Parecería que el incremento en la educación fue constante. Sin embargo, los aumentos considerables ocurrieron de 1963 a 1966. En cambio, durante los tres años siguientes se redujeron bastante. Ocurrió que el Plan de 11 Años aceleró la integración de masas al sistema educativo primario, aunque frecuentemente sin la calidad deseada. En consecuencia, pronto se llegó a contar con una población numerosa egresada de las primarias, a pesar de las cuantiosas deserciones. Muchos de los egresados presionaban para continuar sus estudios. Y al parecer esto no se había previsto lo suficiente como para dar respuesta inmediata.
El resultado de todo ello fue que a partir de 1967 se inició una nueva reforma
educativa, cuya consigna era calidad sobre cantidad: mejores alumnos y mejores
maestros. De tal manera, la matrícula de alumnos, que en los primeros tres años
del periodo crecía a un ritmo de 43%, bajó a 23% en los siguientes tres años.
En cambio, como una derivación del criterio educativo seguido a partir de 1966, se produjo un aumento considerable en la eficiencia del sistema escolar; pues si en 1963 sólo terminaron la primaria 25.6% de los alumnos que se inscribieron en el primer año en 1958, para 1969 el porcentaje se eleva a 42.8% de los que la iniciaron en 1964.
La calidad buscada y en parte obtenida se debía en principio al perfeccionamiento del contenido y de los métodos de enseñanza. Asimismo, los normalistas del estado a partir de 1967 añadieron a su formación un año de servicio, paso en que las reformas podrían asimilarse. La construcción de la Ciudad Universitaria siguió adelante. El subsidio del gobierno estatal a la Universidad representó un aumento de 418%. El inusitado incremento, según el gobernador antiguo institutense, constituyó "no un favor en que jamás pensé, sino una deuda que procuré saldar". En este sexenio, un ex director del Instituto, Mario Colín, iniciaba con patrocinio oficial la publicación de una magna serie en torno a la entidad: los primeros volúmenes de la Biblioteca Enciclopédica del Estado de México.
El gobierno de Fernández Albarrán brindó gran apoyo al Instituto de Protección a la Infancia del Estado de México (IPIEM),que se integró con dos grupos de dependencias: unas de carácter educativo asistencial y otras de índole médica asistencial. En ambos casos se erigieron construcciones importantes. Esta obra quedó sancionada con la Ley sobre Protección a la Infancia y de Integración Familiar.
Otra característica de este sexenio fue la importancia que se dio a los reos. Se promulgó la Ley de Ejecución de Penas Privativas y Restrictivas de la Libertad. En 1966 se inauguró el Centro Penitenciario de Almoloya de Juárez. Además, se construyeron nuevos penales en Temascalcingo, Tenango del Valle, Lerma, Cuautitlán, Chalco y Valle de Bravo. Con ellos se suprimían "aquellas mazmorras que atentaban contra la dignidad humana".