Con la independencia, cambió la información disponible sobre la demografía del noroeste, y esto por varias razones. Con la desaparición de la burocracia colonial se perdió el avance en materia de estadística, pues si en 1790 se realizó el primer censo general de población de la Nueva España, el siguiente fue en 1895, es decir, 105 años después. El escaso número de clérigos en el noroeste también influyó en la deficiencia de los registros parroquiales, y los gobiernos civiles del estado interno de Occidente no tuvieron la capacidad para levantar padrones comparables a los que se hacían a fines de la época colonial. Tampoco disponemos de estudios demográficos confiables como el de Peter Gerhard para la época colonial, precisamente por la falta de información sobre población. Así, para el siglo XIX,
sólo presentaremos las cifras disponibles, que son insuficientes para explicar los cambios en la sociedad del noroeste pero no hay modo de cubrir la laguna. También debemos notar que con la independencia se dejó de registrar a la población por grupos étnicos como se hacía en la época colonial, es decir, españoles, indios, mestizos, mulatos y negros, porque los principios igualitarios del gobierno republicano chocaban con las clasificaciones raciales. Ahora todos serían "ciudadanos" e iguales ante la ley; una bella utopía de los ideólogos de la república muy alejada de la realidad de la sociedad mexicana.
Según la Memoria de Riesgo y Valdés, en 1828 el estado interno de Occidente tenía una población total de unos 200 000 habitantes, dato que no está fundamentado en ningún conteo de población, sino que es estimación suya. El dato no parece descabellado si lo comparamos con los cálculos de Peter Gerhard, quien para 1821 da la cifra de 150 000 habitantes para la Intendencia de Arizpe.
El estado tenía cuatro centros urbanos con aproximadamente 10 000 habitantes cada uno: Pitic (se llamó Hermosillo a partir de 1828), Culiacán, El Rosario y Álamos. Le seguían en importancia otros centros que tenían entre 1 000 y 3 000 habitantes: Altar, Arizpe, Oposura, Ures, Horcasitas y Baroyeca, en Sonora, y El Fuerte, Sinaloa, Mocorito, Cosalá y San Sebastián, en Sinaloa. Como efecto de la apertura de los puertos a la navegación de altura, surgieron en este tiempo dos ciudades que desempeñarían un papel muy importante en la historia del noroeste: Mazatlán y Guaymas, las que rápidamente alcanzaron una población que oscilaba entre 5 000 y 7 000 habitantes cada una, y que fueron el asiento de los comerciantes extranjeros que llegaron para establecerse corno representantes de casas comerciales que en un principio eran bostonianas e inglesas, pero que después fueron también españolas, alemanas y francesas.
En la década de 1790, El Rosario era la principal población de Sinaloa no sólo por el número de habitantes, sino también por la intensa actividad económica minera y comercial. Asimismo, se convirtió en el centro comercial más importante de la Intendencia de Arizpe, donde se concentraban tanto las mercancías enviadas de México y Guadalajara, como las europeas, estadunidenses y asiáticas que llegaban por mar. Aquí concurrían los comerciantes de Sonora y Baja California, de Jalisco, Durango y Chihuahua, para vender sus productos y aprovisionarse de los artículos que distribuían en sus propias regiones. Cuando el México independiente se abrió al comercio internacional, se puso la aduana en El Rosario (luego fue trasladada a Mazatlán). Pero en la década de 1820 surgió la antigua villa de San Miguel de Culiacán, ahora simplemente nombrada Culiacán, como rival de El Rosario y terminó por desbancarla como la primera población de Sinaloa. Culiacán estaba situada en un valle con excelentes condiciones para la agricultura y ganadería, en un punto estratégico para la confluencia de la plata de Cosalá y de Álamos y muy cerca de Altata, el puerto por donde se introducía abundante contrabando de mercancías extranjeras por cuenta de los notables De la Vega y Martínez de Vea. En 1830, Culiacán era el centro neurálgico de la economía sinaloense y la primera ciudad de la provincia de Sinaloa; pero el puerto de Mazatlán crecía en población y aumentaba el poder económico de los comerciantes extranjeros allí establecidos.