La producción minera


La producción del distrito de Zacatecas durante el siglo XVII se caracterizó por dos épocas de auge, una de 1615 a 1635 y la otra de 1670 a 1690, y dos periodos de depresión, de 1640 a 1665 y de 1690 a 1705.

En múltiples ocasiones, la política de la Corona española fue determinante para elevar los niveles de producción. A través de las facilidades que dio a los mineros para obtener mercurio mediante el crédito, influyó en el aumento de la producción que se registró desde mediados del siglo XVI hasta 1635. La decadencia que más tarde sufriría la minería fue provocada por la escasez de azogue, cuyo crédito había sido reducido por la Corona, que además presionó a los mineros para que cubrieran sus débitos de sal y mercurio. Los mineros que refinaban plata de baja ley quedaron fuera del mercado, y sólo subsistieron los dueños de las minas con más alta ley, que podían beneficiar la plata por fundición. En contraste con el distrito de Zacatecas, el de Sombrerete tuvo una larga época de bonanza en la segunda mitad del siglo XVII, disputando al primero la supremacía en la producción de plata, que se recuperaría hacia 1670, cuando aumentó el suministro de mercurio.

Los datos sobre acuñación de moneda en la Nueva España, de 1690 a 1800, demuestran que durante el siglo XVIII Zacatecas experimentó una tendencia positiva en la producción de plata, en la que se aprecian tres etapas: de 1690 a 1752, marcada por un crecimiento sostenido; de 1753 a 1767, en la que se manifestó una tendencia decreciente; y de 1768 a 1810, en la que hubo una recuperación súbita y crecimiento.

Esta última etapa de auge fue consecuencia de factores internos y externos. Por una parte, la Corona redujo los costos de producción mediante modificaciones a la política fiscal, los créditos para la compra de mercurio y mejores canales de distribución de este producto. Por otra, el aumento de la demanda de plata, resultado a su vez de la participación de la Nueva España en el mercado mundial como productora del mineral, y los requerimientos del exterior impulsaron el desarrollo minero novohispano.

Zacatecas, al igual que otros centros mineros, estuvo marcada por tendencias generales de la producción y por los cambios en las políticas del gobierno. De ahí que los años de recuperación se expliquen también por la política de fomento minero de la Corona española.

Al debilitarse Zacatecas en el siglo XVIII, otras ciudades que hasta entonces habían ocupado sitios de menor importancia, como Guadalajara y Guanajuato, la superaron en crecimiento demográfico, y la segunda en los niveles de producción minera. Sobresale también el caso de Aguascalientes, que a fines de aquel siglo experimentó un vertiginoso crecimiento económico.

Desde 1732, cuando Zacatecas aún no enfrentaba una situación de crisis, José de Rivera Bernárdez ya había sugerido la necesidad de introducir cambios tecnológicos porque las técnicas utilizadas hasta entonces pronto causarían el estancamiento de la producción. Más de 40 años después, en 1774, los oficiales reales de Zacatecas presentaron un informe en el que señalaban la urgencia de invertir capitales —escasos en ese entonces— para extraer nuevamente mineral de las numerosas minas abandonadas. Además, se lamentaban de que las minas se explotaban inapropiadamente, sin seguir el método que recomendaban las ordenanzas, lo que propiciaba inundaciones cuya solución era sumamente costosa.

La escasez de capitales no era causa sino consecuencia de la falta de interés de los inversionistas en la minería, pues en la agricultura y las manufacturas no se había registrado retroceso. Para reactivar la minería, en el último tercio del siglo XVIII José de la Borda propuso un proyecto de inversión que consistía en la introducción de tecnología y capital, en el aumento de subsidios al precio del azogue y en la reducción de impuestos. El proyecto tuvo tal éxito que la reactivación de las minas generó grandes cantidades de plata y otros mineros prominentes se animaron a invertir, bajo similares condiciones, en Sombrerete, Vetagrande y Bolaños, donde también se logró la rehabilitación de estos distritos.

La Corona mantuvo el monopolio del mercurio o azogue, elemento indispensable para la producción de plata por el método de amalgamación. Pero en la distribución de este elemento intervinieron los poderosos comerciantes que incidían en los procesos productivos a través del control del crédito.

La producción de plata tenía dos fases: la extracción y el beneficio. La primera era la más azarosa y difícil porque se podía perder toda la inversión por el desconocimiento de la riqueza de la mina y la ley del mineral. En la fase de beneficio sí era posible calcular los costos con mayor certeza, ya que eran proporcionales a los montos de mineral que se beneficiaban.

A finales del siglo XVIII aparecieron cambios tecnológicos como el uso de la pólvora, el aumento de los malacates, el mejoramiento de los instrumentos de trabajo y la sustitución del hombre por animales en el acarreo de mineral. Sin embargo, no se pudieron solucionar muchos problemas del trabajo subterráneo por el desconocimiento de la geometría y las débiles conjeturas en que se basaba el trazo de los interiores, sin tomar aún en cuenta la brújula. Otras veces, por codicia, los propietarios y arrendatarios dejaban las minas bajo la irresponsabilidad de los buscones, quienes debilitaban los pilares hasta el punto de provocar derrumbes y, por consiguiente, su abandono. En las minas sobreexplotadas se tuvieron que perforar pozos más profundos y socavones más largos, con lo que se agudizó el problema de las inundaciones.

Las distancias elevaron los costos de producción de las minas. A mayor distancia de los mercados de abasto, los costos eran mayores y la utilidad disminuía. Además, las minas del norte pagaban salarios más altos por la escasez de mano de obra y como única forma de atraer trabajadores, a quienes también se les ofrecía manutención. La transportación de los insumos para la producción era más costosa y, aparte, los comerciantes enviaban sus mercaderías con el peligro latente de los ataques de los indios por los caminos que conducían desde los centros de abasto hasta las minas. Al respecto, cabe destacar que la minería zacatecana logró articular durante el siglo XVIII espacios menos alejados que proveían sin tanta dificultad las mercancías que demandaba la producción.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII el problema de la escasez de capital estuvo relacionado con la etapa de extracción la cual requería grandes sumas para el desagüe y la habilitación de minas abandonadas, mientras que la falta de mercurio afectaba la fase de beneficio. No obstante, esta época se caracterizó por la obtención de mayores ganancias debido a la disminución de los precios del mercurio y de la pólvora y a las subvenciones y concesiones fiscales que otorgó la Corona. En el último tercio del siglo se acentuó el uso intensivo de la mano de obra y casi todos los propietarios de las minas suprimieron el partido, pero la escasez de mano de obra en el norte no permitió su erradicación total, por lo que la reducción de costos en el norte y en el sur no fue igual.

El capital escaseó a finales del siglo XVIII. Además, la extracción de mineral que exigía fuertes sumas de dinero se había convertido en una actividad altamente riesgosa e incosteable por hallarse a grandes profundidades. Hasta entonces las empresas mineras habían tenido un carácter individual, pero ante la falta de capital y lo azaroso de las inversiones, los mineros optaron por un esquema innovador: la formación de compañías de inversión donde participaban socios a través de la compra de acciones.

Este nuevo esquema provocó profundas modificaciones en la minería zacatecana; entre ellas, la concentración de los medios de producción en un grupo reducido de mineros, principalmente de origen peninsular, y el debilitamiento de los pequeños propietarios, los cuales en su mayoría eran criollos. El hecho permite explicar el creciente descontento de estos últimos y su futura participación en favor de la independencia.


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