Al final de la era de Cañedo, la educación pública de Sinaloa estaba a cargo del gobierno del estado, y en su organización administrativa y técnica participaba el Colegio Civil, Rosales, no sólo porque impartía educación superior, sino porque a través de él se planeaba la educación de todo tipo que se impartía en nuestro estado. En el curso de la lucha armada el sistema educativo estatal se deterioró debido a la inestabilidad política de los gobiernos y a la carencia crónica de recursos económicos. Fue hasta la gubernatura del general Ramón F. Iturbe (1917-1920) cuando el sistema educativo estatal recibió la debida atención. El gobernador creó el Departamento de Educación y expidió la Ley Orgánica de Educación Primaria en el Estado de Sinaloa (diciembre de 1917) que, entre otros puntos, estableció que la educación elemental sería obligatoria, gratuita y laica, características del sistema educativo que estaban vigentes desde 1890 en gran parte de los estados de la República. En este tiempo, el Colegio Civil Rosales pasó a ser la Universidad de Occidente.
Fue también muy importante el impulso del gobierno federal a la educación en todo el país por medio de inversiones para la construcción de escuelas y creación de plazas de maestros, así como por la unificación de los programas y métodos de enseñanza. El presidente Álvaro Obregón restableció la Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes con José Vasconcelos como secretario (julio de 1921), quien gradualmente celebró convenios con los gobiernos de los estados para fomentar y mejorar los sistemas educativos estatales. El convenio con el estado de Sinaloa se firmó en 1923, y en ese mismo año la federación fundó dos escuelas primarias, una escuela industrial y 50 plazas de maestros rurales. El presidente Plutarco Elías Calles fortaleció el sistema educativo nacional, pues durante su mandato se fundaron escuelas primarias federales en casi todos los municipios de Sinaloa; al terminar su régimen había en Sinaloa 124 escuelas federales y 380 del estado. El número de escuelas particulares era mínimo.
El presidente Lázaro Cárdenas también impulsó notablemente la educación en todo el país, no sólo por los recursos que le destinó, sino también porque la reorganizó de acuerdo con los principios del socialismo. En el medio oficial sinaloense fue bien acogida la política educativa socialista, no sólo a nivel de educación elemental, en la que la nueva orientación era obligatoria por mandato del artículo tercero de la Constitución, sino también en la educación superior, de modo que la Universidad de Occidente se transformó en la Universidad Socialista del Noroeste (1937). El influjo de la federación fue profundo en Sinaloa; de hecho, fue el director federal de educación y no el gobierno del estado quien dirigió la política educativa durante este sexenio; y el número de escuelas federales, que alcanzó la cifra de 478, fue superior al número de escuelas estatales, que disminuyó de 380 a 340 durante el periodo cardenista. Casi todos los maestros federales y estatales abrazaron la ideología socialista y la aplicaron en su trabajo educativo, y lo mismo hicieron muchos padres de familia, pues en Sinaloa no hubo los conflictos que en otros estados en lo que los católicos rechazaron esta educación. También en la época cardenista, los maestros sinaloenses formaron una asociación gremial y realizaron dos huelgas con las que lograron mejorar sus condiciones de vida.
La historia de la salud pública en el estado de Sinaloa se asemeja a la del sistema educativo. Durante los años de la guerra se produjo un retroceso respecto de las condiciones sanitarias que había dejado Cañedo al final de su periodo, pues faltaron médicos, medicinas y equipo para curación; en consecuencia, se recrudecieron las enfermedades endémicas, aun las que habían sido controladas, como tifo, paludismo, disentería, viruela, sarampión, tos ferina, tifoidea y poliomielitis. La más grande de las epidemias registradas en nuestro estado fue la de influenza española, que entró por Mazatlán en 1918 y se extendió por todo el estado. Para atender a los muchos enfermos se improvisó en Culiacán un hospital a cargo del doctor Andrés Vidales, quien tuvo que atender a heridos de guerra y enfermos con un mínimo de recursos materiales.
Durante las gubernaturas de Macario Gaxiola (1929-1932) y Manuel Páez (1933-1935) se dieron importantes avances en salubridad pública, como la creación en Culiacán del Dispensario Antileproso (1930), y la fundación del Hospital Civil del Estado (1932), cuyo primer director fue el médico tabasqueño Mario Camelo. Por iniciativa del doctor Bernardo J. Gastélum se fundó en Culiacán la Unidad Sanitaria Municipal para vigilar la higiene pública en la ciudad. En 1934 se creó la escuela de enfermería de la Universidad de Occidente. En fecha posterior (1942) se inauguró en Culiacán el Hospital Pediátrico, y en 1955 se estableció en el estado el Instituto Mexicano del Seguro Social.