9. Vientos nuevos

9. Vientos nuevos


En la administración de Múgica fue puesto al frente del Departamento Legal del Tribunal del Pueblo un licenciado recomendado por José Domingo Ramírez Garrido; se trataba de Tomás Garrido Canabal, aquel muchacho que había visto los alborotos de los primeros maderistas. Su carrera política fue meteórica, y sin hacer méritos entre los grupos revolucionarios que se destacaron en diferentes momentos, fue quien daría solución a sus querellas.

Cuando Múgica dejó Tabasco para atender el llamado de Carranza al Congreso Constituyente de 1917, dos grupos se disputaron el poder, unos representando los intereses del Partido Liberal Constitucionalista, y otros los del Partido Radical Tabasqueño. En el primero destacaba el general Domínguez a la cabeza, y Carlos Greene dirigía el segundo. Era obvio que la vieja disputa entre las dos grandes regiones del estado no había sido resuelta, aunque ahora podían actuar con algún tinte de madurez política. Los rojos lograron imponerse sobre los azules, y luego de constantes enfrentamientos partidistas, Carlos Greene tomó posesión como gobernador constitucional el 10 de marzo de 1919.

Los rojos estaban identificados con los revolucionarios radicales, con los humildes y los oprimidos, aunque ya en el poder se hicieron aborrecer por sus enemigos; los azules eran los antiguos expoliadores, ahora vinculados al movimiento revolucionario, gente de orden que abominaba la violencia. Para otros era una diferenciación más cotidiana que política:

Por otra parte, es mucho decir que lo acontecido en Tabasco entre el 2 y el 3 de febrero, cuando debía elegirse al primer gobierno constitucional, fue parte de un proceso electoral, porque los disparos duraron todo el día y el saldo fue sangriento. Greene fue reconocido triunfador y tomó posesión el 10 de marzo, pero los partidarios de Domínguez instalaron su propia legislatura en Boca de Amatitlán, y dispuestos a todo decidieron apoderarse de Frontera para marchar sobre Villahermosa.

La suerte de Greene no fue la de Garrido, quien gracias a un golpe de la fortuna lo sustituyó, en un interinato entre el 5 de agosto de 1919 y enero de 1920. Luego, con el triunfo de Agua Prieta, el joven licenciado fue nombrado gobernador interino del estado de Yucatán, donde permaneció del 14 de mayo al 26 de junio de 1920. Greene y Garrido siguieron manteniendo buenas relaciones en lo político. El primero, sin embargo, no contó con las simpatías del general Plutarco Elías Calles, secretario de Gobernación del régimen obregonista, quien lo hizo prisionero en cuanto se le presentó la primera oportunidad; después de un enfrentamiento entre diputados en el que murieron dos de ellos, se culpó a Greene de haber instigado el conflicto, pero luego recuperó su libertad. Fue su hermano Alejandro quien, en compañía de su lugarteniente, disparó a los diputados Lezcano, Cámara y Jiménez Calleja; sólo este último sobrevivió.

Se le acusó después de asumir una actitud rebelde, por lo que fue encarcelado en Santiago Tlatelolco, en la ciudad de México. Su relación con Calles no fue muy cordial. En una carta que le envió le reiteró su "pacífica actitud" y le recordó haber aportado como revolucionario "...mi modesto contingente espontáneo y desinteresado en el movimiento de Agua Prieta". Acusaba de los malentendidos a "...la camarilla que encabezan en ésa los Martínez de Escobar y los Ramírez Garrido, eficazmente secundados por sus lugartenientes radicados en Villahermosa, han logrado crear y fomentar cerca de usted una atmósfera cuya densidad me hace aparecer como un hombre de instintos perversos, como un gobernante arbitrario y como un revolucionario inquieto".

En 1922 Garrido luchó finalmente por la gubernatura del estado de Tabasco, apoyado por el general Obregón, por el Partido Radical Tabasqueño y por el Partido Cooperatista. Garrido se enfrentaría precisamente al primo que le abrió las puertas de la política, José Domingo Ramírez Garrido, quien era respaldado por el Partido Liberal Constitucionalista. En esa situación, definida desde el centro del país, Garrido llevaba las de ganar, así que sus opositores, aun tratándose de revolucionarios de reconocido prestigio, habían perdido su oportunidad.


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