Salvo por las plantas mineras, la industria no había sido una actividad sustancial en la economía estatal. Era una industria local compuesta por plantas despepitadoras de algodón, fábricas textiles y de alimentos (harina de trigo) y bebidas. A partir de 1947, con la apertura de Cementos de Chihuahua, se inició un cambio industrial que incluyó la celulosa, ya referida, y la acerera.
Sin embargo, el cambio más drástico ocurrió en la década de 1960, gracias a la confluencia de dos fenómenos. Por un lado, el interés gubernamental por apuntalar la economía de la frontera se tradujo, además del Programa Nacional Fronterizo, en la formación de parques industriales, que brindaban grandes facilidades a la instalación de industrias extranjeras en las ciudades limítrofes del norte de México. Esto tenía que ver con la terminación en 1964 de los acuerdos bilaterales con los Estados Unidos sobre el paso de trabajadores mexicanos a ese país, el llamado Programa Bracero, iniciado en 1942, en plena Guerra Mundial. Por otro lado, algunas empresas de los Estados Unidos buscaban optimizar los rendimientos de capital a través del establecimiento de plantas en zonas de bajos salarios y de abundante mano de obra. Las transformaciones de los procesos de trabajo de la industria en el ámbito mundial obligaban a distribuir en distintos lugares del mundo fases de los procesos productivos. Las comunicaciones y los transportes cada vez más rápidos y eficientes permitían dividir la cadena productiva sin afectar la obtención de mejores rendimientos.
El resultado de estos dos intereses fue el inicio de la instalación de plantas maquiladoras en el norte del país, sobre todo en Tijuana y Ciudad Juárez. En 1965 el empresario Jaime Bermúdez inauguró su parque industrial en Ciudad Juárez. El crecimiento fue notable: en 1970 había apenas 22 plantas con 3 165 obreros; en 1974 las cifras habían subido a 89 plantas con 17 484 trabajadores, y para 1987 las plantas eran 252 con poco más de 95 500 trabajadores. Para este último año algunas compañías se habían instalado en varias poblaciones del estado, preferentemente en la capital (47 plantas con 24 500 obreros) y en Delicias (seis plantas con 2 500 obreros).
Por lo menos tres aspectos deben destacarse de este desarrollo industrial: primero, el crecimiento de las maquiladoras superó por mucho las tasas de las otras ramas industriales (por ejemplo, en términos de generación de empleos); segundo, hubo una gran transformación tecnológica entre las primeras maquiladoras dedicadas a la distribución de cupones para las promociones de mercadotecnia y la fabricación de prendas de ropa, y las modernas plantas que incorporaron robots y métodos de ensamble automatizado de componentes. El tercer aspecto tiene que ver con la incorporación del trabajo femenino a la industria, hecho que ha trastocado pautas y formas culturales en el interior de los hogares, basados en la proletarización masculina y en la dedicación femenina a las tareas domésticas y crianza de los hijos.
Este movimiento económico afianzó las tendencias demográficas anteriores a 1970, es decir, consolidó la concentración de la población en las ciudades. Así, para 1990 dos municipios, el de la capital y el de Ciudad Juárez, contaban con más de la mitad (54%) de los 2 442 000 habitantes del estado. Si a estos municipios se agregan aquellos con más de 100 000 habitantes (Cuauhtémoc y Delicias), el porcentaje sube casi dos tercios del total (63 % ).
En términos de la perspectiva que brindan dos siglos, el rasgo más importante del siglo XX es el movimiento demográfico hacia las ciudades; en ese sentido cabe destacar el fenómeno demográfico de Ciudad Juárez, el gran protagonista del siglo XX. De acuerdo con el método seguido en este libro para mostrar esa distribución (distinguir entre norte y sur del estado y eliminar la población de la capital), tenemos que para 1990 casi la mitad de la población (46%) vivía al norte de la ciudad de Chihuahua. El sur seguía siendo la zona más poblada del estado, tal y como lo había sido desde su nacimiento. Sin embargo, nunca antes la porción norteña había tenido tanto peso demográfico en el estado. Sin duda alguna, el crecimiento de Ciudad Juárez explica por entero la gran importancia del norte chihuahuense en la distribución de la población. Por ello, tal vez el periodo 1930-1990 sea de Ciudad Juárez, como antes hubo periodos de Santa Bárbara, de Parral y de Chihuahua-Santa Eulalia.
Esa creciente población urbana sería la gran protagonista del último tramo de esta historia: la lucha electoral.