El temblor del 41 o la hora de la quietud


El martes de Pascua, 15 de abril de 1941, Colima vivió una pesadilla. El padre Manuel C. Silva describe las circunstancias:

El 23 de abril, primer día en que se reanudó el tráfico ferroviario a Colima después del terremoto, en las primeras horas de la tarde llegó el presidente de la República, general Manuel Ávila Camacho. A pie recorrió la ciudad —la mayor parte de las casas particulares fueron gravemente afectadas— y llegó a la plaza de la Libertad, llena de los escombros de la torre de la Catedral y de los tres portales. Luego pasó a hospedarse en la Universidad Popular, donde empezó a recibir sucesivas audiencias: comerciantes, agricultores, maestros y una comisión en nombre del obispo y del pueblo católico. Entre las medidas adoptadas, dio orden a la sucursal colimense del Banco Nacional de México que entregara $300 000 pesos: de ellos, $100 000 serían para el gobierno del estado y $200 000 para el comité pro damnificados para emplearse en construir 2 000 casas de madera y remover los escombros. Además dictó instrucciones para reparar de inmediato el tramo carretero entre Colima y Pihuamo. También se planteó la oportunidad de "reedificar a Colima en la misma área o edificarla en sitio próximo". La comisión enviada por el obispo de Colima pidió al presidente la devolución del templo de la Salud y sus anexos.

Llegaba la hora de la quietud. Con el emocionado recuerdo de la visita oportuna del presidente Ávila Camacho, Colima se reconcilió con el centro y decidió renacer de las ruinas.

Aquella "danza de espanto, provocando el agrietamiento de las paredes y el desplome de torres, cúpulas, cornisas y muros enteros", fue el rito de iniciación para que Colima resurgiera a un tiempo nuevo.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente