El partido y los ajustes: descontento final


La obra y las actividades de Filiberto Gómez fueron posibles gracias a un instrumento y a ciertas medidas administrativas. El instrumento fue el Partido Socialista del Trabajo, que dondequiera se hallaba en extraña mezcolanza con las instituciones públicas: había un laboratorio químico de ese partido en la Escuela Industrial y de Artes y Oficios; la Escuela Hogar se alojaba en anexos del partido; los actos realizados en Toluca habían de contar ante todo con el partido; en el patrocinio y control deportivo también figuraba el partido; la Biblioteca Obrera se originó en el partido, etcétera. Por lo demás, la Cámara de Diputados, íntegramente, era de ese partido. Y el partido era de Filiberto Gómez y de alguno que otro rivapalacista.

Las medidas administrativas consistieron primero en cesar a gran número de personal del mismo gobierno. No tanto por sus mañas burocráticas sino por control político y ahorro económico. El gobierno evitaba la indemnización y la creación de derechos. Al principio de su gestión, Filiberto consiguió unos préstamos, que no bastaron para salir de la crisis. Al final se echó sobre impuestos del siguiente periodo, cobrando por adelantado. Y se congració de salida con varios círculos, derogando otras tantas contribuciones. Para la construcción de caminos se valió de presidiarios, y en el último año suprimió obras como la fabricación de mesabancos escolar y las audiciones de la banda de música.

Más grave fue contratar con varios particulares el cobro de algunos impuestos sobre cantidades prácticamente fijas. Y, en los momentos más críticos, aplazar por largo tiempo el pago a burócratas y maestros, con la ocurrencia de despojarlos hasta de 10% de su salario.

Los sufridos mentores de la niñez no aguantaron. Y Filiberto convino en quitarles sólo 5%. Pero a raíz de haberse creado la Liga de Maestros del Estado de México, se lanzaron a la huelga. Gómez los reprimió, cesando desde luego a los líderes. Pero el movimiento no moriría. Hubo una manifestación magisterial en Toluca, disuelta a palos por campesinos gobiernistas. Gómez no cedía, pero el clamor creció. Intervino el Presidente de la República y fueron atendidas las demandas magisteriales. Al año, no sin amargura y disminuida su imagen, Filiberto dejaba el mando. No poca gente vio con esperanza el advenimiento de José Luis Solórzano.


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