2.Bibliografía


Varios trabajos de índole enciclopédica prestan su utilidad; el breve pero excelente Diccionario de historia, geografía y biografía (1939) de Francisco R. Almada; los artículos sobre Colima, estado y ciudad, redactados por Oseguera Velázquez y Guzmán Nava, respectivamente, en la Enciclopedia de México de J. Rogelio Álvarez; Colliman. Ensayo enciclopédico de D. Moreno (1952); y Colima, ensayo enciclopédico (1984) de Romero Aceves, quien abreva de los anteriores, con información y entradas a veces discutibles. Siempre de provecho los trabajos de Oseguera, Colima en panorama (1967), Historia gráfica de Colima (1979) y las Efemérides de Colima y de México (1989).

Sobre historia de Colima han visto la luz los tomos de Ricardo Guzmán Nava La Colonia (1973); La Reforma (1973), de Ismael Aguayo, y La Revolución (1973) de Ricardo B. Núñez. Ricos en noticias son los Apuntes para la historia de Colima de Miguel Galindo (1923) y los Apuntes y datos cronológicos para la historia de Colima (1949) de Ignacio Vizcarra. En otro estilo, con destinatarios muy distintos e interpretaciones muy sugerentes, pueden citarse Colima: mar y palmeras al pie del volcán (1986), de José Lameiras, y la Historia mínima de Colima (1989) de E. Terríquez Sámano.

Por época tratada, la atención de los historiadores muestra una marcada desigualdad. Por ejemplo, sobre el remoto pasado prehispánico poco se sabe y mucho está aún por descubrirse. El trabajo más sistemático lo ha realizado Otto Schöndube en Tamazula-Tuxpan-Zapotlán. Pueblos de la frontera septentrional de la antigua Colima (1973-1974), siguiendo en alguna forma las huellas de la norteamericana Isabel Kelly. Como visión de conjunto destaca el trabajo de Miguel Messmacher, Colima (1966). En últimas fechas, María de los Angeles Olay (INAH-Colima) ha restaurado la pirámide de El Chanal y ahonda en algunos puntos. Los recientes descubrimientos de La Campana, en Villa de Álvarez, permiten entrever un futuro más halagüeño a la arqueología local. Bellísimo el libro de la Universidad de Colima, Perros en las tumbas de Colima (1991) Barro nuevo, revista que editan el gobierno del estado, el Ayuntamiento de Colima y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), tiene una sección arqueológica, donde han visto la luz algunos estudios a este propósito.

Sobre el siglo XVI es obligado mencionar las Relaciones geográficas de los pueblos comarcanos; para lo que respecta a pueblos michoacanos, las publicadas por Álvaro Ochoa y Gerardo Sánchez, Relaciones y memorias de la provincia de Michoacán, 1579-1581 (1985), y por René Acuña Relaciones Geográficas del siglo XVI :Michoacán (1987), quien ha editado también las correspondientes de Nueva Galicia (1988). De José Miguel Romero pueden consultarse las Relaciones de la Provincia de Amula (1993). Miguel Galindo alcanzó a manejar materiales interesantes, hoy perdidos o extraviados, en su primer tomo de Apuntes (1923). Un trabajo fundamental en su momento fue el de Carl O. Sauer, Colima de la Nueva España en el siglo XVI (1948, con traducciones de 1976 y 1990), sobre todo en lo que mira a la geografía y localización de los pueblos que las fuentes por él manejadas indicaban: Suma de Visitas, Libro de Tasaciones y Relación sumaria, de Lebrón de Quiñones, particularmente. Sauer no tuvo oportunidad de estudiar los ricos fondos documentales del siglo XVI conservados en AHMC; opinamos, por ello, que su obra necesita complemento con estudios más puntuales.

Valiosas globalmente son las aportaciones de Sevilla del Río, en particular sus espléndidos artículos de Prosas literarias e históricas (1974); de menor valor, sin duda, aunque le supuso un gran esfuerzo, es su muy citado libro Breve estudio sobre la conquista y fundación de Colimán (1973). Sobre el particular es de utilidad el artículo de Edmundo O'Gorman: "Nuño de Guzmán contra Hernán Cortés, sobre los descubrimientos y conquistas en Jalisco y Tepic, 1531" (1937). Para completar este panorama; hay que citar la siempre impresionante Geografía de la Nueva España, de Peter Gerhard (1972, traducción de 1986), y dos trabajos muy sugerentes del padre Roberto Urzúa: Colimán, Caxistlán y Tecomán (1970), y Jerónimo López, un conquistador de Colimán (1971).

El siglo XVII es el gran desconocido. Apenas Sevilla de Río editó un bello volumen: la Provança que hiciera el cabildo para impedir un mandamiento que ordenaba la tala total de sus palmares (1977). El acucioso Alfonso de la Madrid, aparte de su Colima colonial a través de sus testamentos y archivos (1978), hizo intentos por desenmarañar algunos tópicos relacionados con la ganadería y la propiedad agraria que aparecieron principalmente en periódicos. Con la excepción de estos esfuerzos, siguen vírgenes, por dar un ejemplo, el centenar de cajas con documentación de ese siglo guardadas por AHMC, por no mencionar otros acervos.

El siglo de las luces ha sido estudiado sobre todo en lo que toca a su segunda parte. Nettel Ross presta atención al tema demográfico; dos títulos al menos tiene en su haber: Colonización y poblamiento del obispado de Michoacán (1990) y, para el caso específico de Colima, a partir del padrón de Revillagigedo de 1793, ha hecho un buen estudio en Un censo, una historia. La Villa de Colima a fines del siglo XVIII (1992) que, si bien breve, abre grandes posibilidades para la investigación. Son de interés por igual las notas introductorias de José Hernández Palomo, Pérez Mallaína y Ramón María Serrera a los documentos compilados por Calderón Quijano antes citados (1979).

Entrando en el siglo XIX, las obras que considero básicas son las ya citadas de Ortoll (1988) —tanto sus dos tomos de antología de textos, como la que tituló Colima. Una historia compartida, donde reúne artículos de varios autores, entre quienes destaco a José Olveda y John Adrian Foley, de mucha utilidad para entender lo que pasó en Colima hasta 1921 en lo económico y en lo social— y la dirigida por José Miguel Romero, Los años de crisis de hace cien años (1988), dedicada al decenio 1880-1889. Ambos trabajos no sólo intentan descifrar algunos laberintos, sino que formulan nuevas preguntas, abren pistas y presentan riqueza informativa. He utilizado también el trabajo de José María Rodríguez Castellanos, Colima y la guerra de Independencia (1810-1821) (1911), y de Juan Hernández y Dávalos la imprescindible Colección de documentos para la historia de la guerra de Independencia de México, de 1808 a 1821, publicada entre 1877 y 1882.

Quien más ha estudiado el periodo de la Reforma y la Intervención en Colima es Ismael Aguayo Figueroa, en Colima en su centenario como estado libre y soberano, 1857-1957. Ensayo histórico (1958); es particularmente valiosa por dos aspectos: su gracejo narrativo y el uso de una importantísima fuente, La Luz de la Libertad, periódico hoy desaparecido y del que se conservaba hasta hace pocos años una colección completa en el Archivo Municipal de Villa de Álvarez. Sobre la Intervención he utilizado también el artículo de Angélica Peregrina, "La división territorial de Jalisco en el Segundo Imperio" (1979).

Para el porfiriato y la Revolución, además de las obras citadas en la parte general, me han sido de mucho valor las de Pablo Serrano Álvarez, "Colima y la Revolución (1910-1916)" (1994) y de Blanca Estela Gutiérrez Grageda, Prófugos de la ley y la utopía. Bandolerismo en Colima: 1910-1926, publicada en 1992. También son importantes los trabajos de Jean Meyer Estado y sociedad con Calles (1977), La Cristiada en Colima (1993) y de Spectator (Enrique de Jesús Ochoa), Los cristeros del volcán de Colima. Escenas por la lucha de la libertad religiosa en México, 1926-1929, publicada en 1961, y la de José Miguel Romero, El aguijón del espíritu. Historia contemporánea de la Iglesia en México (1892-1992), editada en 1994.

Para el siglo XX no hay todavía ningún trabajo global. Existen algunos trabajos de buena factura que tocan éste o aquel tópico. Destaco a modo de muestra tan sólo algunos. Ortoll ha dedicado su atención al famoso crimen de los "Tepames: La vendetta de San Miguel. Sociedad y conflicto en una comunidad colimense" (1991, inédito); un clásico para la etapa revolucionaria es la obra de Ricardo B. Núñez, La Revolución (1973), de cuyas páginas se salvan noticias y comentarios. Por su parte, Dhylva L. Castañeda planteó hipótesis muy serias sobre la Revolución en Colima, desbrozó el punto de los primeros repartos agrarios en Colima y puso de relieve la importante gestión del general Juan José Ríos (1991); Héctor Porfirio Ochoa se ha interesado por el movimiento obrero, en particular el caso de los estibadores del puerto de Manzanillo, en La acción social de los estibadores manzanillenses (1919-1922) (1992) y los orígenes de la Casa del Obrero Mundial en Colima (1992); sobre bandoleros antes y después de la Revolución, han escrito Roberto Urzúa en Trilogía histórica de Colima (1979), Horacio Macías Chapula, La violencia en Colima: 1910-1925. ¿Bandolerismo o justicia social? (1986), y Blanca Gutiérrez Grageda, en su estudio ya citado.

David Oseguera Parra analizó la lucha campesina en la década de los setenta en la La lucha campesina en Colima (1971-1982) (1984); sobre el conflicto religioso de los veinte, la tesis de John Adrian Foley (1979) y las investigaciones antes citadas de Jean Meyer; Doria Elvia Enríquez hizo su tesis de maestría en torno a la gestión gubernamental de Salvador Saucedo en los treinta (1994); Ramón León Morales ensayó la historia del PRI local en La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del estado, 1917-1967 (1993), y Fernando Alfonso Rivas Mira estuvo un tiempo interesado por la escena política colimense entre 1979 y 1984; sobre ese periodo publicó Colima: sociedad, economía, política y cultura (1988).

Para los coletazos finales de la historia local, Blanca E. Gutiérrez Grageda coordinó a 15 autores en Colima al final del segundo milenio (1992). Ellos estudian tópicos a su buen entender: factores económicos, como microindustria, turismo, agricultura, comercio exterior y la perspectiva ante la Cuenca del Pacífico; política electoral en los municipios; el paisaje de la educación; los medios de comunicación; los dramas y suspiros de la ecología; la Iglesia de Colima; y Jorge A. González Sánchez revisa la íntima relación entre violencia y jolgorio a propósito de las ferias, punto que había desarrollado con anterioridad en su tesis de doctorado "Frentes culturales: identidad, memoria, ludismo en las ferias de Colima. Siglo XX" (1986).

Para llenar huecos y ponerle salsa al relato, hay obras muy interesantes: El Colima de ayer (1982, 3a. ed.) de Hernández Espinosa, clásico vademecum para reconocer la entretela de la ciudad de Colima; la compilación Por tierras de cocos y palmeras. Apuntes de viajeros a Colima, siglos XVll a XX (1987), de Servando Ortoll; las Viñetas de la Provincia del periodista Manuel Sánchez Silva, que nos aporta apreciaciones y datos de gran riqueza, y la galería de Personajes pintorescos de Colima de Guzmán Nava, ambas editadas en 1993.

Si de vacíos notables debemos hablar, existe uno y amplio: no ha surgido aún en Colima interés por las memorias y autobiografías, con excepción de algunos títulos que quisieran rozar el género: Ismael Aguayo con su Anecdotario político (1976), Virginio García Cisneros con Mosaico colimense (1982), El Libro de Lucas Huerta Dueñas (1985), el profesor Velasco Murguía con Relatos de Colima (1986), y las recientísimas memorias de Griselda Álvarez, Cuesta arriba (1992).

Ha sido devoción de privilegiados el rescate de la memoria fotográfica: algunos han sido Ismael Aguayo, Caco Ceballos, J. Óscar Guedea, Pancho Hernández Espinosa, José Levy Vázquez y Manuel Velasco Murguía. Nuestro AHMC viene haciendo nuevos esfuerzos y, además de haber realizado un video dirigido por Irma López Razgado sobre un barrio de Colima, el de la Sangre de Cristo, ha publicado dos interesantes obras: En el espejo de su historia. Imágenes del viejo Colima (1908-1909), editado por la misma Irma López Razgado y José Miguel Romero en 1993, y Colima: piel de tiempo y luz (1994), coordinado por Laura Sánchez Menchero y Blanca Gutiérrez Grageda.


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