Hubo receso en la construcción de escuelas, aunque los alumnos aumentaron. Se dio mayor atención a la educación media superior, en tanto que la de párvulos se desarrolló en los períodos de González gracias a Laura Méndez de Cuenca. El Instituto Científico y Literario continuaba bajo el signo del positivismo, pero ya no con el impulso original. Varios de los maestros, perpetuados en la cátedra, no cumplían del todo, aunque otros se esforzaban por mantener el nivel. En cambio, la Normal para Varones salía por fin del Instituto en 1910 para ocupar su propio edificio, todo un palacio sobre un área de 10 000 mē, la obra más significativa de González debida al ingeniero Vicente Suárez. Con otras residencias del art nouveau, la Normal de Varones completaba la arquitectura toluqueña de principios de siglo.
