A la Huasteca


En el acta de fundación de Monterrey (1596) expresa que una de las razones para establecerla era la de "estar este lugar en buen medio para el viaje y trato del puerto de Tampico, que hay setenta leguas, camino de carretas". Uno de los primeros viajes, para traer ganados, lo hizo en 1600 el capitán Antonio Rodríguez "bien prevenido de compañeros, carretas y caballada". Pero este primer contacto fracasó, por intrigas de cierto mayordomo al cual negó una botija de vino. Años más tarde, en 1609, el capitán José de Treviño hizo viaje para llevar una recua de harina. No alcanzó a llegar; se devolvió casi de medio camino porque le atacaron los indios. Dos años después, con ocho carretas y gente suficiente, logró llegar a aquella población costera; pero como a su regreso halló que había muerto el gobernador, no pudo realizar otro viaje.

Una nueva jornada a la Huasteca, autorizada después por el gobernador Martín de Zavala, fue la que con diez hombres hizo en 1633 el sargento mayor Jacinto García de Sepúlveda. Tuvieron frecuentes encuentros con los indios, pero lograron también llegar a Tampico. Tanto tardaron que cuando volvieron a Cerralvo los consideraban muertos.

No todas las jornadas fueron hechas con fines comerciales. Conviene recordar que la jurisdicción de Nuevo León llegaba hasta la costa, por eso, al tenerse noticia de que Dieguillo el Mulato, corsario de La Habana, y otros piratas holandeses habían sido vistos a la altura del río de las Palmas (Soto la Marina), el mismo García Sepúlveda fue comisionado para ir al mar, con cuarenta hombres, en 1638. No alcanzaron a llegar allá porque se extraviaron a causa de unas espesas nieblas bajas que duraron muchos días y que no les permitieron orientarse por medio del sol o las estrellas. Prefirieron devolverse. También pelearon con los indios, que los seguían —según supieron después— esperando que murieran de sed para gozar de sus ropas y demás prendas.

Era la época en que aún prevalecía el espíritu medieval de las leyendas. El conquistador había forjado, en su fantasía, lugares imaginarios como la Fuente de la eterna juventud, o las ciudades de la Gran Quivira. En Nuevo León también surgieron idealizaciones de esa naturaleza. Tomó visos de realidad la versión de que "hacia el norte", en lo no explorado entonces, existía el Cerro de la Plata. Hubo el propósito de ir en su busca. Las dos expediciones que se intentaron, una en 1644 y otra cuatro años después, a cuyo frente habría de ir el general Juan de Zavala, se vieron sin embargo, frustradas, por haber sido más urgente atender a los alzamientos de los alazapas y los icauras.

Uno de los más provechosos viajes a la Huasteca fue el que hizo el capitán Alonso de León, en 1645. Fue una expedición en toda forma, la integraron 25 soldados y numerosa gente de servicio; fue, además, como capellán, el padre Martín Abad de Uría, cura de Cerralvo. Llevaron 250 caballos. El cargamento, como el de 1609, fue de harina, lo llevaron en 30 mulas, "para muestra de la que en este reino se daba". Esta referencia confirma el ya viejo recurso de este alimento en Nuevo León y la no menos antigua tradición de las tortillas o "gorditas" de harina. Tardaron 16 días en llegar. Permanecieron un mes en Tampico, no sólo en agasajos por aquellos vecinos, "jubilosos de la comunicación y trato", sino auxiliándolos en un ataque que sufrieron de los chichimecas. De allá regresaron con 40 cargas de "pescado, camarón, ropa, vino, vinagre, aceite y otras cosas". Quedó convenido, además, que cada año sería hecho un viaje igual y otro de Tampico a Monterrey, en el que "vendrían los mercaderes y algunos vecinos con los géneros de aquella tierra, a cambiar por plata, reales, harina, plomo". Se tomó el acuerdo de que el 3 de mayo de ese mismo año se reunirían en la barra del río de las Palmas, para buscar lugar adecuado a fin de fundar una población intermedia. Lamentablemente no se logró este proyecto: estando listos para salir, el gobernador dio contraorden, por intrigas de alguien a quien Alonso de León había favorecido. Posteriormente, ya no fue posible contacto alguno. Tampico fue destrozado por los piratas en 1689, y no habría de resurgir hasta los primeros años del México independiente.


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