El extensionismo del estado


Sánchez Colín fue definiendo un aspecto de su política como "extensionismo del estado". Significa que el estado no se reduce a cumplir su cometido de guardián del orden ni se contenta con realizar las obras tradicionales de beneficio colectivo, como caminos y escuelas, sino que extiende su actividad a otras esferas: proporcionar demostraciones técnicas para impulsar la productividad, presentar actos culturales, fundar cooperativas y tiendas populares, etc. La relativa novedad del extensionismo estuvo en procurar englobar muchas actividades en el mejoramiento económico y, con la participación de los propios beneficiados, bajo control estatal. La aplicación principal del extensionismo trató de hacerse en el campo.

Efectivamente, esta administración se caracterizó por prestar mayor atención al agro. La Dirección de Agricultura y Ganadería no hizo inversiones espectaculares: en total se erogaron poco más de seis millones de pesos. Sin embargo, esta inversión y otras de diferentes dependencias se encauzaron dentro del extensionismo, esperando así multiplicar los resultados. Se llevaron a cabo estudios sobre la realidad y las posibilidades agropecuarias y silvícolas, determinándose regiones económico-agrícolas, analizando suelos y comprobando sobre el campo las obras de promoción. Merece particular mención el Campo Experimental Santa Elena, donde se obtuvieron excelentes tipos de maíz y cebada.

Los agrónomos regionales se encargaron de difundir técnicas de cultivo mediante conferencias, demostraciones prácticas, distribución de semillas, abonos, árboles frutales, plaguicidas, etc. Paralelamente a estas labores se estableció otro grupo llamado las "orientadoras del hogar rural", quienes habrían de colaborar mejorando la salubridad e higiene caseras, la nutrición, la cría de animales domésticos, el vestido, etc. Pequeñas pero numerosas fueron las obras de irrigación y de control de barrancas amenazadas de erosión, particularmente las del Nevado de Toluca. En cuanto a comunicaciones fue importante la integración vial y telefónica de la vasta región sureña del estado, predominantemente agrícola luego de un auge minero ya remoto.

En la atención al agro no faltó el marco jurídico. La cámara local legisló sobre servicios agrícolas, estímulos a la producción de semillas mejoradas, conservación de los recursos naturales, fomento y protección de granjas agropecuarias y agrícolas, etc. Asimismo, ediciones oficiales de temas relativos al campo difundieron técnicas de cultivo o normas alimentarias; por ejemplo, El huevo es un buen alimento; y hasta temas científicos, como la Flora en el Estado de México de Maximino Martínez y Eizi Matude.

A pesar de estos esfuerzos, la situación del campo seguía presentando aspectos poco halagüeños. La ganadería atravesaba por una crisis. Empleada en atender las demandas lecheras del Distrito Federal, se veía demasiado sujeta a ese mercado y a una doble exigencia sanitaria, así como a los productores de forraje, que no siempre se hallaban cerca.

Por otro lado, la explotación de la madera se había frenado ante las presiones contra la tala inmoderada. Sin embargo, la medida no se completó, pues se requería proporcionar fuentes de trabajo para los campesinos que vivían de los bosques. La producción cerealera tuvo altibajos notables. El maíz resintió tres malas cosechas: 1952, 1955 y 1957. En fin, la falta de crédito del campesinado seguía siendo una deficiencia fundamental. Las instituciones financieras, como el Banco Nacional de Crédito Ejidal y el Banco de Crédito Agrícola, apenas completaron siete millones de pesos para avío del ciclo 1956-1957.


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