LA COLONIZACIÓN ESPAÑOLA EN AMÉRICA trajo consigo el traslado de ganados mayores y menores al Nuevo Mundo. Para el caso de la Nueva España, pronto proliferó la cría, conforme fue avanzando la población, particularmente hacia el norte de la ciudad de México. La multiplicación fue prodigiosa y, además de propiciar el consumo de carnes, tuvo como consecuencia la industrialización de la lana y el sebo, y hasta la exportación de pieles a España, en gran escala.
Las vastas extensiones de tierra donde surgieron las grandes haciendas y estancias fueron muy pronto insuficientes. Por lo mismo la ganadería fue desplazándose gradualmente hacia los desiertos norteños. A ello habrían de contribuir los descubrimientos mineros de Guanajuato y Zacatecas, en la primera mitad del siglo XVI.
Autorizado Luis de Carvajal, en 1579, para poblar el Nuevo Reino de León, uno de los puntos de sus capitulaciones con Felipe II establecía que había de traer ganados.
Desde la fundación de Monterrey, en 1596, se observa que la pobreza de la minería en la región es compensada con una dedicación manifiesta a la cría de ganados.
Por lo que hace al ovejuno, Alonso de Treviño declaró en 1619 tener 16 000 cabezas de ganado menor: pero predominaban el caballar y el bovino. La cría de mulas era abundante, por su importancia para las recuas que transportaban los productos de la región. Los caballos, al principio muy caros, llegaron a multiplicarse de tal suerte que, mostrencos y cimarrones, daban la estampida en los desiertos. Relata el cronista Alonso de León que "en tiempo del justicia mayor" Diego Rodríguez, en 1611, el capitán Fernán Blas Pérez "dio sesenta caballos de rienda a Su Majestad para la guerra [...]" En lo que atañe al vacuno, José de Treviño al entrar a poblar en 1603 declara que "he metido en este reino dos mil vacas". El mismo Alonso de Treviño, su sobrino, tenía en 1619 en el Corral de Piedras 3 000 reses, y José Cantú en el valle del Pilón, hacia 1645, tenía 5 000.
La primera década del gobierno de Martín de Zavala fue más de estancamiento que de avance colonizador. Ello obedeció, en gran medida, a la "guerra de diez años" contra los tepehuanes que, al ser lograda su pacificación, "dan lugar a que nos ocupemos en la labor de la tierra", dice Lorenzo Díaz en 1636.
Vinieron épocas mejores y fue entonces posible que el gobernador cumpliera su compromiso de fundar dos villas. Una, la de Cerralvo, integrada desde su llegada, sólo tuvo este título hasta 1629 y sólo 10 años más tarde logró tener ayuntamiento. La otra, la de San Juan Bautista de Cadereyta, fue fundada en mejores circunstancias y con todas las formalidades en 1637.