El tema de Aztlán como punto de partida de la migración mexica que culminó en la fundación de México-Tenochtitlan es el capítulo de una historia sagrada en la cual no debe buscarse una localización geográfica real. Es una manera de pensar, una interpretación mítico-histórica de una tradición de orígenes. Como cuando los romanos o los reyes de Francia afirmaban ser los descendientes de la antigua Troya. Corresponde a un fenómeno histórico muy real, a saber, las grandes migraciones de las naciones chichimecas a lo largo de los siglos y de los milenios. En 1887, Chavero sugirió la identificación entre Aztlán y Mexcaltitlán, y tal hipótesis fue retomada en el siglo XX
por W. Jiménez Moreno.
Los científicos han criticado muy seriamente esa teoría, de tal manera que podemos concluir que "la asignación romántica de Mexcaltitán como Aztlán puede ser buena para el turismo y para las imágenes políticas del estado de Nayarit el día de hoy, pero estas pretensiones deberían de ser presentadas como lo que realmente son: simplemente una manera de pensar" (1993). Aztlán, en su calidad de espacio mítico y sagrado, no puede ni debe ser localizado dentro del espacio real, una dimensión a la que no pertenece. Hacerlo es llevar la "mexicanidad" demasiado lejos en el pasado prehispánico, cuando la "mexicanidad" es o bien la historia legendaria de los mexicas o un tema que pertenece a la construcción de la nación mexicana después de 1810.