Los primeros meses de la gestión de Solórzano se caracterizaron por arremeter contra la administración gomista. Públicamente se denunciaron las "numerosísimas concesiones en materia de impuestos", los rezagos cobrados en cantidades muy inferiores a su verdadero monto, la irregularidad y negligencia en el reparto agrario, los sueldos no pagados a la burocracia, la carencia de fuerza de seguridad pública (a pesar del presupuesto asignado), la relajación en planteles educativos y, en fin, los "alardes de liderismo", que ahora trataban de sepultarse junto con el Partido Socialista del Trabajo, diluido ya en la gran máquina del Partido Nacional Revolucionario.
Pretendiendo una "depuración política y administrativa", Solórzano inició acciones de interés. La salubridad pública recibió mayores cuidados: difundiéronse medidas higiénicas, se apoyó un Primer Congreso de Autoridades Sanitarias, se luchó contra el "charlatanismo" de galenos improvisados y redobláronse las campañas de vacunación. El apoyo a industria se hizo efectivo al propiciar el establecimiento de factorías alimentarias en Cuautitlán y Tlalnepantla; de utilerías de imprenta en Ecatepec, así como de fábricas de cerillos en Texcoco, Valle de Bravo y Ocoyoacac. Paralelamente, y en consonancia con la política nacional, se fijó el salario mínimo, que en 1934 llegaba a un peso.
Y si bien la obra caminera no tuvo la expansión del régimen anterior, futura zona industrial mereció que se mejoraran dos de sus carreteras: Los Reyes- Texcoco y Tlalnepantla-Cuautitlán. Algunos viveros del periodo gomista fueron abandonados, pero se promovió otro, el de Atenco en Texcoco.