La región noreste, y, para el caso que nos ocupa, la de Nuevo León, fue habitada por muchos pequeños grupos que vivían en las cuevas, en los montes, en los repechos de las rocas o en los barrancos de los ríos. Desconocían la agricultura y eran recolectores-cazadores.
Los únicos vestigios que nos legaron consisten en puntas de flecha arrojadizas, raspadores, u otro material lítico. Piezas líticas las hay en todo el estado; por supuesto de épocas diversas: con antigüedad de varios milenios, o tan relativamente recientes como las de los comanches de las praderías texanas que hasta la segunda mitad del siglo XIX bajaron a robar ganados.
Del mismo modo que en la antigüedad, difieren en la calidad de la piedra: tosca y burda en el oriente de Nuevo León, donde son de cantera grisácea; blanca en los límites de Coahuila, y de pedernal negro en todo el suelo nuevoleonés. Las hay, además, desde las diminutas, primorosamente trabajadas, hasta las grandes "de una cuarta", como las describe el cronista, y que más bien son navajas, cuchillos y puntas de lanza.
Nunca ha sido encontrada cerámica alguna. Si acaso, piedras ahuecadas a manera de morteros o molcajetes, usados para triturar mezquites, tunas u otros frutos. En algunas de estas piezas se advierten glifos o líneas, como indicios remotos de una incipiente expresión artística.
La huella permanente más notable es la de ingenuas pinturas rupestres, no exentas de belleza; o la de indescifrables y enmarañados petroglifos. Hasta hace poco, sólo eran conocidos los del frontón de Piedras Pintas, en el municipio de Parás, casi en los límites con Tamaulipas. En las últimas décadas (1955-1990) han sido descubiertos no menos de cien lugares, por investigadores locales, nacionales y extranjeros. Pueden ser consignados como más importantes, al noreste: los de Piedra Parada, entre General Treviño y Agualeguas; los del cerro del Fraile, en Doctor González, y los de La Tarima, en la sierra de Papagayos. Al Oriente: los del Paso del Indio, en los Ramones; Villa Vieja, en Cadereyta, y La Ceja, en China. En este último lugar han sido hallados enterramientos en los barrancos de los arroyos, acompañados de collares de caracoles y restos de indumentaria. Al sureste: los de Monte Huma, loma de Barbecho, y loma del Muerto. En General Terán; y los de Sabinitos y Trinidad, en Linares. En esta ciudad existe un pequeño museo arqueológico formado por Pablo Salce. Al poniente: los de Guitarritas, en Santa Catarina, notables por tratarse de dos enormes paños graníticos, uno frente al otro, separados por unos cuantos metros y totalmente grabados; los de Nacataz e Icamole, en García, y los de los Fierros y Cueva Ahumada, en el mismo municipio.
Al noroeste: los del Milagro, el Delgado, Carricitos, la Campana y Presa de la Mula, en el municipio de Mina. Los de la Mula son comparables, por su extensión (más de quinientos metros), a los de Piedras Pintas. Al sur: los del cañón de San Cristóbal, en Santiago; los de la cueva del Cordel, en Aramberri (asociados a restos humanos), y los de San Isidro, en Mier y Noriega, el municipio más meridional de Nuevo León. En este último lugar ha sido hallada la única pieza de cerámica (una olla pequeña) de probable procedencia huasteca. Se conserva en el Museo Regional de Nuevo León. A partir de 1960, debido a investigaciones de carácter científico, fueron descubiertos y estudiados otros sitios, que citaremos.