Fertilidad


No obstante que en nuestros días resulta difícil aceptarlo, el suelo de Nuevo León, si no fue muy pródigo en yacimientos mineros, si lo fue para la cría de ganado. El cronista Alonso de León lo elogia diciendo: "la tierra es fértil, de muchos pastos casi siempre verdes". Los mayordomos de haciendas de ovejas declaran con frecuencia que "es tierra de los mejores pastos, aguajes, salitrales y otras comodidades". En 1653, Manuel de Valdés Noriega expresa: "es cierto que por tal se dice, por ser de los mejores agostaderos y demás logros entran muchos pastores [...] por las muchas comodidades que hallan". Agustín de Trejo solicitó tierras, "reconociendo la bondad y fertilidad de este reino y la abundancia de él".

En un despacho del virrey Vizarrón, de 1734, se dice que la fidelidad de los sirvientes es tanta que "por la fertilidad y conveniencia de la tierra casi sirven de valde [...]".

Cerciorado por sí mismo de "la bondad de la tierra", Antonio Leal decidió en 1635 entrar con su rebaño de 30 000 ovejas. Procedente de Huichapan, el recorrido de más de 700 kilómetros había sido penoso, pero el resultado de su experiencia fue halagador. Su ejemplo fue imitado por otros dueños de ganados, al grado de que en el capítulo VI de su crónica, Alonso de León asienta: "cuando esto se escribe [1649] entran trece haciendas de ovejas y de más de treinta mil ovejas, cual más, cual menos".

Años más tarde, en 1685, eran 18 las pastorías que entraban y el número de ganado había ascendido a 555 000; y en 1690 eran ya 22 las haciendas trashumantes.


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