encarcelado. Con esa misma pasi�n imaginaba y buscaba la armon�a perfecta, la plenitud, el amor, el erotismo y la sensualidad en sus poemas, al igual que otros autores de su �poca a los que se les llam� modernistas.

As�, una vez, al escribir en Veracruz, donde hab�a nacido, Salvador D�az Mir�n tuvo una magn�fica visi�n de la c�lebre Cleopatra, que �l describi� voluptuosa y sensual, como se aprecia en este poema.

Cleopatra

La vi tendida de espaldas entre p�rpura revuelta... Estaba toda desnuda aspirando humo de esencias en largo tubo escarchado de diamantes y perlas.

Sobre la siniestra mano apoyada la cabeza, y cual el ojo de un tigre un �palo daba en ella vislumbres de sangre y fuego al oro de su ancha trenza.

Ten�a un pie sobre el otro y los dos como azucenas, y cerca de los tobillos argollas de finas piedras, y en el vientre un denso tri�ngulo de rizada y rubia seda.

En un brazo se torc�a como cinta de centella un �spid de filigrana salpicado de turquesas, con dos carbunclos por ojos y un dardo de oro en la lengua.

Tibias estaban sus carnes, y sus altos pechos eran cual blanca leche vertida dentro de dos copas griegas, convertida en alabastro, s�lida ya, pero a�n tr�mula.

�Ah! hubiera yo dado entonces todos mis lauros de Atenas por entrar en esa alcoba coronado de violetas, dejando con los eunucos mis coturnos a la puerta.[FNT 10]

Glosario

�spid. Culebra venenosa propia de Egipto, de color verde amarillento con manchas pardas.

carbunclo. Rub�, que luce en la oscuridad como un carb�n encendido.

Coturnos. Calzado de lujo, usado por los griegos y adoptado por los romanos, que cubr�a desde el pie hasta la pantorrilla

vislumbre . Reflejo de la luz o tenue resplandor por la distancia de ella.

En esta obra, el autor hace referencia a un mundo legendariamente exquisito, refinado y elegante: el del reino de Egipto dominado por la Roma imperial. La desnudez de la soberana, ya de por s� notablemente hermosa, parece acentuarse en tal ambiente, que ofrecen m�ltiples est�mulos para los sentidos.

As�, la vista es halagada por la evocaci�n de objetos preciosos como la p�rpura (tela entintada de color p�rpura, de elevado precio, que usaban en sus vestiduras c�nsules, reyes y emperadores), un tubo escarchado de diamantes y de perlas, un �palo y argollas de finas piedras; por destellos que producen las joyas (un �palo daba en ella/ vislumbres de sangre y fuego), colores puros y deslumbrantes que a veces contrastan entre s� (la blancura del cuerpo femenino y el rojo subido de la p�rpura del lecho donde est� tendido; el oro de su trenza). Igualmente, el olfato es obsequiado con la referencia al humo de esencias y al aroma al que, indirectamente, se hace alusi�n al comp�rarse imaginativamente con azucenas los delicados pies de Cleopatra. Por �ltimo, tambi�n se hace menci�n, entre otros, de un est�mulo para el tacto: la seda.

En tal escenario voluptuoso, resulta m�s f�cil y afortunada la expresi�n de la emoci�n �ntima del poeta, que describe el cuerpo de la emperatriz con plenitud de erotismo y sensualidad.

Por otro lado, la propia forma del poema contribuye a crear esa atm�sfera de riqueza y placer de los sentidos. As�, por ejemplo, la aliteraci�n, es decir, la repetici�n de ciertos sonidos de la lengua, en algunos versos y estrofas, produce efectos r�tmicos y musicales acordes con las ideas, emociones y sensaciones a que el poeta se refiere. En el primer verso del poema, la repetici�n del sonido /d/ evoca la insistencia y el deleite con que la mirada del poeta se fija en la espalda desnuda de la mujer. Luego, la turbadora visi�n del blanco cuerpo femenino en medio de la desordenada tela roja provoca una fuerte emoci�n al escritor, a la que en el plano sonoro corresponde, en el segundo verso, la repetici�n de una consonante tambi�n fuerte y agresiva: /r/.

El lenguaje del poema es adem�s elegante, porque abunda en t�rminos ex�ticos y resonantes como p�rpura, esencias, siniestra, vislumbres, �spid, etc�tera, y en im�genes coloridas (al oro de su ancha trenza), algunas de ellas esplendorosas (un �palo daba en ella/vislumbres de sangre y fuego/al oro de su ancha trenza).

Los rasgos del poema, hasta aqu� mencionados, son propios de la corriente literaria de la que form� parte Salvador D�az Mir�n: el Modernismo. Este movimiento se desarroll� peculiarmente en Hispanoam�rica hacia fines del siglo XIX y principios del XX, y tuvo, entre otros representantes, al nicarag�ense Rub�n Dar�o (Azul...), los mexicanos Manuel Guti�rrez N�jera (La duquesa Job), Amado Nervo (La amada inm�vil) y Enrique Gonz�lez Mart�nez (La muerte del cisne), el argentino Leopoldo Lugones (Lunario sentimental) y el peruano Jos� Santos Chocano (Alma Am�rica).


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