Soy más agua que tierra,
y más fuego que cielo.
CARLOS
PELLICER
TABASCO ES UNA TIERRA ATRACTIVA por su historia tan particular, por sus caudalosos ríos, por su abundante vegetación y porque, como dice el personaje de una novela, "aquí las cosas suceden de otro modo". Su escenario es diferente porque tiene las temperaturas más elevadas del país, las lluvias más torrenciales y las pasiones más desbocadas. Hablar o escribir sobre ese estado es adentrarse también en el territorio de las polémicas, y para argumentar en favor o en contra no hay como los nacidos con la marca del Grijalva o del Usumacinta.
Pero ésta no es cualidad exclusiva de los tabasqueños, sino también de quienes hemos intentado una explicación de lo acontecido en ese territorio, atraídos por el embrujo de sus pantanos, por la delicadeza de sus comidas y por el trato llano, a veces desprendido, de quienes lo habitan. Cuando en 1979 publiqué mi libro El laboratorio de la Revolución. El Tabasco garridista, creí conjurada esa atracción; pero conforme recorría los caminos de este extenso país volvía a encontrarme con el verdor de sus selvas, la extensión de sus aguas y el ritmo de su poesía, y como Carlos Pellicer, su mayor exponente, en "el dolor nocturno de algún buque lejano".
En estos 15 años muchas cosas pasaron, porque cada vez hubo mayor interés en su territorio de más de 25 000 kmē, que atrajo a un ejército de especialistas, entre los cuales destacaron los historiadores que se propusieron rescatar y ampliar el magnífico fresco que ofrecía. Ahora existen nuevas evidencias sobre la Colonia, la Independencia y la Revolución; sobre el comercio, la piratería y la cultura; sobre la economía y la política. La apertura de nuevos archivos y el trabajo sistemático para ordenar los existentes ha abierto una fuente inimaginable de posibilidades a profesionistas de todas las disciplinas, y no hay que negar el interés de algunos gobernantes por ofrecer mayores incentivos a la cultura.
El problema mayor, sin embargo, ha sido escribir sobre un tiempo tan largo como los 500 años transcurridos entre la ya remota llegada de los españoles a la desembocadura del Grijalva y el auge petrolero que tanto ha influido en su presente. Pensar desde la perspectiva de la larga duración, de acuerdo con Fernand Braudel, no es fácil; menos cuando se busca la globalidad y no sólo algún aspecto en particular. Sin embargo, constantes como la búsqueda del equilibrio del hombre con el medio, la lucha por el poder, las preocupaciones religiosas y la cultura me permitieron unir una serie de historias, orientado por la metodología y las técnicas de investigación de la historia regional, puntal de la nueva historia nacional que se construye.
Al mismo tiempo pienso que los elementos naturales son parte constitutiva de lo que debía escribir, porque el agua, la tierra, el fuego y el aire están estrechamente vinculados al transcurrir de la vida tabasqueña. Dice José Carlos Becerra:
Todos los ríos levantan su copa hacia las nubes pidiendo que se las llenen de infinito para beber lentamente sobre la sombra. |
Ésta es tierra de agua por sus abundantes ríos, lagunas, albuferas, y por sus litorales del golfo de México. Es una región de aire por el viento de sotavento que impide a las embarcaciones su tranquilo navegar y que ha sido el responsable de numerosas catástrofes naturales. Es tierra de fuego por las muchas batallas que albergó y por los mecheros de gas que alumbran sus noches oscuras; lo es igualmente por lo religioso, pues con Lucas se escucha decir: "He venido a traer el fuego sobre la tierra, y ¿cuál es mi deseo, sino que se incendie?"
Siempre pensé que algún día escribiría otra vez sobre Tabasco, aunque no estaba seguro cuándo. La oportunidad de volver como se vuelve al país natal me la dio la doctora Alicia Hernández al invitarme al proyecto coordinado por el doctor Luis González para realizar una serie de historias breves de los estados, en concertación con el Fondo de Cultura Económica. Debo decir que mis reticencias estuvieron a punto de hacer naufragar tan interesante propuesta, porque sabía del intenso trabajo realizado por numerosos especialistas, jóvenes y no tanto, sobre Tabasco, y porque, además, no veía la posibilidad de escribir sin hacer una consulta nueva e intensiva de los archivos.
El trabajo fue arduo, pero tuve la ventaja de contar con diversos apoyos. En principio con el de los libros clásicos y los recientemente escritos, que ya suman una centena y que fueron realizados por autores que me son cercanos. Muchos archivos pudieron ser consultados gracias a la generosidad del maestro Samuel Rico, quien siempre me dio señales valiosas sobre varias fuentes y en torno a las novedades editoriales. Por lo demás, sé que el equipo formado por el maestro Carlos Ruiz Abreu todavía hará varios aportes a la historia tabasqueña. Además conté con las valiosas orientaciones de los doctores Mario Humberto Ruz, Jan de Vos y Enrique Canudas, quienes, en ocasiones sin saberlo, fueron mis interlocutores a través de sus libros.
La localización y el ordenamiento de los documentos fue posible por la ayuda ardua del maestro Rubén Pliego, quien me sostuvo con esa tarea día con día y me resolvió muchos problemas, apoyado en parte por Rosa María Mendoza y Patricia Malca. Siempre encontré en el doctor Manuel Miño la orientación debida para resolver varias cuestiones. El maestro José Luis Barros, como director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México, me ofreció su hospitalidad para que pudiera dedicar varios de los meses del periodo sabático que pasé allí en la realización de esta obra.
Ahora sólo espero que cuando el lector termine este libro entienda un poco más el devenir de Tabasco y no tenga que decir con José Gorostiza:
Como se pierden las barcas ¡ay de mí! como se pierden las nubes y las barcas, me perdí. |