Las tareas que aguardan en esta región a la historia, la antropología y la arqueología son amplias y apasionantes. Casi todo está por hacerse, particularmente el trabajo arqueológico serio y responsable, pues es una de las herramientas necesarias para que los científicos sociales, historiadores y antropólogos reconstruyan el curso de los acontecimientos humanos. Impulsar esta labor es imprescindible.
Por otro lado, desde ahora proponemos llamar a dicha zona de estudio cultura de Tuitlán y no cultura "Chalchihuites", para evitar la confusión entre las culturas "Chalchihuites" stricto y lato sensu, con tradiciones como la de Chalchihuites o Altavista, la de Malpaso, la del río Juchipila y tal vez la del río Mezquitic-Bolaños; y Chicomostoc a la región en la que se asentó, de acuerdo con las fuentes históricas que tanta falta hace recuperar. Así, estaríamos en una región, Tuitlán, y ante una cultura regional, la de Tuitlán, con sus diferentes tradiciones subregionales.
Por tanto, en el campo de la historia podemos anotar como tarea imprescindible para el rescate de lo surmesoamericano la reinterpretación de las crónicas escritas por los españoles sobre el contacto, la conquista y la guerra del territorio de la Nueva Galicia, donde se encontraba la región cazcana. Los documentos históricos existentes, apoyados en el trabajo arqueológico, permitirían conocer mejor a los cazcanes, uno de los grupos mesoamericanos que mayor resistencia pusieron a los conquistadores, y que, para someterlos, el virrey Antonio de Mendoza se vio obligado a formar uno de los más grandes ejércitos del virreinato.
La extinción de los cazcanes en su lucha contra los hispanos significó el fin de Surmesoamérica en la América septentrional; falta aún desmenuzar las crónicas para conocer en lo posible el lado cazcán. En cuanto a la antropología, también tiene tareas que cumplir: estudiar a los grupos indígenas que subsisten en la región o en áreas contiguas, lo cual podría aportar elementos sobre sus antecesores y sobre los grupos humanos con los cuales pudieron tener contacto. Los mitos y las leyendas, interpretados como la imaginación referida a la realidad, podrían iluminar un objeto de estudio que está muy lejos de agotarse y que, nos atreveríamos a decir, es uno de los más sugerentes y que más fruto pudieran rendir para el conocimiento prehispánico de México.
Como ejemplo, transcribimos el resumen de un mito huichol que acaso se refiera a la destrucción de Tuitlán:
En uno de los valles que quedan hacia el este vivía un grande y malvado sacerdote, al cual todos tenían miedo. Mataba mucha gente cada año. Vivía con sus águilas y jaguares en una gran roca rodeada de murallas y cubierta de edificios. Cuando las águilas estaban con él, los jaguares salían a matar gente. Las águilas y los jaguares se reunían cinco veces al año y el malvado sacerdote mataba gente. Desde que el venado se fue para allá, los huicholes les han traído peyote del este, pero las águilas y los jaguares querían más y más para sí mismos. Si los huicholes se rehusaban, todos eran muertos. Si los huicholes traían de regreso muy poco peyote, los jaguares mataban a algunos y se quedaban con uno. Si los huicholes se iban lejos, hacia la tierra negra [norte], para evitar encontrarse con las águilas, todos eran muertos y les quitaban el peyote. Después de un tiempo los huicholes no tenían peyote y los dioses se encontraban disgustados. ¿Por qué no hay peyote? decían los dioses. El maíz empezó a marchitarse. No había sal, no había plumas, no había tampoco conchas. Los huicholes dijeron a todos sus antepasados y a los dioses dijeron que debían celebrar una gran ceremonia con los cinco grandes cantadores del valle del este [el valle de Bolaños] para que el maíz no se marchitara, para que el peyote regresara, para que las conchas también regresaran. Muchos huicholes se reunieron en Teakata y fueron a los pilares donde se habían reunido los cinco cantadores. Cada cantador cantó por cuatro noches hasta que los dioses les dijeron que debían salir e ir hacia el este. Cuando llegaron a la roca del sacerdote malvado, los jaguares los encontraron y mucha gente murió. Pero el sol quemó a los jaguares y el sacerdote malvado trató de volver el día en noche para quitar el calor. El calor duró veinte días. Cuando el día volvió, todos los jaguares estaban muertos, toda la tierra estaba quemada, todo el maíz estaba marchito, toda la gente se había ido y el sacerdote malvado había desaparecido. Cuando regresaron las águilas, se quedaron y trataron de castigar a los cinco cantadores. Por veinte días trataron de hacerlo pero no pudieron encontrarlos porque no sabían dónde vivían y se fueron. Entonces el maíz regresó a la vida; ahora los huicholes podían traer sal, ahora podían traer plumas, ahora podían traer conchas. Pero los dioses dijeron a los cantadores que no deberían regresar a la gran roca pues en ella habitaba el mal.