ANDRÉS MOLINA ENRÍQUEZ, nacido en Jilotepec, conocía bien el estado como juez que había sido por distintos rumbos y colaborador en el gobierno de Villada, además de maestro en el instituto. Sabía de leyes, de historia y de sociología, con la imprescindible dosis de las ciencias positivas en boga. Juntando saberes y experiencias escribió un libro que vio la luz en 1909: Los grandes problemas nacionales; cuyo contenido principal se resume en una demoledora crítica al latifundismo y en un detallado nacionalismo mestizo.
El libro venía a tocar el fondo de la realidad en que se debatía la mayor parte de los mexicanos condenados al miserable peonaje. Apareció en el momento preciso en que para otros mexicanos interesados en el bien del país el problema principal no era social, sino político: las reelecciones indefinidas de Porfirio Díaz con su séquito más o menos inamovible de gobernadores y ministros. El libro de Molina Enríquez fue "el documento más importante como precursor de la Revolución y el mejor catálogo de nuestros problemas". A los que de alguna manera compartían la suerte de los peones los hizo más conscientes; a los que buscaban el cambio político los hizo tomar en cuenta el ineludible cambio social; al gobierno le hizo notar su descuido fundamental y a los hacendados les denunció sus injusticias y les predijo su fin.
Dos núcleos principales luchaban por el cambio: uno en el norte y otro en el sur de la República. El del norte quería lo político: "sufragio efectivo, no reelección". Al frente figuraba Francisco Madero. El del sur buscaba una pronta justicia muy concreta: la restitución de tierras a los pueblos. Entre sus caudillos destacaba Emiliano Zapata, quien veía en la dictadura de Porfirio Díaz el sostén de los hacendados. Por eso apoyó el movimiento de Francisco I. Madero.