A la prosperidad demográfica y económica


LUEGO DE DOS SIGLOS Y MEDIO de dominación española, la población de la Nueva Vizcaya mostraba una disminución gigantesca. Las estimaciones disponibles indican que disminuyó sostenidamente desde el arribo de los españoles hasta llegar a 1800 con apenas la mitad del monto alcanzado en el momento del contacto. Para ponerle números a esta afirmación, puede decirse que hacia 1800 en la Nueva Vizcaya había unas 170 000 personas menos que en 1519. Esto significa que el conjunto de acontecimientos relatados atrás tiene que verse en el marco de esta terrible pérdida demográfica. Este comportamiento de la población se explica por el violento proceso de dominación española que incluyó la extinción, asimilación y el mestizaje de algunos grupos (conchos y tobosos) y el debilitamiento de otras etnias, como tarahumaras y tepehuanes. Pero lo que debe destacarse es que el poblamiento español trajo consigo el despoblamiento indígena.



CUADRO IV.1. Población de la Nueva Vizcaya (1519-1821)

Tabla que demuestra la pérdida demográfica por la dominación española que incluyó la extinción y mestizaje de algunos grupos, y debilitamiento de otras etnias; además de destacarse un poblamiento español.

FUENTE: Peter Gerhard, The North Frontier of New Spain, Priceton, Priceton University Press, 1982, p. 24


En efecto, las grandes víctimas de esta disminución demográfica —y de hecho de esta historia— fueron los indígenas. Según esta misma estimación, de los 350 000 indios que habitaban la Nueva Vizcaya al momento del contacto, en 1800 sólo quedaban 50 mil. No sobra insistir en el carácter aproximativo de estas cifras. La caída demográfica indígena redujo la población total de esta provincia, muy a pesar de que desde 1750 se aprecia un crecimiento notable de la población no indígena. Sin embargo los no indígenas (españoles, criollos, mestizos, negros, mulatos); no llegaron en cantidades suficientes para contrarrestar la pérdida de población provocada por la extinción o la asimilación de indios, es decir, la pérdida de atributos culturales, como el idioma materno.

Este grueso panorama de la demografía colonial debe complementarse, sin embargo, con la evidencia de que, desde la segunda mitad del siglo XVIII y hasta 1830, la población del norte de la Nueva Vizcaya creció de manera acelerada. Las estimaciones disponibles —siempre inexactas, en virtud de los métodos censales de la época— muestran que la población casi se duplicó entre 1790 y 1823 al pasar de 63 000 a 112 000 habitantes; ese aumento tuvo lugar de manera preponderante en la porción situada al norte de la villa de Chihuahua, tal y como se aprecia al contrastar las cifras expuestas en los cuadros IV.2 y IV.3 En estos cuadros se establece una división arbitraria entre "norte" y "sur" de la entidad, que se conservará a lo largo del libro. Para calcular la distribución de la población en ambas porciones, se deja de lado a los habitantes de la jurisdicción de la capital del estado. Estas cifras parecen comprobar la aseveración de un historiador norteamericano, quien afirma que estos años fueron de una gran emigración desde el sur de la Nueva Vizcaya hacia su porción norteña.

De la misma manera, las ciudades (sobre todo Chihuahua y Parral) conocieron avances en las condiciones de vida, gracias a la introducción de vacunas y al mejoramiento de los servicios públicos. En Chihuahua se continuaron las obras del acueducto para llevar agua potable a la población; también se abrió un hospital militar y a partir de 1802 comenzaron a aplicarse las vacunas contra la viruela negra. En 1786 abrió sus puertas una escuela de primeros estudios de carácter público a cargo del profesor José Barbosa. Otras mejoras importantes de la villa de Chihuahua, desde el punto urbanístico, fueron la instalación del primer reloj público en 1803, colocado en el fronstispicio de la iglesia parroquial; en 1805 se iniciaron las obras para la construcción del parque de la Alameda de Santa Rita (el actual parque Lerdo). Desde 1797 comenzaron a hacerse esfuerzos con la idea de crear escuelas públicas de primeras letras en los principales pueblos. En 1808 funcionaban escuelas de este tipo en Nombre de Dios, San Gerónimo, Guajoquilla, San Pablo y Parral. También en este mismo año se abría la primera escuela de niñas en la villa de Chihuahua.



CUADRO IV.2. Población del norte de la Nueva Vizcaya (1788)

Tabla que indica el número de habitantes por jurisdicción del Norte de la Nueva Vizcaya.

FUENTE: R. Almada, Resumen de historia del estado de Chihuahua, Chihuahua, Gobierno del estado, 1986, pp. 130-131.

En parte, el auge demográfico fue provocado por las bonanzas mineras de Batopilas (1798-1803), Parral (1795-1804), Maguarichic (1809) y Cusihuiriachic (1807-1811). En contraste, en Santa Eulalia podía apreciarse una disminución en los rendimientos de las minas desde 1791. A estas bonanzas de los minerales antiguos se sumaron nuevos descubrimientos, como Santa Rita del Cobre, cerca de Janos, en 1801.

Por otro lado, la agricultura y la ganadería también mostraron signos de expansión que redundaron en el crecimiento de las cosechas y en el aumento de los hatos. Hay noticias aisladas acerca del crecimiento de la población y de la producción agrícola en el valle del Papigochic, Galeana y en el valle del Conchos-San Pedro. De esto último habla la orden de 1793 de crear la subdelegación real con cabecera en Santa Cruz de Tapacolmes, que dominaría esta comarca hasta Julimes. Del mismo modo, la refundación en 1797 de Santa Rosalía (la actual Camargo), con 28 familias provenientes de San Francisco de Conchos, prosperó de tal modo que en 1823 la población rebasaba ya los 1 500 habitantes; en 1820 se había creado el ayuntamiento de Santa Rosalía. En este punto la apertura de tierras al regadío mediante la construcción de acequias (entre ellas la del Patrocinio) ha sido documentada en parte. Maíz, frijol, sandías y melones comenzaron a producirse en las orillas del Conchos, y se colocaron para su venta en Parral y Chihuahua. García Conde comentaba que durante estos años de paz la ganadería local creció a tal punto que para 1832 el estado estaba "inundado de caballada y ganado". Los intercambios ganaderos, por lo menos con Sonora, aumentaron considerablemente en estos años. Cuando las autoridades españolas decidieron abrir el comercio a otros países, las embarcaciones inglesas comenzaron a llegar a Guaymas, que así recibió el impulso necesario para nacer. Era tal la conveniencia de adquirir mercancías inglesas que varios comerciantes chihuahuenses no dudaron en participar en ese nuevo negocio, trayendo mercancías europeas (no españolas) a la villa de Chihuahua.

En 1793 comenzaron a funcionar en la villa de Chihuahua, durante dos días al mes, dos tianguis en donde se podía comprar y vender artículos de diversa clase sin pago de la alcabala, un impuesto fijado para la circulación de mercancías. En estos lugares podían participar los vecinos de la villa, los habitantes de los ranchos y haciendas cercanas e incluso los indios. Con el tiempo estos tianguis formaron la zona comercial de la villa, los actuales mercados de La Reforma y Juárez. En ese mismo sentido cabe destacar la creación de la feria anual en Valle de San Bartolomé, autorizada en la ciudad de México en diciembre de 1805. Los participantes en esta feria, que se celebraría entre los días 18 y 23 de diciembre de cada año, podían introducir mercancías sin pago de alcabala, aunque si esas mercancías se transportaban más al norte debían pagar el impuesto correspondiente.


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