Como en otras partes de la república, durante la década de la fase armada de la revolución tuvo lugar en Zacatecas un significativo descenso demográfico. Su población pasó de alrededor de 480 000 habitantes en 1910 a cerca de 380 000 en 1921. El fenómeno debe atribuirse tanto al enorme número de defunciones directamente provocadas por la Revolución como a la emigración, generalmente hacia los Estados Unidos, acentuada también por las condiciones creadas por la guerra.
El advenimiento de una paz relativa a partir de 1920 coadyuvó a la recuperación demográfica. En esa década la población se incrementó en algo más de 17%, ascendiendo en 1930 a casi 460 000 habitantes, cifra que sin embargo era inferior a la registrada 20 años atrás. Aunque la tasa de crecimiento demográfico no fue mucho mayor durante los años treinta, puede decirse que la tendencia ascendente se habla recuperado definitivamente: entre 1930 y 1940 el número de habitantes de Zacatecas aumentó en 18.8%, para alcanzar en el último año un total de 565 000 habitantes.
Al igual que en las últimas décadas del porfiriato, las tendencias demográficas del estado se vieron influidas en medida importante por el fenómeno migratorio, que a su vez se relacionaba estrechamente con la situación económica. Así, pese a que Zacatecas presentó en algunos de estos años tasas de natalidad excepcionalmente altas y las de mortalidad no diferían en mucho de las del resto de la república, su participación en la distribución porcentual de la población del país tendió a disminuir. La emigración en Zacatecas durante este periodo adquirió cada vez más un carácter temporal, por cuanto se convirtió en una manera de complementar las formas de supervivencia generadas internamente.
La recuperación demográfica debe explicarse en parte por el establecimiento de programas sanitarios regulados por el Estado y por la institucionalización de los servicios de salud. Las políticas públicas contribuyeron sin duda a mejorar las condiciones de vida, pero su alcance durante estos años fue todavía limitado. Por ejemplo, para 1939 más de 90% de los hogares zacatecanos no contaba aún con drenaje y alcantarillado; la ciudad de Zacatecas seguía padeciendo problemas para abastecerse de agua potable y muchos municipios carecían de establecimientos de salud.
La creciente participación de la sociedad desempeñó un papel muy importante en el mejoramiento de sus condiciones de vida. Las cooperativas, los ejidos y los sindicatos ofrecieron no sólo medios de lucha y de negociación muy superiores a los disponibles durante el porfiriato, sino que originaron formas novedosas de colaboración, aprendizaje y convivencia entre los trabajadores y sus familias. La lucha sindical en Zacatecas se centró en la necesidad de hacer vigentes en la práctica los preceptos constitucionales que favorecían a la clase obrera. Desde la década de 1920 se constituyó en la capital del estado el Departamento de Trabajo y Previsión Social, así como la Junta Estatal de Conciliación y Arbitraje, que paulatinamente estableció representaciones en las demás municipalidades de Zacatecas.
Los logros indudables alcanzados por la vía de la organización se opacaron paulatinamente debido a la temprana vinculación del movimiento obrero y campesino con los partidos políticos y con el Estado. Los conflictos estrictamente laborales se vieron enturbiados desde la década de 1920 por los esfuerzos de unificación política en torno a los partidos que sucesivamente se decían emanados de la Revolución, y en los niveles locales por la formación de verdaderas clientelas comprometidas con líderes interesados en el ascenso político o el enriquecimiento personal.